Las vacunas de Pfizer y Moderna adaptadas a la variante ómicron del coronavirus tienen ya luz verde de las autoridades europeas y estadounidenses, pero ¿por qué hay que actualizarlas, protegen igual que las primeras, sus efectos secundarios son los mismos?
El español Federico Martinón-Torres, miembro del Comité asesor de vacunas de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa, contesta a Efe estas preguntas e insiste en que, aunque estemos en una fase diferente, la pandemia aún no ha terminado.
El virus SARS-CoV-2 ha ido evolucionando y las nuevas variantes se van diferenciando de la cepa original.
Las primeras vacunas se crearon con la cepa de Wuhan (China) y aún sigue funcionando, pero la respuesta es menor en relación con las nuevas variantes, por eso se actualizan, buscando que sean tan buenas como las que teníamos al principio frente a la cepa original.
Las dos vacunas que aprobó el pasado día uno la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) incluyen tanto antígenos de la cepa de Wuhan, como de ómicron. Por tanto, funcionan como un refuerzo ante la original y además estimulan nuestro sistema inmune frente a ómicron.
En vez de incluir un único antígeno incluyen dos. Uno de ellos es el mismo que ya estaba en la composición original de las vacunas y que corresponde a la proteína S (la que usa el virus para entrar en las células) de la cepa original.
Ahora se añade una nueva variante, según el tipo de vacuna. En las bivalentes de ARN mensajero aprobadas por la EMA es la proteína S de la variante BA.1 de ómicron. Así estimulan nuestro sistema inmune para protegernos no solo frente a la forma original del virus, sino a su adaptación más reciente.
En este momento, la aprobación es exclusivamente para que se usen como dosis de recuerdo para personas correctamente vacunadas frente a la covid-19, es decir, se administrarían al menos tres meses después de haber recibido la última dosis de refuerzo de la vacuna original.
Eso no quiere decir que, con el tiempo, se pueda modificar esta ficha técnica, pero a día de hoy están pensadas para administrarse exclusivamente como recuerdo.
Generan una respuesta mejor. Frente a la cepa original vemos que se mantiene el mismo tipo de respuesta que se producía con las primeras vacunas y, a mayores, ahora generamos una respuesta específica frente a la variante ómicron, que ahora es la predominante en todo el mundo.
Sí. Las dos actualizaciones aprobadas, ambas basadas en ARN mensajero, son desde el punto de vista conceptual y de composición iguales en lo que serían los excipientes y la formulación. La única diferencia es que incluyen dos antígenos.
Al tener la misma tecnología y principio de acción no esperamos que tengan impacto en la transmisión, lo que se pretende es que protejan frente a la enfermedad clínica, fundamentalmente contra la grave.
Eso no quiere decir que no sea interesante tener, en algún momento, vacunas que también protejan contra la transmisión, de las que hay algunas en desarrollo.
No, eso no es así. A medida que el virus se ha modificado desciende relativamente la eficacia, por eso adaptamos las vacunas, pero en los que recibieron la pauta completa la efectividad para prevenir la hospitalización y las formas graves de covid-19 sigue siendo muy elevada.
Estudios de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos dicen que un no vacunado tiene un riesgo 42 veces superior de morir que una persona correctamente vacunada.
Las vacunas no solo estimulan la inmunidad humoral (los anticuerpos), sino también la celular, que vemos que persiste a lo largo de las variantes, lo que es garantía de que si seguimos vacunándonos correctamente mantendremos un nivel de defensa razonablemente bueno frente a la covid-19 grave.
Previsiblemente, todo el mundo acabará necesitando una dosis de recuerdo siguiendo el mismo orden y prioridad usados en las dosis anteriores. Cuándo, cómo y la velocidad dependerá de cómo decida hacerlo cada país en la práctica.
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