En días recientes la directora de proyectos en Convite, Francelia Ruíz, aseguró que los adultos mayores están volviendo al mercado laboral en condiciones de precariedad, para así costear los alimentos y medicinas.
En el balance presentado por Ruiz, destaca que los abuelitos han retornado a la calle a ejercer labores de vendedores informales, carretilleros o algún oficio que les permita cubrir sus necesidades básicas.
En la capital del estado Monagas, hay muchos que han tomado la misma decisión y se han apostado en varios puntos de la ciudad como en las inmediaciones del palacio de gobierno en la avenida Bolívar, diferentes plazas y mercados de la ciudad.
Uno de ellos es Luis Centeno, un señor de 82 años, quien aseguró que más que por necesidad trabaja porque le gusta sentirse útil aunque dejó en claro que muchas veces el dinero no le alcanza, “en la casa me aburro si no trabajara quizás no hubiese llegado a esta edad”, afirmó.
Don Luis, es uno de los fruteros que están apostados en el Mercado Municipal situado en el sector Los Bloques, en su relato, destaca que a pesar de que las ventas están un poco bajas aún le permite obtener algo de dinero para al menos comprar las pastillas.
Antonio Freites es otro de los abuelos que actualmente están trabajando, a pesar de haber entregado su vida al servido en el Ministerio de Justicia y luego a la Policía del Estado al punto de ser personal jubilado, asegura en forma jocosa que “si me quedo en la casa me oxido”.
El “joven” de 74 años actualmente es contratado de la Alcaldía de Maturín y presta sus servicios en Serviamer como fiscal, destacando además que “trabajo como todos, por necesidad y porque necesito mis cosas, hasta ahora me siento con fuerzas para seguir trabajando”.
Por su parte Maigualida Lezama, a quien su único hijo se le fue para Argentina buscando una mejor condición de vida si se vio en la obligación de buscar trabajo, actualmente limpia y plancha en casas de familia, según su versión lo poco que le envía su primogénito no es suficiente para cubrir sus gastos.
“Mi hijo es ingeniero, trabajaba en Pdvsa y cuando empezó a ejercer me dijo que ya no trabajara y así lo hice, él se fue y aquí tengo gastos de medicamento, alimentación, ropa, calzado, y servicios de teléfono e internet; eso es plata y con lo que me rebusco solvento porque con la pensión no se cuenta”, afirmó la abuela de 61 años.
Los consultados aseguran que si desde el gobierno nacional se implementaran políticas que ayudaran a la sobrevivencia de las persona de la tercera, otra seria la realidad y los abuelos estarían disfrutando de lo que llamaron “su última etapa” y de los nietos.
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