Ir al podólogo no sólo sirve para mostrar unos pies bonitos. Es, en cambio, para mantener una parte de tu cuerpo en total salud: los pies. Y, al fin y al cabo, son los pies quienes que te sostienen para andar a todos lados. Por tanto, deben recibir el cuidado que se merecen.
No todos están preparados en atender debidamente a tus pies. Un podólogo es el único profesional sanitario instruido, entrenado y formado, con el objetivo de ocuparse de la salud de los pies de la población. Para ello diagnostica, trata, previene y educa al público acerca de sus afecciones y deformidades.
La podología como ciencia, y el podólogo como facultativo especialista de dicha ciencia, trata a personas de todas las edades, condiciones y enfermedades propias del pie.
Acudir al podólogo, en ocasiones, pasa como una revisión sanitaria que no se le otorga la importancia que realmente tiene para tratar las distintas afecciones y deformidades del pie que pueden presentarse a cualquier edad.
Para diagnosticar una enfermedad utiliza Rx, resonancias, TAC, pruebas de laboratorio, entre otros. En el pie se pueden manifestar enfermedades como artritis, gota, problemas circulatorios, así como otras patologías sistémicas, para las cuales un diagnóstico a tiempo resulta primordial.
Cuando el podólogo detecta padecimientos que se salen del ámbito de su especialidad, colabora con otros profesionales de la medicina como angiólogos, diabetólogos, reumatólogos, cirujanos ortopédicos, fisioterapeutas… Si resultase necesarios, contaría con un equipo de profesionales para solucionar la situación que un paciente o cliente, esté presentando.
Apenas sientas una molestia consecuente, que no calma con los primeros auxilios que sueles aplicarte. Con la podología pueden tratarte:
Los pies precisan de unos cuidados y una atención diarios, ya que están sometidos a grandes esfuerzos. Por eso, mantener una higiene podal adecuada y frecuente resulta básico para prevenir infecciones, porque un pie cuidado es un pie sano.
1. Asea tus pies a diario.
Asegúrate de lavar bien los tobillos, las plantas, las uñas y los espacios entre los dedos.¿
2. Sécalos bien.
El exceso de humedad y el calor, así como los restos de jabón, favorecen la proliferación de hongos y bacterias, por lo que es importante que prestes especial atención a los espacios entre los dedos y dediques un tiempo a dejar los pies bien secos antes de ponerte cualquier calzado
3. Hidrátalos.
Aplica una crema hidratante después del lavado, sobre todo en los talones, la zona del pie que más se reseca y en la que pueden aparecer grietas. Emplea un producto adecuado según el estado de tu piel.
4. Realiza un masaje cuando apliques la crema.
Aprovecha el momento de aplicar la crema hidratante para realizar un pequeño masaje por todo el pie, abarcando desde el talón hasta el tobillo y con dedicación a la planta y el empeine.
5. Presta atención a la pedicura.
No dejes que las uñas crezcan en exceso y córtalas siempre con forma recta/cuadrada para evitar que produzcan problemas al crecer.
6. Usa calcetines de materiales naturales. Apuesta por prendas elaboradas con materiales como el algodón, en lugar de los que contienen fibras sintéticas e impiden la correcta transpiración. Así mismo, haz lo posible por evitar las costuras muy marcadas que ejercen presión o roces sobre la piel.
8. Realiza ejercicios con regularidad.
Es importante mantener los músculos, articulaciones y tendones de los pies activos. Para trabajarlos, estira y recoge a menudo los pies, mueve los dedos y gira los tobillos.
10. Consulta a tu farmacéutico acerca de soluciones podológicas. Existen productos diseñados para aliviar los dolores provocados por las distintas patologías: almohadillas plantares, protectores antifricción, dediles y separadores para callos, taloneras… El farmacéutico podrá asesorarte acerca de los más adecuados a tus necesidades.
Ocúpate de tus pies, ¡sea lo que tengas que hacer!
Fuentes varias / Fotos cortesía
Cobertura de actualidad y avances innovadores, con un enfoque en sucesos locales, política y más.