Integrar ese mensaje y aceptar este proceso corporal no es fácil para todos.
Así lo explica, en su investigación La Imagen Corporal de los Ancianos, la enfermera geriátrica y doctora en Psicología, Carmen María Sarabia.
“Los cambios físicos que suponen el envejecimiento, de manera más o menos gradual, suponen para el sujeto una modificación de su propia autoimagen, y en muchas ocasiones un abismo entre la imagen deseada y la real. Si a eso se le suma el concepto generalizado que persiste respecto a la imagen del anciano que, en muchos casos, se asocia con pérdida de funcionalidad y con un estereotipo negativo, en una cultura donde la belleza es sólo sinónimo de juventud, pueden haber alteraciones en la aceptación de su imagen corporal, y por tanto de su autoconcepto”.
Por eso, el presidente de la Sociedad de Geriatría y Gerontología de Chile, Gerardo Fasce, explica que hay personas que simplemente se revelan ante estos cambios corporales y pueden pasar años tratando de revertirlos.
“El envejecimiento es un proceso biológico, progresivo, irreversible, muy heterogéneo. Y es un cambio normal, propio del paso del tiempo, pero no necesariamente va a venir de la mano de una aceptación rápida. Eso depende de las capacidades de resiliencia que cada persona tenga. Para algunos este tipo de cambios no son aceptables y se revelan de manera permanente”, manifiesta.
Pero, ¿por qué puede costar más enfrentar este proceso?
Fasce explica que la discriminación y prejuicios hacia la tercera edad son un factor relevante al momento de analizar la aceptación, pues las personas terminan negando esa transición a la vejez justamente por la mirada castigadora que existe a nivel social.
“Nuestra sociedad ve el envejecimiento como algo malo y, por lo tanto, los estereotipos que se transmiten hacen que todos queramos alejarnos de eso”.
Así, el edadismo -que es la discriminación basada en la edad- genera que muchas veces no se pueda asumir de manera armónica este proceso biológico.
La escritora y activista en contra del edadismo, Ashton Applewhite, explica en su charla TED Let’s End Ageism que el edadismo es un prejuicio, impregnado en la cultura, que nos dificulta la experiencia de tener una buena vejez.
“No es el paso del tiempo lo que hace que envejecer sea mucho más difícil de lo que tiene que ser. Es el edadismo. Cuando las etiquetas son difíciles de leer, o no hay pasamanos, o no podemos abrir el maldito tarro, nos auto culpamos por no envejecer con éxito. Pero no culpamos al edadismo que hace que nos avergüencen las transiciones naturales y tampoco culpamos a la discriminación que hace de esas barreras algo aceptable. No se gana dinero con la satisfacción, pero la vergüenza y el miedo sí crean mercados, y el capitalismo siempre necesita nuevos mercados. ¿Quién dice que las arrugas son feas? Los miles de millones de dólares de la industria del cuidado de la piel. ¿Quién dice que la perimenopausia, la baja T y el deterioro cognitivo leve son enfermedades? La industria farmacéutica del billón de dólares”, dice y agrega: “Cuanto más claramente vemos estas fuerzas en acción, más fácil es presentar alternativas más positivas y narrativas más precisas”.
Además, Applewhite afirma que las mujeres experimentamos un doble golpe; edadismo y sexismo que son nociones que, al cruzarse, dan a entender que envejecer mejora a los hombres y devalúa a las mujeres.
La académica de Psicología UC y miembro del Centro de Estudios de Vejez y Envejecimiento (CEVE-UC), Susana González, coincide con este diagnóstico y señala que esa carga social de seguir manteniéndose joven afecta el bienestar de la mujer en la tercera edad.
“Las mujeres arrastramos a lo largo de la vida con una carga de vernos bien físicamente, entonces ocurre que nos preocupamos del peso o la figura, o nos arreglamos para cumplir con ese mandato social. Esta carga los hombres la tienen considerablemente menos, porque no se les exige este aspecto estético. Entonces a las mujeres se les puede hacer más difícil hacerse cargo del envejecimiento porque eso implica abandonar una expectativa social. En la vejez, se deja de cumplir ese estándar. El cuerpo no cambia para acercarse a esa estética, sino al contrario; te aleja de ese ideal”, analiza.
