Santa Salomé Rengel, era mujer del campo que le apasionaba la siembra y el trabajo, con el cual sacó adelante a sus cinco hijos; uno de estos, José Armando Flores, le dio muchos dolores de cabeza, a tal punto que ella repetía «ese muchacho me a venir matando».
Estas palabras, tomaron fuerza y luego de un tiempo la tragedia ocurrió. La mujer de 63 años fue asesinada por su propio hijo, quien le asestó un palazo en la cabeza.
Antes de este episodio de violencia ya habían antecedentes; el amor de madre la llevó a soportar en silencio los insultos, gritos y maltratos físicos por parte de este muchacho.
El 28 de julio los demás hijos de Santa recibieron una llamada indicándoles que ella se encontraba vía al hospital de Temblador porque la habían golpeado para robarle su teléfono celular, sin embargo, la realidad era otra y estaban armando la coartada para disfrazar lo sucedido.
«José llamó a Luis, mi otro hermano, para decirle que a mi mamá le habían dado unos palazos para robarle el teléfono (…), pero los teléfonos fueron encontrados, uno lo tenía José Armando», relató José Flores, el hijo mejor de Santa.
Al conocerse la verdad, porque intentaron culpar a un sobrino de la víctima, José Armando no tuvo otra opción que contar lo sucedido.
«Quizás fue parte del plan pues el teléfono, que recién mi hermano le obsequió a mi madre era un iPhone 7, tenía buen valor. Mi madre solo estaba contenta porque ahora si podía verla más clara por videollamadas», dijo Flores a través de las redes sociales, por encontrase fuera del país.
Detalló la fuente que el anterior celular de Salomé fue destrozado en un ataque de ira de José Armado y ella no podía comunicarse con el resto de sus hijos que se encuentran en el exterior.
«La mujer de mi hermano y él no trabajaban y con lo poco que recibía mi mamá querían lucrarse. La yerna de Rengel se negó a buscar un empleo y puso a mi hermano en contra de ella».
«El dolor es irreparable, una familia destrozada por la maldad y el odio de su propio hijo influenciado por su mujer. Mamá jamás la quiso por estar ligada a actos delictivos», explicó José, quien tuvo que despedirse de su mamá por videollamadas de WhatsApp.
El caso ocurre siete meses después que Monagas fuera nombrar territorio libre de retardo procesal en materia de violencia de género.
El relato del hijo menor de Santa Salomé indica que, al ellos salir de casa en búsqueda de un mejor futuro, el comportamiento de José Armando se agudizó y las agresiones hacia su madre eran más constantes.
«Este ser despreciable le había lastimando mucho a mi madre y por miedo nunca nos contó nada», dijo.
La fuente contó que «siempre (José Armando) fue el dolor de cabeza en mi casa; mi madre decía que: José va a terminar matándome y así fue».
Continúa explicando Flores que “días atrás, José Armando tomó un machete en mano y sacó de la casa a quien fuera el ayudante de mi mamá; mi madre siempre amaba trabajar la tierra y como estamos lejos algunos, ese señor le ayudaba en los trabajos pesados”.
“Tanto José Armando como su conyugue Andreina Aray habían planeado matarla y así poder quedarse en la casa y con lo poco que poseía y tener la cuartada perfecta para culpar al joven antes mencionado, que antes vivía en casa de mi madre”, aseveró.
Flores recuerda que su mamá “solo me mencionaba que tenía problemas con él, que le mataba las gallinas; le quitaba la cosecha y en una ocasión le rompió el celular para que no pudiera comunicarse”.
“Una vez, en una llamada, me dijo q Andreina Aray la maldecía y le decía q la iba a matar por taparle todo al infeliz que la mato. Y yo inocente lo que hice fue regañarla y decirle que por qué no llamaba a la policía y los sacaba de allí”.
El día que ocurrieron los hechos, en Boca de Uracoa, comunidad rural ubicada en el municipio Libertador, al frente de Tucupita, Santa Salomé estaba sola en casa, ocasión que aprovechó el muchacho para poner en marcha su terrible plan.
Flores, recuerda a su madre como una mujer luchadora, “nos crio a todos por igual. Yo jamás vi nada diferente para alguno de mis hermanos, más bien con él (José Armando) estaba más pendiente”.
José Flores tenía intenciones de sacar a su mamá, Santa Salomé, de Venezuela y que respirara aires diferente y dejara atrás el calvario que le provocaba su otro hijo.
“Yo este año iba a traerme a mi madre pero sabemos la situación para sacar pasaporte en Venezuela y jamás se lo entregaron”, añadió.
Al conocerse de este caso, a mediados de año, la opinión publicó revivió el caso de la calle Junín de Maturín, en el lugar Rosalinda Mirabal fue asesinada, mutilada, quemada; su carne repartida en una fiesta y sus huesos lanzados al caño Orinoco.
El silencio sin duda alguna fue el pasaporte que llevó tanto a esta primera mujer, como a Santa Salomé a la tumba, siendo asesinadas en manos de un hijo, quien llevó por 9 meses en su vientre, pariendo, criando y luchando para darles un mejor futuro.
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