La situación en Argentina no está nada fácil, un amplio sector de la población argentina padece de hambre por la inflación. CA una parte de la sociedad le “da igual” quien gane, sobre todo, cuando se llega a las urnas con años de enojo y frustración por verse obligados a mendigar alimentos o revolver la basura para subsistir.
A la gente no le interesa ir a votar. Sólo que el Estado apruebe sus papeles jubilatorios para dedicarse a sus nietos y dejar de lanzarse a los contenedores del Mercado Central de Buenos Aires –el centro comercial que abastece a catorce millones de personas con frutas y hortalizas-, donde cada jornada se descartan excedentes de mercadería no vendida el día anterior.
Cientos de personas recorren a diario las 500 hectáreas del recinto en busca de alimentos para llegar a fin de mes. Entre ellas, varios jóvenes, que no superan los 25 años relatan que desde los 16 sobreviven tanteando vegetales y frutas en los residuos para comer o vender en las calles de Buenos Aires.
La inflación interanual de Argentina escaló en junio pasado a casi 116%, siendo los alimentos la categoría de mayor incidencia, con un alza de 116,9% (interanual), pese a los intentos del Gobierno de Alberto Fernández por bajar o congelar los precios. Además, la pobreza alcanza ya a la mitad de la población.
A la mayoría de la gente solo le interesa comer. Se sienten agradecidos por tener un techo sobre sus cabezas, algunos «no tienen donde caer muertos» y «viven» en el Mercado Central. «¿Por qué te alejarías de tu fuente de comida?», se pregunta.
Desde que se inauguró el calendario electoral el pasado mes de abril, los argentinos han elegido gobernadores en catorce provincias, si bien hubo un alto nivel de abstención. La mayoría de los padrones no superaron el 80% de participación.
El domingo se celebrarán las elecciones y la situación es cada vez más grave , para los inmigrantes solo hay una pensión mínima de unos 250 dólares mensuales, cuando en Argentina una familia tipo necesitó en julio pasado 485 dólares para mantenerse por encima de la línea de la indigencia.
El domingo próximo, si algunos van a votar, lo harán con la certeza de saber que esas horas de fila no serán recompensadas con comida. Si votan será con hambre