Ómicron este es el nombre que ha hecho que la sociedad vuelva de nuevo la mirada hacia la pandemia del coronavirus. Esa que, desde hace unos meses, parecía haberse marchado eclipsada por otras noticias de actualidad, las cenas de empresa o la cercanía de las fiestas navideñas. Unas celebraciones que podrían peligrar si esta nueva variante es tan fiera como aparenta.
Lo que ya hemos visto es que Ómicron ha activado la alarma en toda Europa, especialmente tras considerarla la Organización Mundial de la Salud (OMS) como «variante preocupante por su riesgo de propagación alto». De momento lo que dice la Ciencia es que tenemos más dudas que certezas.
Dolor muscular, fatiga y cefalea serían los síntomas de ómicron más característicos según los datos que nos llegan por el momento. También hay cuadros febriles y dolores de garganta. En general los síntomas son bastante similares a los que ya conocemos, aunque en los casos detectados se ha observado que no presentaban pérdida de gusto ni olfato.
Porque la estructura del virus ha cambiado, y aunque esto ya ha sucedido varias veces, este cambio parece que amenaza a la inmunidad de las vacunas y a la transmisión de la enfermedad. Aunque todavía es pronto para tener certezas absolutas sobre Ómicron y su impacto, ya que los estudios científicos llevan su tiempo.
Empecemos por el principio. El coronavirus posee 4 proteínas en su estructura: S, M, N y E. Cuando nos infectamos, nuestro cuerpo actúa frente a todas ellas creando anticuerpos específicos frente a cada una de ellas.
Sin embargo, cuando nos vacunamos solamente se nos inyecta una proteína del virus (la S) y por ello solo generamos anticuerpos tipo S. Y aquí viene el posible problema: Ómicron tiene sus cambios en esta proteína, en la S.
Si los cambios son muy grandes, nuestros anticuerpos tipo S podrían perder eficacia cuando intentasen acabar con el virus utilizando la puerta de entrada de la proteína S de Ómicron. La llave que hemos generado con las vacunas podría no encajar bien en la cerradura de Ómicron por culpa de esos cambios, y esto traducirse en una disminución de su eficacia.
Varios de los laboratorios fabricantes de vacunas ya han anunciado que están estudiando la nueva variante y si habría que hacer algún tipo de modificación en ellas.
En caso necesario, unos 150 días serían suficientes para actualizar las vacunas de ARN mensajero a las nuevas modificaciones que presenta Ómicron en su proteína S. Aunque es muy pronto para asegurar nada.
Por lo que tenemos parece que esta nueva variante sí es más contagiosa que las ya conocidas. Podría hacer que el virus se transmitiese más rápido de una persona a otra.
Algunas de estas variantes ya tenían pequeñas variaciones en su proteína S. Ómicron parece que acumula hasta una treintena de cambios ahí, pero algunos de ellos son los mismos que ya existían en anteriores variantes.
Ómicron ha llegado para recordarnos la importancia de una vacunación global, especialmente en países que no disponen de vacunas y donde la población inmunizada no llega ni al 10%. Es en esos lugares donde el virus se hace fuerte y genera cambios y mutaciones con facilidad, por lo que acelerar la tercera dosis en occidente y frenar la donación de vacunas dejaría abandonados a su suerte a los países con menos recursos.
Tomado de elmundo.es
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