El expresidente estadounidense Donald Trump impidió que la oposición venezolana entendiera que la única opción que quedaba era negociar con el régimen de Nicolás Maduro, dijo el consultor político Jesús Seguías, presidente de la empresa de investigaciones DatinCorp, en entrevista con el diario venezolano El Nacional.
La cerrada posición de Estados Unidos sobre Venezuela tuvo un notable giro luego de que el demócrata Joe Biden llegó a la Casa Blanca. Aunque ratificó su respaldo a Juan Guaidó como presidente encargado de la República, el mandatario ha optado por tener una línea menos agresiva en comparación con la que Trump había mantenido sobre el régimen socialista.
“Biden es partidario de las negociaciones, no para discutir a cuál país debe irse asilado Maduro, sino para ir a elecciones confiables, aún con Maduro en el poder. Si la oposición hubiese renunciado a la ruta insurreccional impulsada por Trump ya habría negociado un nuevo Consejo Nacional Electoral lo más equilibrado posible”, afirmó Seguías.
Señaló que Guaidó sabe lo que le costó a la oposición y al país haber dejado todas las decisiones en manos de Trump y sus intereses. “Jamás los venezolanos debemos perder la soberanía en las decisiones que nos competen”, agregó el experto.
-¿Es posible que este nuevo proceso de negociación que se intenta no termine en fracaso? ¿Estarán Guaidó y Maduro dispuestos a ceder?
-Las negociaciones que se plantean hoy tienen un contexto nacional e internacional totalmente distinto al que existía en los anteriores procesos de negociaciones. El país está en bancarrota y en caos total. La bancarrota no solo es económica sino política, ética, emocional y social. Lo peor es que esta crisis nos sorprende sin liderazgos confiables que procedan a resolverla. Tanto el gobierno como la oposición están obligados a responderle al país. La solución está en manos de los dos. Y el país debe forzarlos a entenderse, aun cuando eso implique que algunos deban hacer importantes concesiones y sacrificios individuales y partidistas. Así es el juego en todas las negociaciones. Lo correcto es que los intereses del país priven sobre los particulares. Hasta ahora ha sido al revés. Por eso hemos llegado a este caos. Es hora de buscar soluciones que satisfagan las necesidades de un país que perdió la confianza en sus políticos.
-¿Podría influir que Donald Trump no esté en la presidencia de Estados Unidos? En la gestión de Biden pareciera que se mantiene una política menos agresiva hacia el régimen de Nicolás Maduro.
-Sin duda alguna, Trump fue un factor de perturbación que no ayudó a los venezolanos. Creó muchas expectativas falsas. Se limitó a algunas sanciones muy severas y a mucha fanfarronería de micrófonos, lo cual no asusta a gobernantes formados en la escuela de La Habana y que además cuentan con el apoyo de dos grandes potencias: Rusia y China, lo cual hacía más difícil aún, diría que imposible, la dimisión de Maduro. La “amenaza creíble” de Trump en realidad no era creíble. El asunto es que Trump impidió, bajo amenaza de sanciones, que los opositores hiciesen durante los dos años anteriores lo que hoy están haciendo bajo la sugerencia e impulso de Biden: pisar tierra, entender que la única opción que queda es negociar con el gobierno de Maduro un desenlace electoral a la crisis política, y tratar de resolver con urgencia los grandes problemas del país. Biden es partidario de las negociaciones, no para discutir a cuál país debe irse asilado Maduro sino para ir a elecciones confiables, aún con Maduro en el poder. Si la oposición hubiese renunciado a la ruta insurreccional impulsada por Trump, a partir del 30 de abril de 2019, con toda seguridad ya habría negociado un nuevo Consejo Nacional Electoral lo más equilibrado posible, y el año pasado habría acudido de manera exitosa y unida a las elecciones parlamentarias en 2020. Hoy la Asamblea Nacional estaría en manos de la oposición y no del Gobierno.
