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La osteomielitis es una infección ósea caracterizada por la inflamación del hueso y el tejido circundante, provocada generalmente por bacterias.
La causa más común de osteomielitis es la infección bacteriana. Esto ocurre en casos específicos, cuando la bacteria que se contrae, se propaga en el cuerpo a mayor profundidad y afecta la sangre, los huesos o las articulaciones, según el portal médico MedlinePlus.
Puede originarse de varias maneras: a través de una herida abierta o una cirugía que introduce bacterias directamente en el hueso (infección directa), la propagación de bacterias desde una infección en otra parte del cuerpo a través del torrente sanguíneo (diseminación hematógena), o la extensión de una infección en tejidos cercanos, como en una articulación, al hueso (infección por contigüidad).
Los síntomas incluyen dolor en el área afectada, hinchazón, enrojecimiento y calor. Además, los pacientes pueden experimentar fiebre, escalofríos y malestar general. La infección puede afectar la movilidad y la función del hueso afectado, y en casos crónicos, puede causar la formación de abscesos o la destrucción del tejido óseo.
Los riesgos asociados con la osteomielitis incluyen la diabetes, enfermedades vasculares y sistemas inmunitarios comprometidos, que pueden aumentar la susceptibilidad a las infecciones y complicar el tratamiento.
Según la Mayo Clinic, esta infección en los huesos suele ser menos común debido a la resistencia natural de los huesos a las infecciones. Sin embargo, diversos factores pueden aumentar la vulnerabilidad a esta enfermedad. Entre ellos, las lesiones recientes o la cirugía ortopédica juegan un papel significativo. Las fracturas graves o heridas profundas por punción, como aquellas causadas por mordeduras de animales o la perforación con objetos punzantes, pueden ofrecer una vía para que las bacterias ingresen al hueso o al tejido circundante.
Además, las cirugías para reparar huesos rotos o reemplazar articulaciones desgastadas pueden facilitar la entrada de gérmenes al hueso. Los implantes ortopédicos, utilizados en estas intervenciones, también constituyen un riesgo elevado de infección.
Otro factor crucial es el deterioro en la circulación sanguínea. Cuando los vasos sanguíneos se dañan o se obstruyen, el cuerpo enfrenta dificultades para distribuir las células que combaten las infecciones y prevenir la proliferación de infecciones menores. Un corte pequeño puede convertirse en una úlcera profunda, exponiendo así el tejido y los huesos a posibles infecciones.
El dolor en el hueso afectado y la fiebre son los síntomas más frecuentes. Es importante conseguir un cultivo de la zona afectada para saber cuál es el microorganismo que produce la infección y administrar así un tratamiento antibiótico dirigido. Otras pruebas diagnósticas que se suelen realizar de forma habitual son la radiografía simple, la tomografía computarizada (TC), o la resonancia magnética nuclear, además de análisis de sangre.
Generalmente se requiere un tratamiento antibiótico prolongado y a dosis altas, inicialmente por vía intravenosa y con posterior paso a antibióticos por vía oral. En la osteomielitis aguda puede ser suficiente con dicho tratamiento antibiótico, pero en la crónica puede ser necesario recurrir a la cirugía para la limpieza del foco infeccioso.
En los casos en los que se trata la infección de forma precoz, la evolución suele ser buena.
La osteomielitis tuberculosa, también conocida como mal de Pott, es una enfermedad poco frecuente en la que se ve afectada una vértebra de la columna como consecuencia de la diseminación de la infección a través de la sangre. Para tratarla se administran durante varios meses los mismos antibióticos que se emplean en el tratamiento de la tuberculosis.
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