Un fuerte estallido sorprendió al caserío Caño Los Becerros, en el estado Monagas. De repente los habitantes de la comunidad comenzaron a correr aturdidos y sin dirección. Intentaban escapar de una fuerte llamarada que arropó la vivienda donde distribuían el gas el mediodía del lunes 28 de diciembre, Día de Los Santos Inocentes.
El caos y la confusión se apoderó de esa comunidad con más de 350 habitantes, ubicada a 45 minutos de Maturín. Nadie entendía lo que pasaba, el ruido ensordecedor por la explosión de unos 161 cilindros paralizó a todo mundo.
El sector, que está conformado por una calle principal y entre cuatro y cinco calles aledañas, quedó arropado por el fuego al mismo tiempo que las bombonas de gas volaban por todos lados, pues la espera de casi un año por recibir el beneficio se había convertidos en un verdadero infierno.
El llanto de dolor y la gente corriendo como antorchas encendidas hacia las montañas y calles era escalofriante; el sol se ocultó por unos minutos por una densa columna de humo, que además impedía ver lo que en realidad estaba pasando.
La alegría por pasar unas navidades felices y en familia tras una larga cuarentena por el Covid-19 desapareció entre el desespero de la comunidad por auxiliar a sus hermanos. Una tragedia nunca antes vista.
En total fueron 46 los que arropó el fuego y otros que fueron alcanzado por la onda expansiva a no mayor de 50 metros a la redonda. Las víctimas eran niños, jóvenes, adultos y familias enteras.
La desolación cubrió por completo la locación en la vía hacia Las Canoas, muy cerca de Taguaya, municipio Piar.
“Comencé a correr cuando vi la candela; corría y corría y las piernas no me daban; ya el fuego me había alcanzado”, es el recuerdo que quedó en la memoria de Marcela Suárez, una de las 46 víctimas de la explosión de bombonas.
“Nosotros querías vivir una Navidad y Fin de Año en familia, pero nos sorprendió la desgracia”, contó adolorida la mujer que sufrió quemaduras de segundo grado ambas piernas.
Aunque ella se encontraba a unos cinco metros del lugar de la explosión, sintió como el suelo se estremeció y trató de refugiarse pero no corrió con suerte.
Entre enero y febrero, cuando comenzó agudizarse el problema en la distribución del gas, el caserío se anotó en la larga lista para la atención de este servicio. Mientras tanto resolvían con leña y fogón.
Unos días antes del lunes 28 de diciembre, habitantes del Caño Los Becerros decidieron trancar la vía nacional Maturín-San Antonio para exigir la distribución de las bombonas de gas.
El día de la tragedia, la alegría se sentía a flor de piel en la comunidad: luego de una larga espera al fin tendrían las bombonas llenas.
“El camión llegó a eso de las 12 del mediodía, descargaron las bombonas y se marcharon; varias tenían fugas, pero se marcharon”, relató Lilianys Gil desde la sala de Trauma shock.
La joven, en medio de una crisis de nervios, explicó que 161 bombonas fueron llevadas a la casa de una representante del CLAP para luego ser entregadas a la comunidad.
“La bombona grande, de 45 kilos explotó y luego las otras; el fuego cubrió esa casa y otras tres; las guayas se desprendieron del poste y hasta un carro se quemó”.
Ocurrió que la llegada del gas produjo la aglomeración de un grupo de personas. Ellas esperaban en una fila recibir sus cilindros, algunos andaban con niños por no tener con quien dejarlos.
“Se percibía el olor a gas. Ellos sabían desde el primer momento de las fugas, omitieron el asunto y se marcharon”, precisó Gil.
Contó Yuleima Barreto que la explosión fue en reacción inmediata, todas la bombonas estallaron, destruyendo todo a su paso.
“Cuando llegaron, lanzaron las bombonas como si se trata de un saco de ñame; no tomaron las medidas de prevención ni cuidado al manipular las bombonas”, comentó José González, hermano de Juan Ramos.
“Fue una tragedia sin aviso, que nosotros no tuvimos chance de evitar”, aseveró con tristeza el hombre.
González indicó que el sonido de la explosión se escuchó hasta en Chaguramal, comunidad a 15 minutos en vehículos desde el lugar del suceso.
En la casa donde ocurrió la explosión se encontraban 15 personas, se salvaron de milagros, indicó Yuleima Barreto.
“Dios les dio una nueva oportunidad. Ellos lograron meterse a la última habitación de la vivienda y rompieron la ventana, logrando salir con vida del sitio”, relató
“Tenían el fuego encima, la candela consumía la puerta del cuarto y se estaban quedando sin oxígeno para respirar”, agregó.
“Todos somos una misma familia”, fue la expresión de Barreto al recordar cómo los habitantes del Caño Los Becerros salieron al frente para ayudar a sus vecinos, arriesgando sus propias vidas.
“En nuestros carros comenzamos a subir a los heridos. En una camión 350, que no reúne las condiciones mínimas, llevamos hasta el hospital de Aragua de Maturín a los primeros quemados. Las condiciones del centro de salud no eran las mejores para atender a los pacientes, por lo que fueron llevados a Maturín”, aseveró Guzmán.
Reportar lo ocurrido a los cuerpos de seguridad fue casi una misión imposible por las líneas telefónicas. Sin embargo, luego de un rato llegaron funcionarios de Protección Civil, Bomberos, Polimonagas, Polipiar y GNB.
“La gente se lanzaba sobre nosotros para que los ayudáramos. No sabíamos a quién auxiliar primero, todo era un desastre”, contó un rescatista de Protección Civil.
En ambulancias, carros particulares y hasta en motos comenzó el difícil traslado de 38 heridos al Hospital Universitario «Dr. Manuel Núñez Tovar«, donde permanecen recluidos 27 (cuatro niños, cinco adolescentes y 18 adultos).
Desde su llegada al Hospital Central de Maturín, el grupo de personas fue ingresado al área de Trauma Shock, un espacio habilitado por atender la emergencia.
El director del hospital, Darwin Moreno, encabezó el plan de contingencia para atender a las personas, junto a más de 20 médicos especialistas, residentes, enfermeros y demás personal de salud.
Un parte médico refiere que las seis personas que se encontraban graves este martes han evolucionado favorablemente, recibiendo toda la atención necesaria.
Pese al esfuerzo realizado por las autoridades sanitarias del estado Monagas, es necesaria la ayuda para la recuperación de estas víctimas, según las exigencias de los familiares.
Yuelima Barreto enumeró una larga lista de insumos, medicamentos y materiales necesarios para mantener el lugar en óptimas condiciones y evitar la contaminación de las lesiones.
A este equipo de ayuda se sumó la organización católica Cáritas de Maturín, iglesia Santo Domingo de Guzmán, gremios médicos, asociaciones civiles y otras instituciones.
Vale destacar que para el proceso de recuperación por quemaduras de segundo y tercer grado es importante contar con todos los insumos necesarios, entre ellos cremas que ayuden a la regeneración de la piel, lavados y demás cuidados, motivo por el que familiares piden una mago amiga en medio de esta emergencia.
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