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Este 5 de Enero se instala una nueva Asamblea Nacional. Yo soy parte de ella.
Confieso que no fue fácil decidirme a participar en el reciente proceso electoral pero al final se impuso mi convicción, muchas veces proclamada, que el voto es un derecho irrenunciable de quien se llame ciudadano y que hago mucho más por la Venezuela que quiero legar a mis hijos y a mis nietos participando que quedándome en casa rumiando quejas y descontentos.
A qué dudar que para mí hubiese sido más cómodo continuar atendiendo mis muchas responsabilidades en el mundo universitario y contemplar de lado como los odios, la confrontación, en muchos casos la ignorancia supina, empujaban a mi país por un despeñadero sin fin.
Gracias a Acción Democrática, partido en el cual milito sin una solo día de disidencia, desde muy joven, a los partidos de la Alianza Democrática –COPEI, AP, El Cambio, Cambiemos- y al noble pueblo del estado Aragua, tierra que me vio nacer y crecer hasta que el destino me aventó a Monagas, en la cual reposan las cenizas de mamá, papá, abuela Pancha y tantos seres queridos, en la que mis hermanos y sobrinos han transcurrido su existencia, fui electo Diputado principal.
Llego al Parlamento con la misma emoción que al asistir a mi primer día de clases en el Liceo Agustín Codazzi en Maracay o cuando con apenas cumplido 21 años me juramenté como Concejal en Maturín y con conciencia plena de las enormes responsabilidades que asumo. Los Diputados, sin excepción, tenemos la obligación de servir, de servir a quienes nos eligieron pero más aun de servir a los que no votaron por nosotros, a los que optaron por no votar, a los millones y no hay que ocultar las cifras que como producto de una brutal campaña o por desidia, o por flojera, pero por encima porque no fuimos capaces de convencerles, de motivarles, de hacérseles entender que es democrática, pacífica y electoralmente como la recurrente crisis venezolana tiene solución.
Arribo al Palacio Federal entusiasta por promover consensos y convencer que es juntos cómo será posible sacar al país adelante. Dispuesto a esforzarme tanto como sea necesario para que la Asamblea Nacional sea epicentro de reunificación y con tal de legislar para un mejor mañana, marcado por el humanismo en el cual el ser humano sea el objeto de la acción de los poderes públicos y también del sector privado. Viabilizar la recuperación económica con inclusión social; dignificar el salario; recuperar la infraestructura de servicios; potenciar la educación y junto con la masificación que es un hecho innegable maximizar los estándares de calidad; facilitar el regreso de los que se han ido y reinsertarlos en la vida en sociedad; promover la inversión privada nacional y extranjera y darle las garantías que requiere; desactivar la conflictividad mediante el diálogo y la negociación y resolver las diferencias entendiéndonos; gestionar la pronta suspensión de las sanciones –son unas 700 las que pesan sobre Venezuela- que tanto daño han causado a nuestros connacionales; recuperar los activos de la república en el extranjero que usufructúan unos pocos; son tareas obligantes de quienes juramos en el hemiciclo de Diputados en armonía con el gobierno nacional y los regionales y locales, con las distintas instancias públicas, con empresarios, trabajadores, estudiantes, las iglesias.
La instalación, este 5 de Enero como pauta la Constitución, de la Asamblea Nacional es una nueva oportunidad para Venezuela. No voy a juzgar a los parlamentarios salientes ni su ejercicio pero lo que es innegable es que la ruta a seguir por nosotros no es la que ellos, 5 años atrás, resolvieron transitar.
Esta nueva oportunidad hay que aprovecharla para que el futuro nuestro y de los nuestros sea el que soñamos y merecemos. Dios quiera que así sea.
Por: Luis Eduardo Martínez
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