-Guaidó finalmente cedió a una negociación directa con el chavismo, pasos que ya habían adelantado Henrique Capriles y Stalin González el año pasado. De hecho, Capriles dijo en el diario El País de España que se reunirá con Guaidó. ¿Se acercaría la oposición venezolana a la unificación?
-Ojalá eso ocurra. Y me parece muy sabio que todos los dirigentes de oposición se reúnan, sin excepciones. En política hay que aprender a pasar las páginas improductivas. Pero como vengo diciendo, la unidad no es un fin en sí misma, es una herramienta para darle fortalezas a una estrategia determinada. Y es allí, en la definición de los objetivos, de las estrategias, y especialmente en la selección de los actores principales donde se tranca el juego y se generan los desencuentros. Capriles y González, al igual que muchos otros líderes opositores, han sido partidarios de retomar la ruta electoral, razón por la cual fueron objeto de muchas agresiones. El tiempo les dio la razón. Su tesis era la correcta. Entonces mal pueden algunos seguir discriminando y rechazando a quienes propiciaban la ruta electoral. De manera que es saludable que hoy todos comiencen a remar en la misma dirección. Eso significa tener objetivos únicos, estrategias únicas, y colocar al frente de la ejecución de esas estrategias a los actores más adecuados para el logro de los objetivos.
-¿Y quiénes serían los actores más adecuados para la oposición en estos momentos?
-Si el nuevo objetivo es negociar un desenlace electoral a la crisis política, entonces los actores más adecuados deben ser aquellos que generen la confianza necesaria para que el adversario haga el mayor número de concesiones posibles. ¿Quiénes son los mejores facilitadores dentro de la oposición para negociar con el Gobierno en un ambiente de relativa confianza mutua? ¿Quiénes, por el contrario, generan mayores recelos, animadversión e impiden que el adversario haga concesiones suficientes como para tener unos procesos electorales lo más confiables posible? Que cada quien lo piense con madurez, con frialdad, enfocados en el objetivo, y allí sabrá quiénes ayudan y quiénes son un obstáculo. Recordemos que no estamos hablando de una capitulación del adversario, sino de una negociación entre una oposición desarticulada y en caos con un adversario que viene, por si fuera poco, de una victoria política contra “el imperialismo yanqui”. Maduro en plena épica revolucionaria venciendo a Trump, pues. Obvio, Maduro la tiene muy, pero muy difícil, la crisis económica es descomunal, pero eso no significa que esté derrotado y pidiendo clemencia. Los incentivos, el reconocimiento mutuo, el lenguaje que se utilice, el tono emocional, en fin, la confianza mínima que debe existir entre ambos es clave en cualquiera negociación.
-¿Qué tan determinante será la participación de la comunidad internacional? Maduro dijo estar dispuesto a que Estado Unidos sea garante en el proceso.
-La comunidad internacional toda, y no solo la que está favor de la oposición, es un factor muy importante en los próximos pasos que debamos dar. Noruega está haciendo gala de paciencia para ayudarnos. Pero lo más importante es lo que los venezolanos estemos dispuesto a hacer por nosotros mismos. Los venezolanos adelante y los extranjeros detrás, jamás al revés. Dejar todo en manos de la comunidad internacional es un grave error, y más aún en estos tiempos de pandemia y crisis económica mundial. Juan Guaidó sabe lo que le costó a la oposición y al país el haber dejado todas las decisiones en manos de Trump y sus intereses. Jamás los venezolanos debemos perder la soberanía en las decisiones que nos competen. Vale lo mismo para todos los países del mundo. Por eso, la Casa Blanca dijo que ellos no iban a emitir juicios de valor acerca del nuevo CNE, pues eso corresponde a los venezolanos. Es un viraje radical respecto a la política de Trump, sin duda, pero también es un claro mensaje a los opositores que renunciaron a la política esperando que los extranjeros tomen las decisiones y acciones que corresponden a ellos.
