A sus 14 años de edad, José debe levantarse bien temprano, incluso mucho antes que cualquier otro niño de su edad; para cuando ya ha salido el sol, él ya está en la calle, pero no por las razones propias de un adolescente común, que son estudiar o practicar alguna actividad deportiva, su prioridad desde hace mucho tiempo ha sido buscar el sustento para su casa.La historia de José evidencia las terribles consecuencias de la diáspora venezolana que ya suma más de 6 millones de personas que se han desplazado a varias zonas de la región latinoamericana en busca de refugio y mejores condiciones de vida.Desde que su mamá tuvo que migrar hacia Trinidad y Tobago, José se hizo cargo de los gastos de la casa donde vive con su hermano de cuatro años, bajo la custodia de su abuelo, quien padece de un cáncer que le impide proveer el sustento a sus protegidos.Esta realidad obligó a José a cambiar cuadernos por frutas, que debe vender para poder alimentarse él y sus familiares, a olvidarse de divertirse con sus amigos por tener que limpiar vidrios en los semáforos de la ciudad, de la noche a la mañana le arrebataron su infancia.“Mi abuelo está enfermo de cáncer no puede trabajar y yo tengo que salir todos los días a buscar el