Tiempos de profunda segregación se han apoderado de la raza humana, confundiendo a sus individuos en una pseudocultura global,que cada vez potencia más el infortunio de los pueblos, evidenciando las miserias humanas y ansias de poder de los grupos dominantes. Parece que rastra la época de los grupos de apoyo. Donde si difiero en pensamiento, sentimiento o acción, me debo asociar a mis afines, en busca de aceptación y aúpe. Evitando toda fricción de discurso, ejemplo o sentimiento, y por ende, negándome al fortalecimiento que esto puede generar en carácter y concepción. Sin darnos cuenta, promovemos la autoexclusión, y propiciamos una atmósfera de victimización y sectarismo poco saludable.
Lejos de proveer una sutil incitación anárquica, ante individuos que irónicamente hemos promovido y sostenido en lugares de autoridad. Deseo evidenciar la necesidad de levantar una generación que se revele ante la robotización social, donde todos son igualados en sistemas de pensamientos y conductas autodestructivas. Aislando a individuos en adicciones a contenidos superfluos y vergonzosos, de los cuales no se habla, o conductas ligeras y enfermizas, que no se reconocen en las redes sociales y tampoco se comparten en las fotos de los estados. Dichas adicciones son problemas controlantes que están marcando pauta en el psiquis y el accionar colectivo. Como caballo de Troya se está dejando pasar inadvertido, formando parte de las bases a partir de las cuales queremos edificar sociedades saludables, pero cómo ha de ser esto posible si los pilares se encuentran destruidos.
La rebelión debe ser de pensamiento y acción, donde sin temor se enfrente la desvalorización y perdida de principios morales, que sufren las generaciones crecientes. Se corrijan comportamientos adictivos con concienciación, educación y fundamento. Por qué aceptamos todo como válido, no es congruente, ¿cuánto falta para que homicidio y venganza sean legales?. Promovemos un sistema en cuya efervescencia se irguen líderes con mentalidades reprobadas en el amor y la justicia,con fines sesgados al interés propio. Éstos son nuestros representantes y quienes toman las decisiones que cambian los destinos de los pueblos. Cuándo despertaremos del sueño profundo en el que hemos decidido permanecer como sociedad bella durmiente, vulnerable e ingenua.
El globo necesita más que cabecillas, una plataforma que impulse mentes de avanzada que velen por la preservación de la vida, los principios y la salud física y mental de los pueblos. Gente en capacidad de asumir responsabilidad y dar la cara por el conjunto, que tomen decisiones difíciles aunque esto implique las críticas y señalamientos, sean valientes en abrazar y vivir conductas saludables. Después de todo, somos cartas leídas y tarde o temprano todo se evidencia. No hablo de gente guerrillera o faramallera, sino de gente pilar, soldados de la vida, difíciles de amilanar que no corran ante la presión, ni se acobarden ante las amenazas. Gente que da lo mejor de sí, invierten su vida y juventud en ideales de progreso, individuos de paz y acción.
Necesitamos educar en la sublime tarea de “ser humano” enseñar amar y adiestrar las emociones, madurar y asumir compromiso. Después de todo, si algo es presumible no es un cuerpo en constante envejecimiento por causa del deterioro vital funcional, que por cierto, ha de ser consumido por los gusanos, eventualmente. Sino, el hecho de reconocer lo poco que se sabe, a medida que se aprenden cosas nuevas. Lo insignificante que somos, ante la grandeza que nos rodea del planeta y el universo.
Esta temática me apasiona, porque los principios olvidados que algunos intentan infructuosamente, desvalorizar y menospreciar, tras la careta postmodernista globalizada. Están pasando a ser las bases sociales, sin las cuales, todo aparataje presuntuoso de libertinaje queda construido con volatilidad, y de igual forma será destruido, cuando el huracán de la prueba y la presión se manifiesten.
Por todo lo expuesto y aquello que invadió tu mente durante esta la lectura, seamos individuos sucintos de rebelión, no manipulables ante las corrientes destructivas, sino empáticos y discretos pilares que abriguen propósitos de vida.