Actualmente, trabajar y tener hijos representa para la mujer venezolana un verdadero reto. Aunque se vocifera que las políticas de “ayudas” hacia las mujeres trabajadoras han mejorado, la realidad social demuestra otra situación.
Las madres venezolanas consiguen algo de ayuda con el cuidado de los hijos mientras trabaja solo en los Simoncitos Comunitarios; como una opción de atención no convencional al infante, asumiendo el cuidado y estímulo hacia su aprendizaje desde los 6 meses de edad en el año escolar, en un horario que en la actualidad, no supera ni alcanza las 8 horas reglamentarias que necesita cumplir una madre en su trabajo.
Ante esta situación, muchas madres trabajadoras optan en dejar el cuidado de sus hijos a un familiar, a un vecino, o si mucho puede, alguna guardería que les garantice el apoyo que amerita.
Se dirá “¿y dónde está el padre de esas criaturas?”, y la respuesta es simple: trabajando. Y es que, por naturaleza, por costumbre, o por la misma condición protectora y biológica de la mujer, es siempre ella, la mujer venezolana, la que en mayor proporción de tiempo y de acciones, se ocupa del cuidado de los hijos.
Esta “limitante” no es compatible con los horarios de tiempo completo, o los de medio tiempo, porque en ninguna de estas opciones, el salario en Venezuela es suficiente para satisfacer las necesidades básicas de la carga familiar.
De hecho, la mujer venezolana actualmente tiene que conciliar ser jefas de hogar con trabajos mal remunerados. Ante ello, requieren, casi siempre, de hacer “otra cosa” aparte de su trabajo estable u oficio para mejorar el ingreso mensual, que le permita solventar los gastos de la familia.
Así, un trabajo a tiempo completo para una madre, significa la separación de sus hijos por un periodo, de al menos, 8 horas diarias. Lo que es de entenderse que las criaturas pasan a ser cuidados y criados por terceras personas como cuidados diarios (guarderías), vecinos, y algunos, con el privilegio de abuelas o familiares más cercanos. En última instancia, ante la ausencia de un Programa Nacional, Regional o Local que ofrezca cuidado diario a los infantes, de tiempo completo, a tiempos extras o a destajo, algunas madres optan por una guardería privada.
Aunque la modalidad «Mamá Presente» es la tendencia, y con ello las mujeres han empujado el sector del emprendimiento, precisamente por eso, por el cuidado de los hijos y por mejorar los ingresos al hogar, no todas tienen esa oportunidad.
Mónica Santamaria, abuela, quien refirió no se fotografiada, explicó que en su tiempo «en la cuarta, a mis hijos los dejaba en la guardería pública, yo los recibía a las 4 de la tarde, y no pedían nada como piden esos Simoncitos, que si el aliño, que si una reunión a cada rato (...). Antes no había ese problema, o le pagabas a alguien, o los dejaba en guardería, que ahora le dicen -cuidado diario-, y con tu propio dinero, de tu salario, te alcanzaba, ahora no; mi hija paga un dineral en guardería para poder ir a trabajar, prácticamente deja su salario en la guardería, trabaja en su trabajo normal, y «mata tigritos» para completar. Así es que se ayuda».
Ciertamente, una guardería representa una gran ayuda. Sin embargo, no aplica a todos los bolsillos. Los precios, según los beneficios, lugar, horarios, oscilan, por ejemplo, en Maturín, entre 20 dólares americanos y 50, por niño, por cada mes de cuidado, cancelando siempre los primeros 5 días del mes.
A duras penas los «Programas de Protección Social» alcanzan, al mes, unos equivalentes a 4,7-5 dólares americanos, y como tal no representan una ayuda para, por ejemplo, pagar una guardería privada.
Ante la realidad, y en el tan promovido «apoyo a las mujeres», en este pilar fundamental como es la atención de los hijos mientras se trabaja, hacen falta programas de cuidado y educación a tiempo completo para apoyar a todas las madres que requieren tener sus manos y mente disponibles para el trabajo, a fin de que, verdaderamente pueda aportar mejor al hogar, mientras los infantes son verdaderamente cuidados y protegidos por personal especializado, y no a la deriva, en riesgo a ser víctimas de pedofilia, o a situación de calle, por dejarlos solos «niños cuidado niños» en la casa, que se escapan del hogar a pedir o a «trabajar», mientras la madre labora.
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