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La sociedad venezolana en general, y los sectores democráticos opositores al actual régimen político en particular, tienen un parecido a la Torre de Babel. Todos hablamos, opinamos, discutimos pero no nos entendemos. La perversa conducta de la camarilla roja inoculó a nuestro cuerpo social una elevada dosis de tóxicos disolventes que hacen muy difícil lograr el dialogo, el encuentro y una convivencia básica, ordenada por reglas elementales que permitan encauzar de forma eficaz la lucha para el restablecimiento del estado de derecho en nuestro país.
El régimen de forma alevosa nos ha empujado a este abismo de fraccionamiento en el que nos encontramos. Ahora, conocedor de esa situación, anuncia con bombos y platillos que va a restablecer el diálogo con la oposición venezolana, exigiendo que a dicho proceso concurran los representantes de los diferentes grupos en los que nos ha subdividido. Ellos saben que allí pasarán los días y los meses y no surgirá una solución consensuada para encauzar, en este año, una solución electoral a la crisis política, causa fundamental de la tragedia humanitaria que padecemos.
La camarilla roja se aprovecha, entonces, de esas circunstancias para ganar tiempo en su ilegítima gestión de los poderes del estado y prepara sigilosamente la celada con la cual perpetuarse.
Quienes ejercemos tareas de liderazgo y conducción en la vida política no podemos obviar esa realidad, si de verdad nos mueve, por encima de nuestros intereses y aspiraciones personales o grupales, un amor sincero a esta patria venezolana. La tragedia de nuestra nación no da para más egoísmos y ambiciones subalternas. Se debe imponer una voluntad superior para lograr un proceso de reencuentro a partir de los ciudadanos.
Si los “dirigentes” no pueden o no quieren entenderse porque se han producido rupturas políticas y hasta afectivas, que hacen imposible el diálogo y la convivencia, entonces debemos apelar a los ciudadanos para que ellos definan qué ideas y liderazgos aceptan para la conducción de la vida nacional, creando las bases que garanticen hacia el futuro el derecho de todos a ejercer sin obstáculos sus derechos fundamentales.
En este sentido considero conveniente trabajar en el diseño de un proceso de negociación, entre los sectores políticos diferentes al régimen, que estén dispuestos a preparar una plataforma política para enfrentarlo en el momento que se presente la próxima contienda electoral para el poder nacional.
Ese proceso de negociación debe ser producido, organizado, desarrollo por venezolanos, adelantado en nuestro territorio, sin dejar de consultar a los actores políticos en el exilio, y puesto en marcha por nosotros mismos. El referido proceso nos debe conducir a un gran acuerdo político de la sociedad democrática para el rescate de la democracia y para la reconstrucción del país.
El tiempo transcurre de forma inexorable. Es un recurso no renovable y debemos aprovecharlo ya para avanzar en esa dirección. No encarar el problema, ahora, abona a la estrategia y a la táctica de la dictadura. Ir a esa mesa de negociación con el gobierno, sin tener primero un gran acuerdo en la oposición, es igual que visitar la Torre de Babel y Venezuela no está para seguir esperando el perverso juego de los egos, el sectarismo y las ambiciones subalternas.
Caracas, 21 de Marzo de 2022
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