Hombre y mujeres, cuyas edades superan los 60 años, aún permanecen trabajando en las calles de la ciudad como “vendedores ambulantes”, sin protección alguna que garantice una calidad de vida durante su vejez como se la merecen.
Aunque está contemplado en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y en La Ley Orgánica del Sistema de Seguridad Social y la Atención Integral al Adulto Mayor, la protección integral a la vejez de los ciudadanos venezolanos, aún existen personas en Maturín, de edades avanzadas que tienen que trabajar por más de seis horas diarias para contribuir con los gastos familiares.
Tal es el caso de Damelys Estrada, de 60 años de edad y Margarita Marcano, de 74, quienes ante la imperiosa necesidad de sentirse útiles y de generar ingresos para subsistir, han vendido caramelos, chucherías y sus manualidades, durante 29 años, convirtiéndose así en íconos referenciales en la ciudad de Maturín.
La historia de Estrada puede repetirse en otras muchas mujeres adultas mayores, maturineses, que luchan a diario por existir, y apoyar a la familia. Expresó Estrada que lleva “29 años como vendedora ambulante, buhonera, o como quiera llamarlo. Con esto he levantado a mi familia. Mi único hijo trabaja, gana 20 dólares semanales, y eso no alcanza, nos ayudamos mutuamente. Él ya está por graduarse, y debo ayudarlo. No puedo dejar de trabajar. Además, me siento útil, aunque sufro de tensión alta”.
La vendedora ha estado ubicada por más de dos décadas, justo en la acera de la Tienda Dorsay. Sostiene que la economía ha hecho estragos en los últimos años, «si solo dependo de la pensión y con lo que me ayuda mi hijo, no alcanza. Así que tengo que salir a trabajar. Es como dice mi compañera, la pensión solo alcanza para un pollo, un pedazo de carne, y más nada. En mi casa solo somos nosotros dos, mi hijo y yo, y no alcanza, no puedo dejar de trabajar».
En Venezuela, por el sector público, los adultos mayores tienen derecho de gozar de su respectiva pensión, de los bonos para Adultos Mayores que mantiene activo el Carnet de la Patria y de los servicios de salud que provee el Instituto Venezolano de los Seguros Sociales (IVSS), estos últimos no satisfactorios del todo.
En el sector privado, pueden mencionarse acá en el oriente del país, la existencia de residencias VIP, por ejemplo, como es la Casa Club 55+ Plus (@casaclub55plus), que no es un geriátrico, sino una residencia con servicios médicos a precios accesibles, con actividades deportivas adaptadas a la edad, entre otros beneficios.
En esta misma línea se encuentra también Asomayor, la cual es una Asociación Civil, plural y apolítica, mejor conocida como una Organización no gubernamental (ONG), que defiende los Derechos Humanos del Adulto Mayor, quienes brindan planes sociales de salud para los abuelos y las abuelas a precios accesibles, programas para la recreación y el arte, espiritualidad, e incluso, apoyo al adulto mayor emprendedor.
Sin embargo, en Maturín se percibe apatía al respecto. «Yo solo gozo de la pensión, más nada», así lo demuestra Estrada con sus palabras. «En caso de enfermarme, ni Dios quiera, no cuento con un plan de servicio médico que realmente me garantice que van a salvar mi vida. Toca lo que esté más cerca», asintió Estrada.
Todo infiere que el adulto mayor venezolano vive de una u otra manera con poca garantía de sus beneficios sociales, tales como derecho a programas de salud reales, recreacionales, educativos y hasta finacieros.
Trabajar para apoyar a la familia
Por su parte, Margarita Marcano (74 años), aunque recibe la correspondiente pensión, expresó que “eso solo alcanzó para comprar un pollo. Yo sigo trabajando para ayudar a mi familia, a mis nietos. Toda mi vida he trabajado de manualista, lo soy, y no me puedo quedar en casa encerrada haciendo nada cuando soy creativa. Mis hijos me ayudan, pero el dinero no alcanza, hay que ayudarnos entre todos”.
Por su parte, Mauricio Vilchez, mecánico, de 70 años, por su parte, expone que los venezolanos, y muy especialmente, “los abuelos maturineses nos merecemos tener algún programa, círculos de abuelos, aldeas de encuentro, otorgamientos de asignaciones económicas satisfactorias que alcancen cubrir las necesidades básicas del adulto mayor, planes o programas para abuelos emprendedores, son válidos y se necesitan. Si tienen la voluntad, porque el poder ya lo tienen, lo hacen. Que se busque una manera real llevarlos a cabo”.
De acuerdo a la entrevistada, señaló que “redujimos la mercancía por ellos. Nos mandaron a quitar la mesa porque era de gran tamaño, para colaborar con el Plan de Renovación y Embellecimiento de la Ciudad… nos mandaron a quitar la mesa, y que usaramos unas mesas más pequeña, pero eso significa reducción de la cantidad de los productos, y ofrecer menos variedad… y de paso, la economía no nos ayuda para comprar más productos, y aquí estamos, vendiendo lo que se puede”.
“Ya una vez nos removieron para esta “Calle del Hambre”, pero con los carros estacionados allí, no nos permitían vender. Si nos van a mover de aquí, que sea a un lugar digno”, enfatizó Estrada.
Marcano agregó “que no nos vayan a reubicar en un sitio que no se pueda vender, o que pasemos lluvia… tiene que ser un sitio digno, donde nos conozcan, estemos bien, cómodas y seguras”.
En consecuencia, el llamado es a las autoridades competentes, tal como indicaron los entrevistados, en pro de mejorar su calidad de vida, honrar sus edades y reivindicar sus derechos.
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