Eliminación del pase de movilidad, uso voluntario de mascarillas, no más límites de aforos y vacuna anual son algunas de las medidas que anuncian varios países en el mundo. Pero ¿estamos dispuestos a seguir vacunándonos? Un estudio realizado por un grupo de entidades donde participaron varias universidades de América Latina reveló que un porcentaje cada vez más alto de la población se cansó del proceso de vacunación. En esta nota te explicamos por qué ocurre el efecto “fatiga pandémica” y cuáles podrían ser sus consecuencias si no se revierte.
María José Monsalves, doctora en Salud Pública y académica de la Facultad de Medicina y Ciencia de Chile , dijo que por lo menos en Chile un 28 % de los encuestados no quiere volver a vacunarse, porcentaje que aumenta en el grupo entre 30 y 59 años, e incluso llegando a 41,9 % entre los 18 y 29 años. También se encontraron diferencias importantes de género: las mujeres expresan sentirse más fatigadas (22,4 %), frente al 16,9 % de los hombres. La disposición a vacunarse anualmente en los grupos priorizados (mayores de 60 años o enfermos crónicos) alcanzó un 62,9 %.
Estos porcentajes proponen desafíos, pues son personas que, en su momento, estuvieron dispuestas y seguras ante el esquema primario y ahora no lo están, debido -principalmente- a las dificultades para encontrar tiempo para vacunarse en horario laboral, la espera en los vacunatorios o la disponibilidad de vacunas de laboratorios específicos.
La Dra. Monsalves indica que “algunas de las razones de esta fatiga pandémica es que había más expectativas en cuanto al tiempo de inmunidad de las vacunas, y que, a su vez, la alta efectividad de éstas en la reducción de desenlaces graves en salud, como mortalidad, ha producido una disminución de la percepción del riesgo de la enfermedad. Pero debemos recordar y destacar que el favorable escenario actual es gracias a la vacunación”.
La Dra. Loreto Twele, infectóloga pediatra, académica de la Facultad de Medicina y Ciencia USS y jefa de Pediatría del Hospital de Puerto Montt, en Chile asegura que “lo que pasa con las vacunas COVID-19 no es nuevo, ya que como sí son efectivas, pagan el precio de su fama, porque la gente se empieza a olvidar de sus beneficios. Contra la Polio, una enfermedad muy antigua que está reapareciendo, por ejemplo, no vacunaron a tiempo a los niños en Europa y Estados Unidos. Es decir, si no nos vacunamos, las enfermedades reemergen”.
Pero el cansancio y la baja en la adherencia a vacunarse, según Twele, también se puede atribuir a la diversidad y confusión de la información y las medidas sanitarias que hasta hace poco teníamos, incluso con un porcentaje tan alto de población vacunada. “Estos factores, entre otros, han frenado a un grupo no menor de personas a querer seguir vacunándose. Con las nuevas medidas de des-escalamiento de las restricciones, el camino poco a poco comienza a despejarse y a cimentarse en evidencias científicas para poder seguir adelante y avanzar en la vacunación”, sostiene la pediatra.
Asimismo, Twele agrega que “se está haciendo lo correcto al terminar con las restricciones, como la toma de temperatura en los locales, el uso obligatorio de las mascarillas en algunos recintos, puesto que ya no se justificaban desde el punto de vista científico. Pues ahora con una población altamente vacunada se desestima su beneficio”.
Twelw añade un problema anexo provocado por dos y medio años de restricciones y aislamiento en los niños y adolescentes que ella ha constatado en terreno: “Tenemos muchos niños adolescentes hospitalizados por problemas psiquiátricos. Hemos tenido una ola increíble de depresión y suicidio por el poco contacto social de los niños y jóvenes, y ni hablar de la alteración y los eventuales daños del desarrollo lingüístico y social de los niños pequeños por el hecho de no poder ver las emociones y expresiones faciales debido a las mascarillas”.
Para las académicas entrevistadas, lo más importante es que las autoridades se enfoquen en un fuerte programa de inmunizaciones con foco en las personas de riesgo, con el apoyo de investigadores y académicos que enfaticen la difusión de información con evidencia científica que permita que la población entienda el beneficio de las vacunas, “por lo que los gobiernos y las universidades se debe comunicar activamente, a través de las redes sociales, lives y entrevistas, sus beneficios, de modo de tranquilizar a la población y seguir insistiendo con un refuerzo positivo de lo importante que es vacunarse. Nadie se cuestiona cuando vamos a vacunar a los niños de 2, 4, 6 meses, porque sabemos que nos va a evitar meningitis y muchas otras enfermedades infecciosas, lo mismo debemos lograr con el COVID”, sostienen las especialistas.
En materia de comunicación de riesgo, es imprescindible contar con directrices simples y precisas. Twele dice que “se deben dar instrucciones de qué hacer con antígenos positivos, los que se pueden encontrar en una farmacia; comunicar los días de resguardo desde que alguien comenzó con síntomas, facilitar la entrega de licencias médicas y, sobre todo, concientizar a la población, traspasando la responsabilidad, generando cambios en nuestra manera de cuidarnos entre todos, donde si es que tienes síntomas, debes guardarte y testearte, para cuidar a quienes tienen más riesgo de contraer el virus de manera grave”.
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