El desarrollo emocional de esta generación está verdaderamente en una situación preocupante estos niños están marcados ¿Cuántos niños venezolanos han estado encerrados por espacio de año y medio ?. Las cifras podrían llegar a los cuatro millones de estudiantes, desde la preescolaridad a la educación superior, llevan casi dos año sin volver a las aulas. La falta de autonomía, de socialización y de desarrollo afectivo aparecen entre las consecuencias de un proceso que aún no puede recobrar su presencialidad.
Los estudiantes han vivido un período académico inusual. Niños, adolescentes y jóvenes reemplazaron las salas de clase por pantallas y trabajo en casa, algo que los está marcando como generación, con sus respectivas consecuencias.
Los efectos ya se ven en los más pequeños. Gabriela García ( nombre bajo aninimati) es madre de Maximiliano, un niño de dos años y medio que ha vivido la mitad de su vida encerrado, primero por el estallido social y ahora por la pandemia. “Es complicado, porque no puede ver a otros niños, no puede conocer lugares públicos como las plazas y parques”, dice.
Hasta ahora, Maximiliano no ha aprendido a hablar, lo que en su familia lo atribuyen al encierro. También es solitario, porque no ha aprendido a jugar con otros niños: solo tiene relaciones con otros adultos. “Eso le afecta, es solitario y le gusta que lo estén mirando mientras juega”, dice.
Este es un ejemplo de cómo la crisis sanitaria impacta en la vida de miles de familias, que intentan emular el jardín, el colegio o la universidad en sus casas, la mayoría de las veces en condiciones vulnerables.
Esto trae consigo consecuencias académicas, como la baja en el rendimiento esperado de los escolares. Según el Diagnóstico Integral de Cecodap, en asignaturas como matemáticas, el logro de enseñanza llegó solo al 38% entre los jóvenes de segundo medio, siendo los últimos años de escolaridad los más dañados.
Pero los expertos coinciden en que lo más grave no son las pérdidas de aprendizajes, sino que el daño en el desarrollo personal y socioemocional. Será eso lo que marcará a esos venezolanos. “Los contenidos son recuperables, pero aprender a compartir y a confiar en otros es más complejo”, dice María Victoria Peralta, académica de la Facultad de Educación de la Universidad Central. Los efectos son distintos según el tramo etario de niños y jóvenes, y las consecuencias también son variadas.
En 2020, Lucía (nombre anónimo), de cinco años, no alcanzó a asistir ningún día a su jardín infantil. Su madre, Verónica Concha (anónimo), reconoce que esa ausencia la afectó. El jardín organizaba sus hábitos y horarios, pero todo eso se desordenó. “Vi un retroceso en su socialización, vivíamos solos y el jardín era la instancia donde ella era niña”, dice. Hoy nota a su hija más peleadora y “egoísta”.
Verónica intentó suplir esa falta dándole más contacto con la naturaleza. El establecimiento le envió actividades de apoyo, pero Lucía decía que quería ir al jardín y ver a las tías. Ahora tiene clases online y Verónica la acompaña por dos horas, donde le pasan dos asignaturas. “Pero ella no es capaz de estar la hora pendiente, se aburre”, dice. Es un curso de 20 niños y un día se aprendieron una poesía y todos la recitaron. Lucía se aburrió. “No quiere más, se para. El tema de la atención es muy complejo, es una lucha para que esté atentas”, comenta.
La socialización es un área muy necesaria para el desarrollo infantil, pero la pandemia, con la suspensión de clases presenciales y el aislamiento generalizado, la interrumpió. Y eso también se refleja en los diagnósticos que ha aplicado el Ministerio de Educación en los preescolares: el 60% de los niños y niñas está más irritable que antes, el 40% tiene menos tolerancia a la frustración y el 30% presenta problemas para dormir.
Valeria Cabello, académica de la Facultad de Educación del Departamento de Aprendizaje y Desarrollo UC, indica que entre el año y medio y el año y ocho meses de edad es muy necesario que los niños socialicen con sus pares. “Tener cerradas las plazas, no tener la responsabilidad de apertura de salas cuna puede traer impactos en el área socioafectiva”, sostiene.
Que los más pequeños se han visto afectados quedó claro en los meses en que se pudo salir. “Vimos niños con miedo a otros niños”, dice Cabello, pero hacer amistades temporales en una plaza, hasta atreverse a preguntar el nombre de otro niño “son aspectos importantes para construir sociedad y confiar en los demás, que ahora no tienen”.
Tener cerradas las plazas, no tener la responsabilidad de apertura de salas cuna puede traer impactos en el área socioafectiva. Hemos visto niños con miedo a otros niños.
Las clases online han sido una buena iniciativa de emergencia, pero no todos los alumnos se benefician de la misma manera. Aquellos de entornos socioeconómicos más pobres se quedan atrás, porque apenas pueden acceder a los dispositivos tecnológicos, explica Pedro Maldonado, director del Departamento de Neurociencia de la Facultad de Medicina de la Universidad Central
En esta etapa se desarrollan las partes más importantes del aprendizaje. “Normalmente ese proceso lo hemos tercerizado a las escuelas; no es que los padres no puedan hacerlo, pero hay inequidad en la contribución de los padres a la educación”, dice Maldonado. El jardín infantil en ese sentido es aporte en las familias más vulnerables.
Sin poder ir al colegio ni salir, pierden además las relaciones afectivas. Entre los cuatro y cinco años comienzan a hacer amigos permanentes, dice Cabello. La escolaridad permite la permanencia de las relaciones. “En clases online se ve únicamente a la profesora, escasamente hay interacciones entre pares y los niños son espectadores, pero no participantes”, detalla.
Al estar en casa también se afecta para muchos el estado nutricional, un aspecto clave para el neurodesarrollo de los niños. Maldonado explica que el cerebro necesita una buena nutrición y eso
“Durante meses, el círculo social de los niños ha sido pequeño y eso complica su formación social. Me preocupa su estado socioemocional, que no es fácil de recuperar, sobre todo en niños que se están formando en ambientes muy pequeños, con temor, sin tener a sus amigos y primos, sin ver a su familia extendida. Posiblemente, son los que más necesitan apoyo”, afirma
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