Tomado de El País de España
Cuenta Gustavo Dudamel, que lo aprendió todo de su maestro, el ya fallecido José Antonio Abreu. La pasión por la música, cómo esta cambia vidas, cómo es un idioma universal. Y también a ir en zapatillas de deporte durante los ensayos.
Nunca vio a Abreu sin corbata, recuerda, pero tampoco se bajaba de sus Reebok negras. Él, vestido entero de oscuro, llega del ensayo con sus New Balance blancas. Ha sido cansado, sí, pero reconfortante, unir a seis grandes voces de América Latina con los músicos de la Filarmónica de Los Ángeles para un ciclo de cuatro días con la canción protesta como objetivo llamado Canto en Resistencia.
Una novedad que, como tantas que ha ido trayendo durante sus 14 años al frente de la LAPhil, como se la conoce popularmente en la ciudad, ha sido acogida primero con sorpresa y después con agrado entre sus fieles oyentes.
Esta vez Gustavo Dudamel ha hecho casi una revolución. Por el fondo y por la forma. La forma está en subir al escenario a seis mujeres de distintas nacionalidades, estilos y generaciones, para que canten junto a la Filarmónica géneros tan variados como el rap, la cumbia e incluso el reguetón.
Gustavo Dudamel con la Filarmónica de Los Ángeles: ¡Alto al genocidio en Gaza!. Para su primera noche, la del jueves, Dudamel amenizó la velada con la mexicana Ely Guerra, siguió con la chilena Ana Tijoux, continuó con la oaxaqueña Lila Downs (que pocas horas después recibiría una nominación al Grammy), y finalizó con dos colombianas, primero Catalina García, de Monsieur Periné, y de colofón, Goyo.
Para viernes, sábado y domingo contará con la mexicana Silvana Estrada, ya en solitario.
“Esto ha tomado su tiempo”, contaba Dudamel en una entrevista sobre cómo se ha decidido a realizar un ciclo así, ciertamente rompedor. “Cuando llegué en 2009 ya hice un ciclo, America and Americans, que plantó una primera semilla de buscar ese espacio, de que la identidad tuviese ese espacio”, recuerda.
“No eran conciertos tan radicales, entendiendo por radical unos músicos tan distintos”, aclara. “En estos casi 15 años todo el mundo se ha impregnado con el deseo de ampliar fronteras, más allá de romper barreras”, asegura, explicando que este “no es un concierto más” y que efectivamente tiene una carga personal y, en los tiempos que corren, incluso reivindicativa y política.
Así lo demostraron en escena las primeras cinco invitadas, todas cargadas de emoción y que recibieron una oleada de aplausos. “Gracias a esta tierra por traerme aquí y poder contar estos versos a todo el continente americano. Esto es lo que nos une”, afirmaba emocionada Lila Downs, recordando a los muchos trabajadores llegados de toda América Latina que trabajan “en los restaurantes, en las tierras de California”.
Catalina García hablaba de la música “como el camino a la curación”: “La protesta es un derecho que tenemos todos los seres humanos”.
Ana Tijoux, más política en sus gestos y palabras, sacó al escenario un aplaudido pañuelo palestino. “La palabra resistencia… es imposible hablar de ellos sin hablar de Palestina. No tengan miedo de decir ¡alto el genocidio en Gaza!”, gritaba, puño en alto. “¡Por Palestina libre! ¡Resistencia! ¡Alto el fuego en Gaza!”, clamaba, entre vítores y sin que nadie, en un país con un fuerte apoyo a Israel, se levantara de su asiento.
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