El anuncio de la muerte de Carlos Revette, alias Koki, ha generado más revuelo en la opinión pública que en los propios habitantes de la Cota 905, donde hacía vida mantenía control territorial hasta hace varios meses. Los vecinos del lugar se mueven entre la duda y la desconfianza después de que se confirmó por parte del ministro de Interior y Justicia, Remigio Ceballos, que luego de un presunto enfrentamiento, funcionarios de seguridad habían matado a Revette.
A pesar de que hubo un traslado controlado de su cuerpo hasta la morgue de Bello Monte el martes 8 de febrero y las autoridades notificaron que el cadaver serían cremados, 48 horas después de realizada la autopsia no se había presentado ningún familiar a reclamar sus restos y ni siquiera hubo presencia de un fiscal del Ministerio Público.
«Ver para creer, dicen por ahí», replicaba una habitante del sector Las Quintas el miércoles. Ella, al igual que medio país, ha visto imágenes que van rodando a través de redes sociales que le aparecen una y otra vez con datos no verificados. Muestra en su celular algunas fotos que ha recibido en las que a duras penas se observa un lugar montañoso sin mayores referencias, muchas armas, impactos de bala en paredes y funcionarios en despliegue. Pero hasta ahora nada de Koki.
«Aquí todo el mundo sabe quién es quién. No nos van a engañar con una foto chimba, por eso es que en las redes no hay ni una», dice. No habla más del asunto, se encoge de hombros e insiste con la frase bíblica de Santo Tomás: ver para creer.
Muchos residentes de la Cota 905 van compartiendo a través de sus teléfonos lo que se van enterando. Algunos con el miedo solemne que les deja vivir bajo estado de sospecha. Otros comparten teorías que suenan rebuscadas pero que van siendo escuchadas con cierto matiz de lógica dentro de una comunidad que ha visto de todo.
«Sabemos que el gobierno dice lo que le conviene, pero ¿cómo apareció ese celular así de papayita y fue justamente con ese teléfono que él se tomó una foto? ¿Y ni siquiera se filtró una sola del montón que seguro le tomaron los policías que le dieron los tiros? Pero qué vamos a saber nada si ya dijeron que está muerto, que lo van a cremar y listo: cerrada la historia del Koki», comenta un vecino del sector Las Luces en referencia a la información de que los funcionarios dan con el paradero de Revette al hallar en el sector Las Tejerías un teléfono móvil con una selfie del pran.
Todavía se desconoce el paradero de Garvis y Vampi, lo que alimenta las teorías de quienes vivieron cerca de ellos de que las autoridades siempre supieron dónde estaban y aseguran que solo reactivaron el caso «para mostrar que sí los estaban buscando y que fue un éxito».
El periodista Javier Ignacio Mayorca informó que de forma extraoficial se conoció que el cadáver de Revette tenía cuatro impactos de bala. La autopsia fue practicada por la patólogo forense Yannoselis Cruz, en presencia de la comisaria Lisette Moreno Rivera, directora del Senamecf, y el viceministro del Sistema Integrado de Investigación Penal, comisario general Humberto Ramírez.
El procedimiento ocurrió el martes en la noche, a puerta cerrada. La identidad de Revette fue confirmada a través de la necrodactilia.
Por algunas veredas de la Cota 905 el silencio impera. La gente sube y baja por los callejones pero en la avenida se siguen encontrando las sucesivas alcabalas policiales que han mantenido el ambiente de operativo permanente desde hace siete meses, cuando una intervención armada en la zona extirpó al lugar de la banda del Koki luego de un lustro.
En realidad, nada ha cambiado en la Cota 905 desde aquellos tres días de incesante tiroteo en los que se paralizó media ciudad de Caracas durante el 7, 8 y 9 de julio de 2021, y que dejó entre el 10 y el 23 de julio, 27 asesinatos por parte de fuerzas de seguridad del Estado -según registró Monitor de Víctimas-, un número indeterminado de detenidos, heridos, allanamientos ilegales en las viviendas y una especie de estado de sitio para todo el que vive en el barrio.
El Koki acaparó la atención de la opinión pública por ser identificado como uno de los tres cabecillas -junto a alias Garbis y Vampi- de la megabanda que tenía el control de la Cota 905, El Cementerio y parte de El Valle, quienes desaparecieron sin que las autoridades pudieran determinar su ubicación durante más de medio año.
Las versiones extraoficiales y algunas provenientes de las mismas autoridades señalaban diferentes paraderos internacionales. En agosto, Oscar Moreno, comandante de la Policía de Cúcuta, levantó una alerta ante la sospecha de la supuesta presencia de alias Koki y otros integrantes de la banda que supuestamente fueron vistos en el área metropolitana de Cúcuta. Luego desmintió el dato y aseguró que no estaban en territorio colombiano.
El General Óscar Moreno, comandante de la @PoliciaCucuta, asegura que alias «#Koki» cabecilla de un grupo criminal procedente de Venezuela no estaría en esta zona de frontera, como se asegura en redes sociales.
El gobierno de Nicolás Maduro incluso ofreció atractivas recompensas por Koki, Vampi y Garbis, cada una por 500.000 dólares. Casi como una leyenda urbana, cada cierto tiempo el paradero de Koki cambiaba de posible localización: algunas veces Colombia, otras tantas México e incluso corrió el rumor de que había llamado a miembros de la banda que aún permanecían en la Cota 905 para que prepararan el territorio porque él regresaría en diciembre.
Hasta que un fin de semana cualquiera, de nuevo las balas rompieron la tranquilidad de la gente y otro tiroteo ocurrido a 69 kilómetros del que tuvo epicentro siete meses atrás, dejara en el camino el rastro de una foto selfie guardada en un celular dejado a su suerte en medio de un operativo policial realizado en Las Tejerías, el domingo 6 de febrero: Koki, con algo de barba, echaba por tierra las versiones de que se escondía en Cúcuta, Colombia, y que apenas un corto tramo de carretera lo separaba de Caracas.
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