Sentada sobre las gruesas raíces de un viejo árbol, Betzy Vega esperaba, como desde hace dos años, que su hijo cumpla con su sesión de hemodiálisis en el Hospital Central de Maturín.
La mujer lleva 18 años cargando una pesada cruz, mientras espera que ocurra el milagro de que su hijo sea trasplantado y tenga una mejor calidad de vida.
Mientras esto sucede, las ilusiones de Luis Vega, de ser un reconocido docente en Educación Física se quedaron en las máquinas de diálisis peritoneal. Su condición de salud desde nacimiento lo limitó a ciertas actividades, entre ellas los estudios.
Betzy desde que conoció el cuadro clínico de su hijo comenzó a buscar opciones, pero para ese entonces se dejaron de hacer en el país las cirugías para trasplantes y que los médicos temían que no resistiera la operación.
«Llevo 10 años viajando a Caracas buscando una respuesta que demoró por un problema en la vejiga de mi hijo. Los médicos no quisieron operarlo porque creyeron que sería un tumor», contó.
A pesar de todo, la mujer siguió viajando a la capital de Venezuela en busca de alguna luz al final del túnel; guardando siempre la fe de lograr este objetivo.
«No pierdo la esperanza que mi hijo sea trasplantado», dijo sin dudar la mujer que, luego de un receso de las fuertes restricciones por la emergencia sanitaria del covi-19, retomará las diligencias para ver a su hijo operado.
Tienen una delantera a su favor y es que otro hijo de Vega será quien donará un riñón, solo falta conseguir para los pasajes, más de 200$, y demás gastos propios a este tipo de cirugía.
La carrera por la vida le ha costado a Betzy el trabajo. Todo tomó un rumbo drástico a medida que la salud de Luis se va deteriorando. Desde hace dos años deben acudir tres veces a la semana para su tratamiento en Hemodiálisis.
«Primero tenía que acudir para su diálisis peritoneal, ahora se me descompensa y agota más porque el tratamiento es director por las venas», dijo.
Finalmente agregó que se dirigirá a los entes gubernamentales para gestionar el traslado hasta la ciudad de Caracas, donde fue reactivada la Unidad de Trasplantología en el Hospital Militar.
Para el 6 de junio de 2022, cuando se celebraba el Día Mundial de los Pacientes Trasplantados, el equipo de El Periódico de Monagas, tuvo conocimiento que entre los pacientes que acuden a la Unidad de Diálisis del Manuel Núñez Tovar, una joven de 19 años era la única se encontraba en trámites para recibir un órgano.
En este sentido, la señora María López, madre de la joven, relató que existía en ese momento una lista interminable de personas que esperaban ser trasplantada.
«Esperar por un trasplante es una verdadera carrera contra la muerte, decidimos ponernos las pilas y dar un primer paso para ganar», dijo.
Detalló que la donante es una prima de su hija. Esto ha acarreado una serie de gastos, por partida doble, que superan los 15 mil dólares. Se vieron en la necesidad de vender hasta su casa para cubrir los gastos de evaluaciones médicas previos al trasplante, sin incluir los que le necesitarán para el día de la cirugía.
«Vendimos una casa, la moto, televisores y prendas de valor», decía sin titubear la mujer que ansía el momento en que los médicos le indiquen que todo salió bien.
«Son gastos de gasolina, exámenes súper costosos, alimentos y hospedaje en Caracas», indicó López mientras esperaba la valoración rutinaria del especialista.
Agregó que algunas de las evoluciones médicas son: gastroscopia con prototipos, cistograma miccional, PPD (Tuberculosis), ginecológicas, psiquiátrica, cruzadas, entre otras.
Aunque no hay cifras oficiales del fallecimiento de pacientes a la espera de un riñón, quienes acuden a la sala Diálisis del nosocomio capitalino contabilizaron que al mes 3 o 4 de sus compañeros de sesión murieron por complicaciones con otras patologías.
De acuerdo a una publicación de La Voz de América, para el 2021 la organización no gubernamental Amigos Trasplantados de Venezuela contabilizaba 15 mil pacientes renales y 124 centros de hemodiálisis.
Según la publicación, los personas con este cuadro clínico denuncian desde el 2020 que no estaban recibiendo la atención debida; en parte se atribuía al desabastecimiento de medicamentos, suministros médicos y las fallas en los equipos especializados.
BBC realizó en mayo del presente año una publicación de las cifras de pacientes trasplantados en América Latina, en la que resulta Venezuela en el último lugar.
«Se trata de la cifra más baja dentro de los países de América Latina para ese año (no hay cifras disponibles para Honduras y Nicaragua). A modo de comparación, Uruguay registró una tasa de 46,57 pmh, la más alta de la región, seguido por Brasil (34,93) y Argentina (29,51)», refiere.