El tatuaje de una flor en la zona intercostal le permitió a la familia de Diego Andrés reconocerlo. El muchacho llevaba varios días muerto y enterrado al lado del caño de Barrio Morichal.
De manera extraoficial se conoció que la víctima tenía golpes y un trazado de proyectil en la zona de la clavícula.
Se conoció que el hoy occiso tenía su residencia en el sector Brisas de Morichal.
Cuando desapareció, lo vieron por última vez en la plaza El 7, en pleno casco central. Según estaba en compañía de una dama, que tenía poco tiempo de haber llegado de Brasil.
Después de dicho encuentro, relata la fuente, el muchacho se dispuso regresar a la casa de su abuela, donde vivía.
Resulta ser que Diego nunca llegó y pasada las horas, supuestamente, la misma allegada comenzó a comunicarse con los parientes directos de la víctima para saber de él.
Tras activarse la búsqueda, recibieron una llamada en la cual indicaban que el joven estaba muerto y que además fue enterrado en el referido sitio.
Para confirmar la información familiares se dirigieron al sitio con una comisión del Cicpc, dando con los restos mortales de Diego Andrés.
El cadáver fue llevado hasta la morgue del Cementerio Municipal para la respectiva necropsia.
Los agentes del Cicpc investigan el caso.