Los negativos efectos posteriores a la pandemia en salud mental es un escenario que diversas voces han advertido. Es que la magnitud de la crisis sanitaria, experiencia única en la historia actual, cambió no solo nuestras vidas, también nos enfrentó sin pausa a la incertidumbre y a la muerte.
Diversos estudios y artículos hablaban de eso desde el inicio. Y no era solo interpretación, las condiciones estaban. Una crisis inesperada. Un virus desconocido que se expandió más rápido de previsto. Vidas interrumpidas. Problemas financieros. Desempleo. Muertes de familiares y amigos. Imposibilidad de acompañar en el duelo. La lista es larga.
¿Nos recuperamos emocionalmente de este impacto? Para responder a esas preguntas un grupo de científicos y científicas fueron convocados a un grupo de trabajo de salud mental por la revista científica The Lancet, para cuantificar los efectos psicológicos de la pandemia.
La idea era contar con datos, más que interpretaciones o suposiciones, sobre los efectos en salud mental de este periodo. Para eso analizaron 1.000 estudios que examinaron a cientos de miles de personas de casi 100 países.
Consideraron muchas variables relacionadas con la salud mental, incluida la ansiedad, la depresión y las muertes por suicidio, así como la satisfacción con la vida.
Se centraron también en dos tipos complementarios de evidencia: encuestas que examinaron grupos comparables de personas antes y durante la pandemia y estudios que rastrearon a las mismas personas a lo largo del tiempo.
Al revisar los datos los investigadores vieron que existían grupos más vulnerables en cuanto a su salud mental, eran las personas que enfrentan estrés financiero, mujeres y familias con hijos, que han experimentado vivencias sustancialmente más complejas. Pero al observar la población mundial en su conjunto no encontraron el panorama que esperaban. No había un gran daño en salud mental luego de la pandemia.
Los estudios que el grupo revisó sobre los efectos emocionales al inicio de la pandemia, mostraban un aumento en los niveles promedio de ansiedad y depresión, y de de angustia psicológica. Pudieron ver también que creció quienes manifestaron formas clínicas de estas afecciones.
Por ejemplo, tanto en Estados Unidos como en Noruega, los cifras de depresión se triplicaron durante marzo y abril de 2020 en comparación con los promedios recopilados en años anteriores. Situación similar muestra un estudio de más de 50.000 personas en Reino Unido, donde el 27% mostró niveles de angustia clínicamente significativos al principio de la pandemia, en comparación con el 19% antes de la pandemia.
Sin embargo, en 2021 esos niveles promedio de depresión, ansiedad y angustia comenzaron a caer. Algunos conjuntos de datos incluso indican que la angustia psicológica general regresó a niveles casi pre-pandémicos.
Un panorama similar indica un estudio de los analizados que incluye a Chile. La investigación Suicide trends in the early months of the Covid-19 pandemic: an interrupted time-series analysis of preliminary data from 21 countries, publicado en The Lancet Psychiatry indica que, en un año normal, entre el 1 de abril y el 31 de julio hay 551 suicidios, pero en 2020 solo hubo 471 suicidios en ese periodo.
La pandemia no produjo angustia intensa y prolongada que se esperaba, pero el grupo de trabajo se cuestionó que pudo afectar los niveles de satisfacción general con la vida de las personas.
¿Ocurrió ese efecto? Para examinarlo analizaron la Encuesta Mundial de Gallup, que evalúa en una escala de cero a 10, la peor a la mejor vida posible. Al comparar los resultados 2020 con años anteriores, comprobaron que no se aprecia tal baja en la satisfacción con la vida: las personas en 2020 calificaron sus vidas en 5,75 en promedio, idéntico al de años anteriores.
Que los efectos en salud mental no sean tan negativos como se esperaba, dice el grupo grupo de trabajo de salud mental de la revista científica The Lancet, se debe a un elemento, la resiliencia. “Nos sorprendió lo bien que muchas personas resistieron los desafíos psicológicos de la pandemia”, indican los investigadores.
Esa respuesta a la pandemia tiene su base en lo que la psicología ya ha indicado: las personas son más resistentes de lo que ellos mismos se dan cuenta. El sufrimiento existe, pero tiende a superarse más rápido de lo que se cree.
Especular sobre qué ocurrirá en salud mental en una situación extrema, como ha sido la pandemia, es natural, dice Juan Pablo Kalawski doctor en Psicología y docente de la Universidad Autónoma de Chile.
“En los temas de salud mental nos encanta tener opiniones, pero muchas veces los datos y los estudios muestran una foto diferente a lo que se esperaba”, aclara.
Y eso fue lo que pasó en este caso, según concluye el estudio del equipo convocado por The Lancet.
