Frederic Jaimes, caraqueño, se encuentra en Manhattan, en la ciudad de Nueva York, esperando un asilo humanitario, lo que él vivió para ingresar a los Estados Unidos «no se lo deseo a nadie, atravesé la selva del Darién, provenía del Perú donde había estado viviendo durante cuatro años, vi personas y hasta niños muertos, un haitiano que se volvió loco cuando su esposa embarazada murió, es algo terrible y creo que esos episodios no se borrarán de mi mente más nunca en la vida».
Por su parte, Dennys Junior Pérez Yaguarán, trasladó su risa contagiosa y su buen humor a la ciudad de Quito, Ecuador, donde vive en estos momentos. Junior era muy conocido en Maturín, su ciudad natal, por trabajar como operador de radio, pero por sobre todas las cosas, animar las fiestas, noctámbulo permanente, cuando se le pregunta sobre la inmigración simplemente contesta «difícil, no es fácil de digerir, yo llegué a Colombia, a Choco con mis compadres Douglas y Carmen Victoria, allí trabajé como motorizado, después tuve que ir a limpiar baños en una discoteca, allí me enfermé, agarré una infección que casi me lleva al otro mundo, he pasado por todo y ahora en Quito, donde pude traer a mi esposa y ahora tengo una nueva bebé, es que he visto la luz, estoy trabajando en una discoteca, como que por fin veo un camino distinto».
Las razones por las que Junior se fue no son distintas a los que han motivado a venezolanos «la situación se hizo muy difícil, ya no se podía ni siquiera comer, y la aventura de Colombia ha sido fuerte, de Chocó me fui a Medellín, allí tomé la calle, vi cómo las personas maltrataban y extorsionaban a los que vendían en la calle, sobre todo si eran venezolanos, yo vendía chupetas y me arriesgué a esa vida, finalmente conseguí un trabajo en una discoteca, pero eso duró poco, Medellín fue una historia terrible para mí, me endeudé con la habitación en la que vivía porque no tenía cómo pagarla, me tocó dormir en una panadería que se convirtió la mesa en dura cama por varios días, hasta que de allí me sacaron también, mientras esperaba un dinero que me llegaría de Venezuela».
-¿En esas condiciones es lógico pensar que tenías que irte para Ecuador?
-En Quito la moneda te alcanza un poquito mejor, vendí chupetas, me montaba en las busetas para animar lo que en Venezuela llaman «charleros», en la pandemia me puse a vender guanábana en la calle, todo ha sido un proceso y realmente lo que más me ha animado es mi carácter, mi forma de relacionarme con la gente, de comunicarme, comencé a animar locales comerciales, como una carnicería, me paraba con un micrófono a decirle a las personas que entraran a comprar su carne para la parrilla, y de allí conocí a personas de una discoteca y ahora estoy trabajando en lo que yo sé hacer, después de múltiples experiencias, si me vine de Venezuela por la crisis aquí la he vivido en su grado sumo.
-¿Quieres regresar a Venezuela?
-Como todo el mundo quiere regresar, te agobian los pagos, no soy nada más yo, todo el mundo quiere regresar, pero también he visto que se van de nuevo a Venezuela, pero después vuelven, regresando se podría levantar el gran estado Monagas, si trabajamos tanto aquí por qué no trabajar en nuestro país, yo quiero irme con mi familia pero con un proyecto, no voy a irme para después venir de nuevo a comenzar lo que ya tengo andado y que tantos sacrificios me ha costado.
Frederick: Todos los inmigrantes estamos tocados por la depresión
Fredrick dice que es más caraqueño que Simón Bolívar, primero emigró a Panamá en el año 2017 y después a Perú «la decisión de irme de Venezuela la situación económica me estaba apretando y el sistema social que vivimos en Venezuela, no lo tolero, me duele que mis hijos crezcan en un país así, no estoy discriminando de mi país y no me atrevo a hablar mal de mi tierra en ninguna parte».
-¿Qué hacías en Perú y en Panamá?
-Trabajaba en Panamá en un restaurante en una de las zonas más turísticas, me fui a Perú a trabajar en cocina, aprendí a cocinar comida peruana, después fui taxista como Uber y aquí en Nueva York trabajo como repartidor, un día con moto y otro con bicicleta eléctrica, vivo en el propio centro de Manhattan en una habitación y pago 8OO dólares, me queda para mandarle a mi familia que todavía esta en Perú y a mi mamá y otro hijo que tengo en Venezuela, estoy esperando un asilo humanitario y tengo fe en Dios en que se me dará.
-¿Qué te llevó a atravesar la selva del Darién para irte a los Estados Unidos?
-Para tener un actividad económica mejor, cuando llegó (el presidente) Castillo la situación se tornó mala, donde quiera que llega un gobierno socialista todo se revierte, me desesperé y me arriesgué y me fui por el Darién, quiero decir que casi no estoy para contarle, dos veces pensé que no la atravesaría pero aquí estoy en Manhattan.
-¿Qué es lo peor que le puede pasar a un venezolano cuando esta fuera de su país?
-La depresión, todo extranjero tiende a deprimirse, eso es inevitable, no conozco uno que no le haya pasado. El Frederick de hoy es igual, más loco, más hablador, todos los días aprendo algo, yo estoy perfeccionando mi inglés, el hecho de ser caraqueño me ha ayudado en esta gran ciudad, y usted no lo ha de cree, ¿sabe que lo que estoy estudiando? Chino, para allá voy, creo que llegaré a hablar chino.
-¿Has pensado en regresar?
-Le voy a contestar como lo dicen los peruanos «al pelo», pero si noto una verdadera mejora en mi país, ya tengo la experiencia de lo que empezó a surgir en Perú cuando se montó Castillo, yo no pasaré por esto nuevamente, sé trabajar, no le temo a nada, lo peor pasó y se diluye ante lo que hice atravesar la selva del Darién.