Desprenderse de sus familiares, su vínculo más cercano, y cumplir con interminables horas de trabajo, han sido parte de los sacrificio de muchos médicos y enfermeras en Venezuela y el mundo para afrontar la pandemia por el covid-19.
El temor de no conocer a que le hacían frente fue una de las cosas que pasaron por la mente de Yulimar Zamora, quién asumió la coordinación de enfermería de la sala de aislamiento en el hospital centinela de Maturín, Dr. Manuel Núñez Tovar.
Aunque muchos profesionales de la salud abandonaron sus espacios tanto por el salario y la pandemia, otro grupo dio un paso al frente para atender a los pacientes que arrojaron positivo al coronavirus. Muchos fueron asintomáticos y otros requirieron de cuidados extremos las 24 horas en lo que antiguamente era la unidad de Satramo.
Zamora quien además se desempeñaba como supervisora del área de emergencia del nosocomio capitalino, cuenta con una condición asmática, motivo que preocupó a sus padres, esposo e hija, una jovencita de 17 años de edad. Otras personas le decían que se fuera de reposo o se retirara porque corría grave peligro.
“Cuando llegó el primer paciente tuvimos muchas expectativas porque esto es algo nuevo. Sentimos miedo como cualquier ser humano, por qué cómo defenderse contra algo desconocido”, mencionó la profesional de enfermería.
Yulimar, junto a su equipo, un grupo reducido de trabajadores, se duplicaron en cuanto al trabajo para dar basto a la cantidad de pacientes que llegaban a estos espacios, “quedó poco personal en el área, nos tocó trabajar duro. Muchos se fueron de aislamiento porque también dos enfermeras se contagiaron”.
“Explicar todo lo vivido es difícil, es una experiencia increíble”, contó Zamora tras recibir este miércoles 24 de febrero la primera dosis de la vacuna Sputnik V. La dama fue la primera en ser vacunada en la entidad.
La asistente médico con larga trayectoria en el hospital de Maturín aseveró “cuando hacemos nuestro trabajo lo hacemos con amor. Los que asumimos el covid-19 lo asumimos con amor y con vocación de servicio. Seguiremos aquí para luchar”.
Zamora contó para El Periódico de Monagas que lo más difícil no ha sido el horario de hasta más de 72 horas, sino vivir en aislamiento dentro de su vivienda, una medida de bioseguridad para proteger a sus seres queridos, al tener contacto directo con personas contagiadas.
Ella tenía hora de entrada más no de salida. Llegar a casa después de cada faena y compartir con su esposo e hija de forma directa era casi imposible, existía una barrera que lo impedía.
Aunque no nunca resultó contagiada por el covid-19, Yulimar se vio obligada a aislarse de su familia dentro de su misma vivienda; durmió dos meses en un cuarto diferente al de su esposo, todo para protegerlos.
“Estar lejos de casa no es fácil, y tenerlos cerca y no poder abrazarlos más difícil todavía”, agregó.
“Al llegar a casa pasaba directo al patio y allí me bañaba. No había contacto directo con mi familia, siempre contó con el apoyo de ellos”.
Hoy en día, volver a casa tiene un valor inmaterial para esta mujer quien forma parte de la primera línea de combate contra el covid-19 en Monagas, “cuando llego a casa mi familia llora porque son muchos sentimiento encontrados y tenemos la dicha de estar allí”.
“Vimos muy de cerca el rostro de la muerte. Aunque nunca me infecté, padres, familiares y demás allegados de compañeras de enfermería y de médicos los vimos morir. Hicimos lo que en nuestras manos estuvo y si estamos por Dios en estas área es porque él tiene un propósito con nosotros”.
Exhortó también a la población a tomar consciencia sobre el peligro que representa el coronavirus, “debemos tener prudencia, hay mucha gente en la calle sin tapabocas y en fiestas. Se enferman y tenemos que recibirlos aquí. Nosotros también nos agotamos, somos humanos y debemos tener más conciencia.