“Existía la expectativa de una pandemia de salud mental y hay muchas razones para pensarlo, pero los datos muestran algo diferente, se muestran grupos vulnerables sí, mujeres, personas con problemas económicos y mujeres con niños pequeños, pero no efectos en toda la población”, indica el investigador.
Kalawski en una investigación titulada So… Where Is Resilience? A Conceptual Reflection, revisar críticamente el desarrollo histórico del concepto de resiliencia en psicología y psiquiatría, y junto a la investigadora Ana María Haz, proponen no considerar la resiliencia como una variable psicológica en sí misma. Más bien, explican “sugerimos que todas las personas que presentan un resultado inesperado frente a una situación adversa determinada deben considerarse resilientes, independientemente de las causas de ese resultado”.
Y esa misma resilencia es la que habría actuado en estos meses de pandemia. La principal conclusión de la revisión de estudios a nivel mundial es que la mayor parte de la población se ha ido adaptando y no ha visto dañada tan profundamente su salud mental.
Lo anterior que no significa, dice Kalawski que esté bien el confinamiento o que vivir en pandemia sea algo que nos guste, no necesariamente, sino más bien indica que no lleva a problemas tan graves. “Lo importante no es que estemos felices con la pandemia, si no que no nos quiebra”, aclara.
Para quienes ha sido un proceso más complejo, no se debe exclusivamente a la crisis sanitaria, sino que muchas veces por vulnerabilidades previas como “con presiones sociales de género, de clase social, entonces esas personas que entre comillas se quiebran, también se pueden recuperar si tienen el apoyo adecuado”.
La humanidad ya ha vivido esto antes. Y también pudo superarlo. Kalawski pone de ejemplo lo que ocurrió en Gran Bretaña cuando Londres fue bombardeado por Alemania en la Segunda Guerra.
En momento en que a través de frases como “Freedom is in Peril: Defend it with all Your Might” (La libertad está en peligro: defiéndela con todo tu empeño), “Your Courage, Your Cheerfulness, Your Resolution will bring us Victory” (Tu coraje, alegría y determinación nos dará la victoria) y la más conocida “Keep Calm and Carry On” (Mantenga la calma y continúe), se buscaba justamente eso, generar resiliencia en un momento de destrucción y desplome moral. Y lo lograron. “Entonces eso culturalmente se convierte en un punto de orgullo para esa nación”, dice Kalawski.
En Chile, esa misma sensación se tiene con respecto a los terremotos. “Nosotros superamos este trauma, es el orgullo cultural, que hacemos frente a los terremotos. Los traumas no son buenos, pero la mayoría de las veces la mayoría de la gente los supera”, dice.
Algo que no debe mal interpretarse, “no significa que la violencia política, o el abuso sexual está bien, pero la gente sale adelante, saca lecciones provechosas, lo que resalta que los seres humanos somos más resilientes de lo que creemos, tenemos fortalezas y nos podemos sobreponer”.
Pero no es un proceso exclusivamente individual. Tal como el ejemplo en Reino Unido y en los terremotos en Chile, existe un apoyo social para lograrlo. “Acá hay que tener cuidado, porque no se trata de dejar a la gente sola, tenemos todos que apoyarnos entre todos porque no somos invencibles. Los seres humanos somos una mezcla de vulnerabilidad y resiliencia”.
El sentir que la comunidad apoya es uno de los factores más protectores en cuanto a salud mental. Por eso después de un terremoto, explica no se presenta tan generalizado el trastorno clásico de estrés postraumático. “Es un trauma, pero la mayoría no lo desarrolla porque inmediatamente surge el apoyo social, y el sentimiento de que estamos todos juntos, lo que sucedió también en Reino Unido cuando fueron bombardeados por los nazis”.
Sentir que la comunidad apoya, es uno de los factores más protectores en cuanto a salud mental. Por eso después de un terremoto en Chile no se presenta tan generalizado el trastorno clásico de estrés postraumático.
Y esta crisis, que ha cambiado la vida de la mayoría de los seres humanos del planeta, tiene ese elemento, es colectiva y transversal. Estamos todos en mayor o menor medida afectados, y viviendo algo similar. Situaciones en que el apoyo tiende a fortalecerse, lo mismo que los vínculos sociales.
Por eso preocupa, cuestiona el psicólogo que en Chile ese apoyo social no haya sido tan amplio: “Tal vez no ha habido tanto apoyo del país, han habido ollas comunes que nacen de la comunidad, pero el país de alguna manera ha dejado a la gente que ´se rasque con sus propias uñas´, cada uno tuvo que sacar su 10%, por ejemplo, pero, ¿qué pasa con quienes no los tienen?”.
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