Verónica Vargas, una joven de 19 años que vive en la avenida Libertador de Maturín, ha tenido que afrontar todo tipo de ofensas por vender en los autobuses, cosméticos, chocolates, dulces, e incluso cantar; para tener cómo colaborar con su pareja en el sustento del hogar y los costos que implica traer un niño a este mundo.
“He sido discrimina por estar embarazada, pero sigo luchando por mi hijo”, comenta.
Desde hace un año, Vargas, se monta en los autobuses de las diferentes rutas a vender toda clase de productos, aunque al principio tenía pena, con el paso del tiempo se fue todo temor de ella, sobre todo cuando supo que estaba embarazada.
Con 6 meses de embarazo, Vargas, desde muy temprano aborda las unidades de transporte para cantar y así tener como contribuir con el sustento del hogar.
Relata que frases como “búscate un trabajo” o “¿tú no tienes marido?” son una constante en su día a día.
En una oportunidad, la fémina, encontró un trabajo en un supermercado asiático, pero no duró mucho tiempo, porque tenía que hacer toda clase de labores, desde limpieza, atención del público e incluso colaborar con el inventario, cubriendo una jornada de 7:00 de la mañana a 6:00 de la tarde.
Comenta que es Técnica egresada de la Escuela de Artes Gráficas, y sueña con estudiar audiovisuales en la Universidad Nacional Experimental de la Artes (Unearte), u Oncología en la Universidad Rómulo Gallegos, motivada por su tía quien sufre de cáncer.
“Siempre hay salida, el que quiere puede, hay que arriesgarse. El que no arriesga no gana”.
«Yo de lunes a sábado me monto en los autobuses, y obtengo a diario, como mínimo, 50 bolívares de ganancia, que me sirven para cubrir el costo de un eco de mi embarazo. Mi pareja quien se dedica a la reparación de celulares siempre me apoya, y entre los dos aportamos para los gastos, él y mi hijo son mi motor para seguir adelante», aseguró