María Romero se aferró a un árbol atascado para evitar ser arrastrada por el aluvión que arrasó con Las Tejerías, en Venezuela, donde este miércoles los cuerpos de rescate buscaban a más de 50 desaparecidos, que se estima engrosarán el saldo de muertos a casi un centenar.
Una ola de lodo barrió el sábado con este pueblo montañoso de Aragua. Ya se hallaron 43 cuerpos, según el último boletín oficial. Otros 56 aún permanecen perdidos.
El propio Nicolás Maduro dio por muertos a los desaparecidos: «Estamos llegando a casi un centenar de víctimas fatales de esta tragedia», lamentó el martes.
María Romero lo perdió todo y en una escuela que sirve de refugio aguarda a ser reubicada y tratar de comenzar de nuevo.
«Esto ya no es Tejerías, esto es un desastre», resumió Romero, que llegó con su familia -siete en total- a la escuela primaria que sobrevivió al deslave.
Miles de policías, militares y miembros de Protección Civil, muñidos de picos, palas y motosierras, buscaban entre el lodazal que les cubre las piernas y que con el pasar de los días se hace más compacto.
Militares lanzaron este miércoles desde un helicóptero cajas de alimentos con paracaídas para atender a las zonas aisladas.
Las autoridades adelantan además la limpieza de calles y el restablecimiento del servicio eléctrico y de agua.
Pero es mucho lo que queda por hacer. La destrucción es total.
Es que el sábado llovió en ocho horas, lo que normalmente llueve en un mes.
«Estábamos tranquilos en mi casa… y cuando vamos a ver era demasiado tarde, teníamos el agua encima», narró este miércoles a la AFP esta ama de casa de 60 años. Salieron, pero la corriente era tan fuerte que lograron aferrarse al tronco de un árbol que quedó atascado en dos paredes de una ferretería cercana.
Su esposo comenzó a subir uno a uno a los tres niños que viven en la casa, luego a los adultos. María Romero recuerda que el pánico la paralizó y no podía subir.
«Mi nieta daba gritos, mi nieta decía: ‘¡sálvennos vecinos!’, pero ¿cómo nos iban a salvar los vecinos si estaban peor que nosotros?», siguió. «Yo nunca había visto un río tan Grande, nada más en películas».
«Mi casa lo que tiene es lodo», dijo habitante de Las Tejerías.
La escuela es una primera escala antes de ser trasladados a otros albergues en ciudades vecinas.
Allí llegaron desde el sábado 18 familias que ya fueron enviadas a La Victoria, a unos 20 km. El centro educativo sirve para censar a las familias y pedir inspecciones de vivienda para determinar si son habitables.
Hay agua, comida, ropa, juguetes para los niños, que corretean por el lugar.
«Yo no quiero irme porque estoy acostumbrada ya a Las Tejerías, pero si tengo que irme, pues saldré», dijo resignada Deyanira Blanco, de 37 años, tras llegar al refugio para pedir una inspección a su casa. Por el momento, se aloja en la vivienda de una amiga.
Los vecinos se han unido a las labores de búsqueda, excavando entre la masa de barro, ramas de árboles y rocas.
El hedor o moscas alrededor son normalmente señales para buscar. Algunas personas señalan el lugar donde estiman estuvo un familiar desaparecido por última vez, esperando encontrarlo.
Gabriel Castillo, de 32 años, corría llorando de un lado a otro por el pueblo. No ha tenido noticias de su madre, su pareja ni de una prima que vivían con él en una casa a orillas de un riachuelo que se desbordó.
Tampoco los ha reportado tampoco desaparecidos. Fue hasta un hospital cercano para verificar la lista de sobrevivientes, pero no están. «Cuando vine a exponer mi caso me ofrecieron comida, pero yo no quiero comida, yo lo que quiero es que mi familia aparezca».
El deslave en Las Tejerías es el peor desastre natural de Venezuela en lo que va de siglo. En 1999, un gran deslave en el estado Vargas (norte) mató a unas 10.000 personas.
El presidente Maduro ha prometido la reconstrucción de viviendas y comercios, pero la destrucción es tal que tomará tiempo.
María por ahora necesita, quiere un lugar donde vivir. «Mi casa lo que tiene es lodo».
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