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Continúo escribiendo en torno a algunas de las causas que condujeron- a los venezolanos- a este desastre. ¿Se olvidó lo qué hicimos? Debemos responder a nuestra acción.
Al recordar el espíritu festivo e intrascendente, con el cual, las últimas veces se votaba en la república civil; actuando como si, en vez de una votación fuera un carnaval, siento miedo. En una oportunidad, me dirigí a unas señoras, quienes alegremente decían, que votarían por Chávez. Expliqué: ¿se dan cuenta, se trata de un militar golpista, fracasado y de tendencia comunistoide? Respondieron:” ¿Qué importa? Si no sirve, lo sacamos, como hicimos con Carlos Andrés.” Los venezolanos, tristemente-muchos de manera inconsciente- protagonizamos un terrible evento en el siglo XX: la destitución de CAP. Adversaria del presidente Pérez, esto me llevó- es mi explicación, no justificación- a no darme cuenta de que, estaba en juego, nuestra democracia. Esto, a pesar de que mi madre, (QEPD) conocedora de la historia de Venezuela lo advirtió muchas veces: “Es un riesgo muy grande destituir al presidente en funciones, no sabemos que hay detrás de esto”. Creí no había razón para estas dudas. ¡Cuanta razón tenía! Hubo toda una conspiración contra Pérez y la democracia venezolana, con tentáculos desde Cuba: se nutrió y fortaleció con la “rebelión de los náufragos”, brillantemente explicado, en el libro de Mirta Rivero.
Entramos, inevitablemente, en el resentimiento, la venganza y el odio. En las “Memorias Proscritas de CAP” – en entrevista realizada por Roberto Giusti y Ramón Hernández- en su casa, devenida en cárcel, expresa sorpresa; se da cuenta de que, ha sido victima de emociones negativas, consecuencia de su actuación política.
Es la evidencia de un hombre, cuya pasión política, no contaminaba su visión del mundo cotidiano. Seguramente, veía de manera distinta a quienes lo rodeaban. No comprendió, ni conoció el odio y la rabia que le tenían sus adversarios. Me consta. Siendo presidente de la República, se me concedió la Orden Francisco de Miranda. A mí, tan dura en mis ataques; eso sí, siempre a su actuación, como político. A su conducta, no a su persona. Él lo entendió y sin importarle que fuera yo, me condecoró. Desde ese momento, me interesó la persona, el humano; aun cuando no logré aceptarlo, completamente, sino hasta después de ver su actuación como demócrata, en los hechos y sus palabras, terribles: “habría preferido otra muerte”. He pedido perdón por esa actitud muchas veces. No me gusta de mi pasado: excesivamente dogmática y apasionada, no veía claro. ¡Gracias a Dios! Cambié y rectifiqué.
Esa conducta de CAP, parece ingenua, denota a un hombre grande; y eso, lo lleva al proceso de su destitución; con todos los males que se desencadenan en el país, después del hecho. Ocurren sucesos y aspectos que no se saben: Chávez ya había atentado contra CAP, antes de dar los golpes de estado. Una emboscada en la Plaza la Estrella, de San Bernardino, en Caracas. CAP se negó a actuar contra el joven. ¿Prepotencia, ingenuidad, soberbia, benevolencia? Nunca lo sabremos.
También imprescindible señalar la descalificación que llevamos y sentimos los venezolanos. Por una parte, aparecemos como “caribes”, creemos saberlo todo, y por la otra, descalificamos logros. Al Libertador no hubo maltrato que no se infligiera. De allí las tristes palabras al momento de la muerte.
La Libertad de Expresión derecho y garantía constitucional, trascendental en democracia sin duda. Sin embargo, en la democracia representativa y formal, se usó y, en algunos casos, se abusó de la misma. Recuerdo: no se reconocían méritos, ni se enorgullecían por logros en el proceso de construcción de la democracia. A partir de un momento, se impuso “la denunciología”.
La construcción de la democracia es, tarea difícil y azarosa, compleja y delicada; rodeada de elementos y personajes, que quieren distorsionar la verdadera naturaleza democrática del país. No se entendía, ¿ahora sí? O, ¿tampoco? Todo lo que se hace, se construye en democracia es más difícil: hay que escuchar a todos, se debe tolerar y aceptar a las minorías. Tienen un espacio y hay que escucharlas. Como si fuera poco, lo anterior, hay que saber: “cada vez que se toma una decisión, alguien resulta herido o inconforme.” Requiere profunda convicción, en torno la democracia, como el mejor sistema. Deberá organizarse y proteger un “espacio de convivencia” para la interacción. La comunicación y la información deben fluir, sin problemas. Es bastante más difícil, lograr avances en democracia que, en una dictadura de derecha. (Las dictaduras de izquierda son un fracaso desde el principio) Ser capaces de aceptar la crítica, aun la más fuerte. Oír con atención reclamos y quejas. Aceptar los errores, atreverse a corregir, trabajar con todos. Son retos de la verdadera democracia. ¿Estamos preparados para eso? ¡Dios lo quiera así!
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