-¿Qué ocurrirá con Maduro si no cumple con las exigencias? Y, en caso contrario, ¿qué ocurriría con la oposición, especialmente con la figura de Guaidó, si Maduro se niega a ceder? Ya se ha asomado que no habrá presidenciales.
-Las concesiones que se obtienen en todas los procesos de negociación dependen de dos factores básicos: poder de coacción y poder de convicción. ¿Cuenta la oposición con suficiente poder de coacción para forzar a Maduro a convocar unas elecciones presidenciales anticipadas? ¿Cuáles son esos poderes? ¿Existe, por ejemplo, una oposición muy unida, con un liderazgo cohesionado, en la que todos se aceptan y respetan, con partidos verdaderamente democráticos y con liderazgo colectivo, con una organización activa y desplegada en cada rincón del país haciendo política y buscando seguidores, todos remando en una misma dirección, con un amplio y robusto poder de convocatoria en la calle, con 60% de aceptación entre los ciudadanos? ¿Eso existe? ¿O están contando con una intervención militar internacional? ¿O creen que son suficientes las sanciones internacionales para torcerle el brazo a Maduro? ¿En serio?
-Entonces, ¿la oposición debe rendirse?
-Jamás. Solo necesita rehacer su juego. Comenzar a trabajar en los escenarios donde se tienen las mayores fortalezas, no donde son más débiles. Ese es el abecé en la historia política universal. Yo aconsejo a los dirigentes de oposición que, como dicen en mi pueblo, “agarren aunque sea fallo”, el “todo o nada” no es posible, hay que aprovechar todas las rendijas que surjan, hay que dejar de alardear de poderes que ya no existen (porque fueron dilapidados con estrategias fallidas). Por cierto, Maduro está ante el mismo dilema, y no puede seguir fanfarroneando de poderes que ya no tiene. Él ha fracasado más que la oposición. Su socialismo es inútil y no va a funcionar bajo los actuales parámetros. Necesitan grandes cambios. Deben rehacer su juego. Y esta es una oportunidad de oro que nadie debe dilapidar. Ambos tienen la misma necesidad. Sinergizando democráticamente podrán tener mayores éxitos. A partir de la teoría de la confrontación tienen la derrota cantada.
-Si ya no quedan poderes de coacción suficientes para forzar a Maduro a hacer grandes concesiones, ¿cuál es la otra manera de entenderse en una negociación?
-Si la oposición no tiene suficiente poder de coacción para obligar a Maduro a aceptar todas las exigencias opositoras, entonces hay que apelar al poder de convicción, y este se expresa a través del diálogo franco y respetuoso entre las partes. Esto no significa que alguien deba renunciar a sus posiciones políticas, todo lo contrario. El objetivo es ir construyendo un ambiente de confianza entre las partes. Dicho de manera más precisa: hay que bajarse del ring e iniciar conversaciones cruciales, las cuales “son cualquier cosa menos transacciones”, como dijera Stephen Covey. Se trata de crear un nuevo plano de vínculos políticos y sociales entre los venezolanos basado en la sinergia. No se trata de “mi manera” ni de “su manera” de ver las cosas sino de nuestra manera. Hay que derrotar la obsoleta e inútil teoría de la confrontación y comenzar a practicar la gobernanza como nuevo paradigma político del siglo XXI. Creo que eso es posible lograrlo. La mayoría absoluta del país está de acuerdo con el entendimiento.
-¿Y cree que es posible iniciar conversaciones cruciales entre chavistas y opositores?
—Depende de cuál sea el nivel de compromiso que los políticos de oficio tengan con un país que está destruido y hundido en el mayor sufrimiento de nuestra historia. Es su prueba de fuego. Si no lo hacen pensando en el país, este les pasará por encima e inventarán nuevas opciones. En eso anda toda América Latina. Es el mismo problema de fondo.
-Pero ¿es posible lograr acuerdos que convenzan a todos?
