Las instrucciones para desencadenar un desastre, haciendo que las vacunas contra la Covid dejen de funcionar, son muy sencillas según las reflexiones del virólogo Paul Bieniasz de la Universidad de Rockefeeler, Estados Unidos.
“Habiendo desarrollado una excepcional vacuna de dos dosis, con una eficacia extraordinaria, habría que administrársela a millones de personas, pero retrasando la segunda dosis”.
La receta es un retrato sarcástico de la delicada situación actual, con Reino Unido y otros países tomando la polémica decisión de retrasar la segunda inyección para disponer de más dosis en la primera tanda y poder vacunar a más personas en riesgo. Muchos expertos creen que esperar tres meses entre un pinchazo y otro puede hacer que las defensas se debiliten lo suficiente para que el virus aprenda a vencerlas.
“Permitir que el virus circule de manera descontrolada, acumulando diversidad genética, y luego proteger de manera incompleta a la población con las vacunas es lo que uno haría para generar mutantes resistentes a las vacunas”, advierte Bieniasz.
Muchos de sus colegas expresan la misma inquietud.
“No sabemos el impacto que puede tener que haya una única dosis de vacunación [durante meses]. Si la respuesta inmune inducida no es óptima del todo, al virus se le da la oportunidad de cambiar y hacerse resistente a los anticuerpos”, opina la viróloga Isabel Sola.
“Me da un poco de respeto, porque los virus son como el agua, que siempre busca una rendija por la que escapar”, advierte la investigadora, que trabaja en una vacuna experimental contra la Covid en el Centro Nacional de Biotecnología, en Madrid.
El nuevo coronavirus es un mensaje de 30 mil letras químicas con las instrucciones para secuestrar las células humanas. Y, como todos los virus, no para de mutar. Acumula unos dos cambios de letra al mes. Puede parecer poco, pero dentro de cada persona infectada hay hasta un billón de virus. Y cada semana hay cuatro millones de nuevos enfermos de covid diagnosticados en el mundo. El matemático francés Émile Borel planteó esta idea hace más de un siglo: un millón de monos aporreando un millón de máquinas de escribir podrían acabar escribiendo El Quijote.
Las primeras vacunas de Pfizer, Moderna y Oxford están diseñadas para -con dos dosis- generar defensas frente al virus con 30 mil letras determinadas que se identificó hace un año en la ciudad china de Wuhan. Si se acumulan suficientes cambios en los virus actuales, las inyecciones podrían perder eficacia.
“La aparición de mutantes que escapen a las vacunas es posible, sin duda. Y si alguna de estas medidas políticas da lugar a respuestas inmunes menos marcadas o de menor duración, el escape será más probable”, opina el biólogo Andrew Read, uno de los principales expertos mundiales en la evolución de los virus.
Las defensas inducidas por las vacunas en cientos de millones de personas pueden impulsar su evolución. Administrar una sola dosis puede ser improcedente e inutil
La resistencia a las vacunas es menos habitual que la resistencia a los antibióticos, pero existe. Hay ejemplos bien documentados de variantes resistentes a vacunas, como las del virus de la hepatitis B o las del virus de la rinotraqueítis del pavo. Luchar contra un organismo que evoluciona es como intentar llegar a la Luna sin Isaac Newton. Hay que diseñar las vacunas anticipándose a la evolución, por ejemplo, induciendo defensas contra multitud de partes del virus, para que no tenga escapatoria.
La variante británica denominada B.1.1.7, que ha hecho saltar las alarmas porque parece más contagiosa, acumula 17 mutaciones características y supone un extraño salto respecto al resto de virus circulantes. El consorcio británico que vigila el genoma del coronavirus cree que la variante pudo surgir en un paciente inmunodeprimido tras varias semanas con Covid. En esas condiciones, el virus se multiplicaría a sus anchas, acumulando mutaciones y generando multitud de variantes dentro del enfermo. Un tratamiento con plasma sanguíneo de un donante convaleciente, quizá con pocos anticuerpos, podría haber creado el caldo de cultivo perfecto para que sobreviviera una nueva variante con ventajas competitivas.
“Cada persona infectada tiene una nube de mutantes”, explica el virólogo Esteban Domingo, del Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, en Madrid.
“Si administras una primera dosis, pero no das al cabo de 20 días la segunda que se requiere para tener toda la fuerza de la vacuna, generas una fuerza de selección: si hay algún mutante resistente, tendrá una ventaja y podrá empezar a infectar y multiplicarse en personas vacunadas”, advierte Domingo, pionero hace más de 40 años en investigar la variabilidad genética de los virus.
“No puedes vacunar a medias”, alerta.
Domingo cree que las vacunas contra la Covid perderán eficacia y habrá que actualizarlas, como ocurre con las de la gripe
La vacuna de la viruela logró erradicar el virus de la faz de la Tierra en 1977. La del sarampión se ha utilizado con éxito durante décadas sin que el virus haya sido capaz de evolucionar para escapar. A juicio de Domingo, la vacuna de la Covid no figurará en esta lista triunfal.
“Los científicos estamos muy acostumbrados a equivocarnos, así que no me sonrojaré si dentro de tres meses veo que estaba totalmente equivocado. Mi predicción es que con la vacuna de la Covid estaremos en una situación parecida a la de las vacunas de la gripe, con una eficacia parcial y con una necesidad periódica de actualizarlas”, supone.
La eficacia de las vacunas de Pfizer y Moderna contra la Covid alcanza el 95%, muy por encima del 50% habitual de las inyecciones antigripales. El virus de la gripe también acumula dos mutaciones al mes, pero su genoma solo tiene 13.500 letras, así que el ritmo de cambio es “considerablemente mayor” que el del coronavirus, según explica la genetista Emma Hodcroft, de la Universidad de Basilea (Suiza). El virus de la gripe escapa cada poco tiempo a la acción de la vacuna, así que hay que actualizar la fórmula cada año.
“Hay que subrayar que, sea cual sea la estrategia de vacunación elegida, existe la posibilidad de que evolucionen mutantes que escapen a las vacunas”, apunta la genetista Lucy van Dorp, del University College de Londres. La experta pide reforzar los sistemas de vigilancia epidemiológica de las nuevas variantes.
“Es improbable que una vacuna pase instantáneamente de ser efectiva a no serlo. Lo más probable sería que los cambios en el virus dieran lugar a pérdidas parciales de eficacia. Esto debería darnos tiempo para actualizar las vacunas si es necesario, lo cual es factible utilizando la tecnología de las vacunas actuales”, tranquiliza Van Dorp.
Vacunar a más personas en la primera tanda, aunque se aplace la segunda dosis, ayudará a reducir la transmisión. La urgencia por reducir las muertes y las hospitalizaciones por el virus actual supera en importancia a la preocupación por si las medidas para acelerar las primeras dosis, retrasando las segundas, pueden precipitar la diseminación global de mutantes que hagan que las vacunas sean menos eficaces o ineficaces.
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