El Comité Noruego anunció este viernes en Oslo el Premio Nobel de la Paz, que este año recayó en los periodistas Maria Ressa y Dmitri Muratov por su trabajo por la libertad de prensa y para denunciar los abusos de poder en Filipinas y Rusia. El jurado reconoció su “lucha valiente” para “defender los derechos humanos” y “la libertad de expresión” en sus países, según expresó la presidenta del Comité, Berit Reiss-Andersen.
“La señora Ressa y el señor Muratov representan a todos los periodistas que defienden esos ideales en un mundo en el que la democracia y la libertad de prensa se enfrentan a condiciones cada vez más adversas”, recalcó la presidenta de la institución. “El periodismo libre, independiente y basado en hechos sirve para proteger contra el abuso de poder, la mentira y la propaganda de guerra”, añadió Reiss-Andersen. La anterior vez que se concedió el Nobel de la Paz a un periodista fue en 1935, al alemán Carl von Ossietzky por sus reportajes sobre un programa de rearme que Alemania mantuvo en secreto entre las dos guerras mundiales.
El galardón al periodista Dmitri Muratov (Samara, 1961) supone un toque para el Kremlin. Muratov, de 59 años, es uno de los fundadores del periódico liberal Nóvaya Gazeta, que echó a rodar en 1993, un par de años después del derrumbe de la URSS y en plena época de ebullición de cambios. Muratov es desde hace décadas director de la destacada publicación, una de las pocas críticas con el Kremlin que quedan en Rusia. Nóvaya Gazeta sacó a la luz escándalos políticos del Gobierno ruso y de la oligarquía, casos de corrupción y exclusivas sobre las fábricas de troles rusas, y sobre la dinámica de empresas de mercenarios como brazo armado secreto del Kremlin para sus intervenciones en el exterior. También, sobre violaciones de derechos humanos, crímenes en el Cáucaso o las purgas, torturas y persecuciones a personas LGTB en Chechenia.
El premio llega en un momento en el que la libertad de prensa y los periodistas críticos viven un momento nefasto en Rusia. En los últimos tiempos, el Kremlin puso en marcha una campaña de represión sin precedentes contra los medios independientes y sobre los propios reporteros. Redadas, arrestos, procesos judiciales, costosa burocracia y la incesante amenaza de ser declarado “agente extranjero”, una etiqueta infame que cada vez más medios independientes ostentan ―y periodistas individuales― y que les dificulta no solo la supervivencia económica sino el trabajo diario. Así que en Rusia, el premio a Muratov por sus esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión ―”condición previa para la democracia y la paz duradera”, como dijo el comité del Nobel― es un espaldarazo a todo el periodismo independiente en uno de sus peores momentos.
Una referencia en Filipinas
Para Maria Ressa (Manila, 1963), la periodista que comparte el galardón con Muratov, y cofundadora del medio filipino independiente Rappler, el galardón anunciado este viernes en Oslo confirma la importancia de informar sobre los hechos y de arrojar luz sobre lo que los poderosos preferirían ocultar.
“Un mundo sin hechos significa un mundo sin verdad ni confianza. Y sin verdad ni confianza no puedes luchar contra el coronavirus. No puedes luchar contra el cambio climático”, aseveraba inmediatamente tras conocer la noticia, en declaraciones a su propio medio, Rappler,. “Que hayamos recibido este galardón un periodista ruso y yo dice mucho del estado de Filipinas, del estado del mundo”, consideró esta reportera a la que mantener el foco sobre el gobierno del presidente filipino Rodrigo Duterte e informar sobre presuntos escándalos de esa administración le valiodiez órdenes de detención en dos años.
“El periodismo nunca ha sido tan importante como ahora, y sin embargo llevar a cabo este trabajo se ha hecho tan difícil”, consideraba, aún asombrada del reconocimiento del Comité Nobel, pero con la tranquilidad de la que hizo gala en todo tipo de circunstancias. También cuando salió sonriente de los juzgados en los que se la declaró culpable de un delito de difamación cibernética, por el que fue condenada a seis años de cárcel en 2020, un caso aún pendiente de su apelación. Como otros siete iniciados contra ella y contra su medio, por evasión fiscal entre otros delitos, y que Ressa y Rappler consideran “motivados políticamente”.
En todas y cada una de sus detenciones, esta mujer menuda ha prometido continuar poniendo el foco sobre la gestión de Duterte y su guerra contra las drogas. “No tenemos ni idea de cuántas personas exactamente mueren en esta guerra brutal… A plena luz del día vimos a la Policía recortar los números de 7.000 a 2.000 en 2017, ahora en 2021 tienes a grupos defensores de los derechos humanos diciendo que son decenas de miles, más de 30.000, y la policía dice algo muy distinto”.
Con información de El País
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