-Creo que sí. A mí me pareció muy interesante el planteamiento de Guaidó de construir un Acuerdo de Salvación Nacional. Pero lo primero que deben hacer ambos factores es renunciar a la idea de que toda la crisis del país se circunscribe a la crisis política. Solo 15% de los venezolanos cree que esta es la crisis que debe resolverse con mayor urgencia. Para 80% lo más importante es la crisis económica, la de la pandemia, la de los servicios públicos, la del éxodo, en fin. Creer que la mayoría del país está pendiente de lo que ocurre en el CNE, o lo que pasa con las tarjetas de algunos partidos, es una gran equivocación. Lo que la mayoría quiere es trabajar, producir, comer, curarse del covid, tener gasolina, gas doméstico, agua, electricidad, ver a cuál país se pueden ir huyendo. Hasta ahora casi ninguno de los políticos, tanto del Gobierno como de la oposición, ha propuesto nada coherente para resolver la crisis económica en lo inmediato.
-Algunos dicen que si no se resuelve primero la crisis política no se resolverá la crisis económica…
-Si la solución a la crisis política pasa por una ruta electoral que tomará su tiempo, ¿qué vamos a hacer mientras tanto con las necesidades básicas de la población? ¿Dejar que el país se muera de hambre y por la pandemia? Creo que es hora de poner la economía, la pandemia y los servicios básicos en el primer plano de las negociaciones. Estos temas hay que sacarlos del debate político. Son temas de nación. Por ejemplo, hay que reactivar con urgencia el aparato productivo del país. Hay que crear un nuevo pacto social, donde los empresarios privados se sientan estimulados para invertir. Como ciudadano, quisiera ver a todos los políticos activados en este frente de trabajo. Toda la nación debe darse la mano para poner a rodar de nuevo la economía. Por eso los empresarios privados y sus gremios tienen un rol fundamental en estos momentos cruciales de la historia del país.
-¿Eso a quién favorecería?
-Los más interesados en la reactivación económica debieran ser los opositores. Si a partir de ahora la ruta política es de carácter electoral, entonces los votos importan mucho. En el exterior existen 3,5 millones de electores opositores que no tienen capacidad de votar en ningún proceso electoral. Su retorno al país es clave, y esto depende de una mejora en la calidad de vida de los venezolanos. Por tanto, la oposición debe trabajar muy duro para hacer que arranque de nuevo la economía del país. Por el contrario, al gobierno le interesa estimular el éxodo por tres razones: se desprende de muchos opositores, disminuye la carga social, y de paso los que se van envían remesas de miles de millones de dólares a los que se quedan en el país. Entonces saquemos conclusiones.
-Sobre la confianza de los venezolanos hacia la política interna y externa, ¿qué se puede lograr y esperar? En las redes sociales se cree que terminará este nuevo proceso sin ningún acuerdo y que el régimen buscará oxígeno. También pareciera que la dirigencia de la oposición perdió más credibilidad.
-Todos los factores políticos han perdido credibilidad, no solo la oposición. La confianza en el liderazgo político en general está en el suelo, y justo ocurre cuando el país más necesita una conducción política asertiva y confiable. No podemos adelantarnos a los resultados del proceso de negociación. Lo único cierto es que no hay otras alternativas a la negociación. Podrán hacerlo bien o mal, pero igual tendrán que sentarte en la mesa, y sacar el mayor provecho posible en ella. Pensar que se van a obtener todas las concesiones que se le exijan al gobierno es una vana y peligrosa ilusión, pues de ser así ya esto no sería una negociación sino una capitulación del adversario. Y eso no está planteado.
-En la dirigencia opositora hay los que aseguran que el nuevo Consejo Nacional Electoral es uno de los más equilibrados y con mejor representación opositora en mucho tiempo.
