Las pinturas del joven estadounidense, de trazos contundentes y perspectiva múltiple, engrosan las colecciones de la colombiana Sofía Vergara, una de las actrices mejor pagadas de la TV en EE UU, del poderoso empresario musical Tommy Mottola o de la estrella de Hollywood Channing Tatum.
Trata de recuperar la normalidad en su San Diego natal tras haber sido durante el primer fin de semana de diciembre el centro de atención en Art Miami, una de las ferias de arte contemporáneo más importantes de Estados Unidos.
Allí, mientras la noche de la inauguración Andrés posaba para los medios y los curiosos y saludaba a coleccionistas y famosos, Chase Contemporary, la galería neoyorquina que lo representa, vendió casi toda su obra.
Sí, también la pintura de los tipos ociosos que beben y fuman y la versión cubista de Venusaur, su dinosaurio favorito del videojuego de Nintendo. Ambos, como muchos de sus otros coloridos lienzos, recuerdan inevitablemente al autor del Guernica.
Es por eso que se ganó el sobrenombre de «pequeño Picasso».
«El precio promedio de sus cuadros ronda los US$150.000″, le dice a BBC Mundo Bernie Chase, el dueño de la galería, como invitando a hacer cálculos.
Pero tener que prácticamente colgar el cartel de sold out en Art Miami no fue, en realidad, ninguna sorpresa.
Ya lo había hecho en junio durante su primera exposición en solitario en la sede de la galería en SoHo. Quienes se llevaron a casa las 35 obras expuestas pagaron por ellas entre US$50.000 y US$125.000.
Seis cifras alcanzó ese mes Ms. Cube, otro retrato de estilo cubista que pintó con apenas 9 años, en una subasta de la casa Phillips de Pury en Hong Kong, y también la obra Maya, bautizada así por la hija de Picasso, durante una gala benéfica celebrada en Capri, Italia, en julio.
Sus pinturas de trazos contundentes y perspectiva múltiple engrosan las colecciones de la colombiana Sofía Vergara, una de las actrices mejor pagadas de la TV en EE.UU., del poderoso empresario musical Tommy Mottola o de la estrella de Hollywood Channing Tatum.
Y en noviembre el cantante de BTS conocido como V compartió otro de los trabajos de Andrés con sus 50 millones de seguidores en Instagram.
«¡Gracias @andresvalenciaart por esta preciosa obra de arte! Desde que vi por primera vez tu trabajo, soy fan», escribió junto al retrato de un hombre lloroso en tonos azules. El post ha cosechado ya más de 9 millones de likes.
Todo esto tiene al joven californiano copando los titulares un día sí y otro también.
«Le piden entrevistas casi a diario. Nos han llamado de los talk shows principales, pero les hemos dicho a todos que no», cuenta tajante su madre.
«Mi hijo es un artista, pero no es un celebrity. Es, ante todo, un niño«, prosigue esta psicóloga clínica de 48 años.
«Queremos que vaya a la escuela, que estudie música, que toque el piano, que aprenda a leer y escribir en español, que salga con sus amigos al parque».
Tanto ella como su marido, Guadalupe Valencia, californianos de ascendencia mexicana y padres también de Atiana, insisten en que tratan de llevar la vida de una familia normal.
Y subrayan que las grandes ganancias de su hijo son una oportunidad más para recordarle aquello en lo que creen.
«No nacimos en la abundancia. Y yo antes de ser terapeuta clínica, fui trabajadora social durante muchos años, trabajé en casas de acogida y en entornos penitenciarios, y he visto de cerca qué es ser un desfavorecido. Nosotros somos muy muy afortunados».
Por eso, les recalcan a sus retoños la importancia de aportar a la sociedad. Algo que, aseguran, Andrés ya trae incorporado.
Mucho de lo recaudado con su arte lo ha donado a organizaciones como amfAR y Unicef. Y más recientemente destinó el 100% de las ganancias por la venta de una impresión de su obra original Invasion of Ukraine para apoyar a niños de ese país sumido en la guerra, a través de la Fundación Klitschko.
Entretanto, y aunque rehuyen a etiquetas de ese tipo, sus padres reconocen que desde muy pequeño Andrés ya era «distinto».
«Cuando tenía unos cuatro años y dibujaba, yo solía corregirlo», recuerda Elsa. «‘¿Andrés, tenemos dos ojos, no tres. ¿Y por qué estás haciéndole la nariz donde va la oreja? No hagas así la cara’, le decía».
Cuenta que dejó de hacerlo después de ver a sus compañeros de primer grado embelesados con los dibujos que acababa de hacer durante la celebración de Halloween en clase.
«A partir de ese día, di un paso atrás y no volví a interferir. Simplemente le dejé ser y crear».
Con información de la BBC
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