“Los buenos guerreros hacen que los adversarios vengan a ellos, y de ningún modo se dejan atraer fuera de su fortaleza”, esta célebre frase del general Sun Tzu, estratega militar y filósofo de la antigua China, plasmada en “El Arte de la Guerra”, es un claro ejemplo de lo que ha sucedido en Venezuela durante los últimos años, tiempo en que las guerras internas de diversos factores de oposición que, lamentablemente se encaminaron por la vía de la antipolítica y la abstención, fueron llevados al terreno del partido de gobierno y derrotados en los últimos procesos electorales.
Actualmente el sector oficial está muy disminuido, con el 82% de rechazo; no obstante, la oposición tiene un porcentaje de rechazo cercano al 67%, pero con la gran ventaja que la población está manifestando la intención de ir a votar en las elecciones de gobernadores, alcaldes, consejos legislativos y concejales del venidero 21 de noviembre.
Los estudios indican que la intención de voto, en relación a las recientes elecciones parlamentarias, se ha incrementado en aproximadamente un 20%. Si logramos incrementar este porcentaje, superar las diferencias políticas y entender que tenemos la gran oportunidad de canalizar el descontento que existe en la población, debido a la profunda crisis social y económica que vive el país, convertirnos en un gran ejército, ir a la próxima batalla electoral y alcanzar la victoria.
Recientemente en la película El Rey, basada en la historia de Enrique V de Inglaterra, el hijo mayor y distante del Rey Enrique IV, quien no estaba interesado en suceder a su padre en el trono y tenía problemas de alcohol, por lo que su padre decidió que Thomas, su hermano menor, heredara el trono; sin embargo, por cosas del destino el nuevo monarca muere en una batalla en Gales, lo cual obliga a Enrique V asumir la corona tras la muerte de su progenitor.
Pese a que Enrique V había decidido no seguir los pasos de su padre y optar por la paz y la reconciliación, le correspondió enfrentarse a El Delfín, hijo del Rey Carlos VI de Francia, quien lo cuadruplicaba en ejército; sin embargo, aunque se encontraba teóricamente en desventaja, Enrique tenía a su lado a un gran consejero y guerrero, quien sabiamente le dio tres recomendaciones para enfrentarse al enorme ejército francés: nosotros podemos ganar por la arrogancia de tener la mayoría el ejército francés, por el desprecio del adversario hacia usted; además, por las condiciones climáticas el campo de batalla se ha convertido en un lodazal, donde ellos se hundirán debido a sus pesadas armaduras y caballos, mientras nosotros vamos con nuestros arcos y descalzos.
La puesta en práctica de estos consejos le permitió lograr la decisiva victoria y el Rey de Francia se vio en la obligación de ofrecer su rendición y la mano de su hija Catalina, con quien Enrique V volvió a Inglaterra como su nueva esposa. Es decir, un joven que había sido despreciado y se encontraba en franca desventaja, le ganó a uno de los más grandes príncipes de la Europa de la época.
El liderazgo de la oposición venezolana tiene la gran oportunidad de convertirse en esa especie de Enrique V, siempre y cuando entendamos que nuestras minorías y debilidades son nuestra mayor fortaleza.
Es la oportunidad de traer al gobierno, que hasta los momentos ha logrado obtener la mayoría de los triunfos electorales, debido a la fuerte maquinaria política y la concentración de los poderes públicos, al lodazal que convirtieron a Venezuela, convertirnos en esos soldados descalzos y derrotarlos, tal y como lo hizo el Libertador Simón Bolívar ante el ejército español.
Lamentablemente en Venezuela hemos vuelto a la política del siglo XIX, nos quedamos en lo chiquito, en lo mezquino, en ver cómo se deteriora el liderazgo de un gobernador o alcalde, mediante la restricción de los recursos, ahorcando a los gobiernos locales con la malsana intención de coartar la posibilidad de que lo haga bien, imponiendo además a “protectores” o figuras que lo que hacen es deteriorar la imagen de los gobernadores.
Lo más grave de esta actuación es que el más afectado es el ciudadano común, que debido a la brutal crisis que vive el país, es quien se ve en la obligación de salir diariamente a la calle para ver cómo logra resolver sus problemas cotidianos, entre los cuales se encuentra adquirir los alimentos para la familia, comprarle el uniforme a sus hijos o cómo trasladarse a su lugar de trabajo, debido a la falta de transporte; en fin, cómo consigue sobrevivir, mientras la dirigencia política está pendiente de cómo le meter una daga por la espalda al compañero, ya que las guerras intestinas o internas son más potentes que las del adversario.
Si bien en muchas ocasiones es importante aprovechar las controversias con el adversario, debe hacerse con dignidad. Por ejemplo, en estos momentos es la oportunidad de aprovechar las debilidades del Psuv, que actualmente no tiene la misma fuerza de hace unos 10 años atrás, que utilizaba su ventaja política para aplastar a la oposición, pero debemos confrontarlo a través de la vía democrática, electoral y constitucional.
Por tal razón, por más diferencias ideológicas que tengamos, en los venideros comicios debemos salir a la pista de baile como si fuésemos los campeones mundiales de salsa casino, sin pisarnos los callos unos a otros, moviéndonos perfectamente, dando un buen espectáculo con el firme propósito de generar confianza, que todos los electores deseen participar y recibamos aplausos al terminar ese baile.
El llamado es a entender de una vez por todas que el adversario es el gobierno, no quienes deseamos salir de esta crisis por la vía electoral. Yo he sido un firme adversario y he tenido un lenguaje fuerte contra el sector radical de la oposición; sin embargo, he comprendido que después de los arañazos y raspones, debemos convertirnos en un frasco de bálsamo para ir curando las heridas y llegar a noviembre juntos, porque en caso contrario el Psuv se mantendrá en los espacios políticos regionales y municipales.
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