El estudio La discriminación por edad y las canas: ¿deben las mujeres mayores elegir entre sentirse auténticas y verse competentes?, publicado en el Journal of Women & Aging, entrega un ejemplo sobre cómo las mujeres se ven enfrentadas, con mayor fuerza, al estigma de la apariencia en la vejez. En la investigación, se estudia el fenómeno de las canas y por qué algunas mujeres deciden dejarlas visibles, a pesar de posibles discriminaciones. Como conclusión, las autoras señalan que existe una disyuntiva, pues quienes se dejan el pelo natural, arriesgan su percepción social de competencia, en pos de sentirse más auténticas.
“Esta intersección entre viejismo y machismo nos hace internalizar de forma negativa el propio envejecimiento”, dice la psicóloga Agniezka Bozanic, máster en Psicogerontología de la Universidad de Barcelona y presidenta de la fundación GeroActivismo.
“A las mujeres nos penalizan el doble; por ser mujeres y por envejecer. Constantemente nos culpabilizamos a nosotras, porque dejamos de tener un cuerpo turgente, porque tenemos arrugas y echamos mano a diferentes conductas para tapar el proceso de envejecimiento, como teñirse cañas. Y esto es por mandatos sociales, por los que se valoriza la juventud versus lo natural que es el envejecimiento corporal”.
Así, un ejemplo del predominio del valor de la juventud es la falta de referentes de personas mayores en los medios de comunicación.
“Hay una ausencia de mujeres mayores en los medios y eso impacta porque no se ven personas mayores poderosas, que continúen con una vida normal, que sean protagonistas, sino que siempre son personajes secundarios. Sabemos que las vejeces femeninas son heterogéneas y diversas, pero en los medios vemos solo a un tipo que es la abuela cocinera o copuchenta. Los medios tienen un rol como agentes de cambio, pero en el último tiempo, han tomado el rol de perpetuador de estereotipos”, analiza Agniezka.
De esta manera, todos esos factores hacen que la transición corporal de la vejez no sea un proceso fácil. A eso hay que sumarle el impacto mental que van generando las enfermedades físicas en la tercera edad.
“Cuando hay una pérdida de salud en la vejez -que es uno de los principales temores de las personas-, existe un proceso de aceptación más complejo porque las enfermedades no aparecen de a poco -como lo estético-, sino en un período corto. Y ahí dependiendo de la enfermedad, es lo que tienes q asumir. No es lo mismo tener diabetes que tener cáncer porque te enfrentas a otro desafío donde hay que poner energía y te enfrentas a la posibilidad, mayor o menor, de la muerte”, analiza González.
Sin embargo, este proceso general de cambio físico, dicen los expertos, no implica necesariamente quedar inhabilitado y, mucho menos, ser excluido de la sociedad. Simplemente ocurre y hay que saber adaptarse en la medida de lo posible. Así, Fasce señala que para poder sobrellevarlo mejor, deberíamos reconocer el «valor de la experiencia«.
“En la medida que entiendo que todos vivimos este proceso y que estos cambios no significan un daño, me valoro como individuo. Estas transformaciones son reflejo de una vida y podemos entenderlas con la perspectiva que generaciones jóvenes no tienen. Si somos conscientes que hay cambios positivos, vamos a avanzar en tener un envejecimiento más activo, más saludable, y alejado de estos falsos estereotipos”.
Algo similar manifiesta González:
“Una de las grandes habilidades que uno debiera desarrollar cuando va a envejecer es la capacidad de relativizar los cambios. Eso es un elemento súper importante dentro de las condiciones que juegan a favor de tener una buena vejez. Hay que cuestionar la importancia que le das a esos cambios corporales, y empezar a relativizarlos. Preguntarte: ¿qué tan fundamental es esto en mi vida cotidiana? ¿Qué tanto afecta mi autoestima? ¿Puedo mitigar las consecuencias de alguna manera?”, indica.
Igualmente, Bozanic apunta a una mirada sistémica e indica que si bien es importante tener una postura personal asociada a la aceptación, hay que analizar los factores estructurales que determinan la calidad del envejecimiento.
“Hay que identificar la discriminación del viejismo machista del que no se habla. ¿Cómo le vamos a pedir a mujeres mayores aceptación, si por fuera nos bombardean que la vejez es algo negativo? Es fundamental la no comparación y entender que todos los cuerpos son válidos, pero debe haber un proceso anterior, donde se cambie al sistema para que dejen de decirnos que está mal envejecer”.
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