-Creo lo mismo. Pero pienso que se ha cometido un grave error con las expectativas creadas a la población acerca de lo que debe ser un nuevo CNE, y sostener además que de ello depende el éxito opositor. Con el anterior CNE dirigido por Tibisay Lucena, con cuatro rectores chavistas versus uno de la oposición, la tarjeta de la Unidad obtuvo en 2015 una contundente victoria. Aquel CNE no alteró los resultados, pues la ventaja era abrumadora y la oposición tenía una buena organización electoral, una excelente campaña paraguas, asistió totalmente unida y con candidatos únicos. Fue la victoria perfecta, y el CNE no pudo ni quiso alterar nada. El TSJ fue el que anuló posteriormente a tres diputados de Amazonas. De manera que lo menos importante es la composición del CNE. Sin embargo, hoy existen dos representantes de oposición, Enrique Márquez y Roberto Picón, muy calificados y respetados por su honestidad y capacidad. Igual podíamos decir de Vicente Díaz. En realidad más deben preocupar los desencuentros y las absurdas divisiones internas, la multiplicidad de candidatos. Eso sí garantiza una limpia victoria chavista.
-Aún sin haberse comenzado con la negociación, ¿se puede hablar de un fracaso en torno a la ruta que planteó Guaidó o a la posición que mantuvo hasta antes de presentar el Acuerdo de Salvación Nacional?
-Nadie discute a estas alturas que tanto el “Maduro, vete ya” como el “cese a la usurpación” fueron de los mayores fracasos políticos del continente. Se dilapidaron muchos recursos en objetivos inalcanzables. No se aprovechó adecuadamente el poderoso apoyo internacional. Las sanciones fueron puestas al servicio de unos objetivos equivocados, en vez de utilizarlas para presionar a unas negociaciones que condujeran a un desenlace electoral. Justo lo que hoy se está haciendo pero con muchos obstáculos, prejuicios, y desencuentros. No olvidemos que todo fracaso conlleva inevitablemente un período de caos, de culpabilizaciones mutuas, de desvaríos. Pero luego deben ocurrir dos cosas para evitar la muerte: diseño de nuevas estrategias y una sana rotación de los actores, es decir, de líderes (lo cual no significa que renuncien a la política) para colocar al frente a personas idóneas, confiables y totalmente comprometidas con las nuevas estrategias. Si no ocurre esta rotación, entonces se hace más compleja y prolongada la recuperación.
-Basado en la experiencia, ¿cómo llegará Venezuela al 21 de noviembre?
-Soy optimista. Creo que por fin entendimos lo que hay que hacer de manera correcta. Llevo años advirtiendo todos estos escenarios caóticos. Pocos lo atendieron en su debido momento. La arrogancia y los intereses personales prevalecieron. No había espacio para escuchar. Ya debemos encaminarnos hacia una nueva dimensión de la política. Lo que está ocurriendo en todo el continente no es ninguna casualidad. Es una crisis sistémica acompañada de una crisis de democracia en casi todas las estructuras políticas de Venezuela y toda América Latina. Es un cambio de eras históricas. El viejo orden político del continente se derrumbó, y aún no aparece el nuevo orden, por tanto estamos frente un verdadero desorden y caos. El quiebre de los partidos hizo que la política se convirtiera en tierra de nadie. En todas partes está aflorando quienes quieren llenar ese vacío. Generalmente son personas improvisadas en la política que terminan fracasando. Y aquí vamos en este columpio político donde hoy está en el poder lo que llaman la izquierda, mañana viene la derecha y pasado mañana vuelve la izquierda, y así hasta que afloren los partidos de la nueva era histórica. En este nuevo milenio, Venezuela está en condiciones óptimas para rehacer su desempeño como nación. Solo falta poner las ideas en orden y construir un nuevo liderazgo que nada tiene que ver con edades sino con niveles de pensamiento. Hay mucho trabajo por delante. Hay que renovar los partidos políticos y construir nuevas fuerzas. Estamos frente a un nuevo rostro del poder, y hay que actuar en consecuencia.
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