Restan pocos días para que concluya el 2020, «el peor año de todos los tiempos» según la revista “Time” que le dedica su última portada.
«2020 nos ha puesto a prueba más allá de cualquier otro. ¿A dónde vamos a ir después de esto?», pregunta la prestigiosa publicación.
Hemos perdido seres queridos –familia, amigos, compañeros de trabajo-, mantenidos en cuarentena, encerrados en nuestras casas, marcados por el temor a la pandemia, sujetos a los vaivenes del internet para paliar en la virtualidad lo que el distanciamiento no permite presencialmente.
La economía se ha hundido –en Venezuela y el mundo-, negocios cerrados, empleos desaparecidos, escuelas y universidades vacías. La depresión escala y antes que ella la desesperanza. Parafraseando a Jesús en la cruz sobran las ocasiones en las cuales provoca exclamar: “Dios mío, porque nos has abandonado”.
Pasamos por una dura prueba y pasamos porque el COVID19 continua amenazante en una segunda ola que presagia la tercera, porque las vacunas que comienzan a aprobarse enfrentan dificultades logísticas inmensas para ser distribuidas y colocadas al margen de sus costos y efectividad.
Pero vivimos y en palabras de la mexicana Frida Kahlo “podemos soportar más de lo que creemos”.
Se trata entonces de encarar el futuro y nada mejor que abordarlo con optimismo y fe.
Optimismo que derive las dificultades en oportunidades, fe en nosotros mismos, en nuestras capacidades y voluntad de convertir realidad los sueños que dibujamos.
Optimismo y fe en el marco de la armonía familiar, del amor a los nuestros, del cultivar buenos amigos y vecinos, lejos de mezquindades y envidias, deslastrados de odios y rencores.
El tiempo que viene, la nueva normalidad que denominan, será en propiedad una nueva era. Finaliza un ciclo y comienza otro me advirtió un hermano pocas horas atrás para agregar después tajantemente “es el humanismo o la barbarie”.
El humanismo con el ser humano como el centro de todas las cosas a que dudar.
La semana que transcurre presidiré graduaciones de nuevos profesionales en Anaco, Piritu, Barcelona, Puerto La Cruz, Guarenas-Guatire, Caracas, Altos Mirandinos, Maracay, Guacara-Valencia. Si bien confieso disfruto muchísimo cualquier acto de grado estos para mi tienen un sabor especial: los graduandos son Técnicos Superiores Universitarios que tiempo atrás salieron de las aulas de distintos Institutos, incorporados a empleos o al frente de emprendimientos, formado familias. No son muchachos ni tampoco privilegiados por la fortuna, son hijos de trabajadores y campesinos, de hogares humildes que resolvieron escalar y realizarse a través de la educación, que se dispusieron a proseguir bajo un modelo de altísimas exigencias como el nuestro y que tras superar incontables dificultades alcanzaron la meta que se autoimpusieron. Con optimismo y con fe transitaron esta etapa del camino y arribaron al final triunfantes.
Los hombres y mujeres a los cuales conferiré el título de Ingeniero o Licenciado en estos días, fajadores y dispuestos, son los que me hacen afirmar que por encima de un mal 2020 lo que viene será mejor si nos empeñamos y esforzamos. Que Dios bendiga a ellos y a los venezolanos sin excepción.
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