
Entre montones de bolsas negras, envases plásticos y algunos libros, vive Rosa Almeida Padrino, conocida como “María” de 56 años de edad, quien residía en Los Corocito vía al sur de Maturín, una mujer de mirada tranquila y voz pausada que pasa sus días en un banco de la Plaza del Estudiante de Maturín. Allí, entre el ruido de los carros y el caminar de los transeúntes, ha hecho de ese rincón su pequeño refugio.
María no siempre vivió así. Alguna vez fue estudiante de la Universidad Bolivariana de Venezuela, donde cursó la carrera de Educación y soñaba con transmitir enseñanzas, con compartir conocimientos. “Estaba estudiando, pero no me he graduado todavía”, dice con cierta nostalgia, mientras acomoda con cuidado los libros que conserva entre sus pertenencias.

Su compañero desde hace tiempo Miguel Caldera, indicó que se conocieron hace años y que desde entonces se cuidan mutuamente. “Yo vendo botellas por aquí. Con eso compramos pan o un poquito de agua. Ella pide, pero tranquila, sin molestar a nadie, por algo Dios me la puso al lado”, comentó.

La vida de María, cambió hace varios años, cuando según relata perdió su estabilidad y terminó en la calle. Desde entonces, su mundo se resume en esas bolsas que guarda como un tesoro, ropa, cuadernos, libros, pequeños recuerdos, que para ella significan todo. Bajo la sombra de los árboles de la plaza, pasa su día leyendo o mirando el cielo, como esperando algo o a alguien.
Algunos de las personas que pasan les regalan algo. Pero la mayoría de los días, la sobrevivencia depende del reciclaje y de la amabilidad de los maturineses.

Aun así, María conserva una calma que desconcierta. A veces habla de sus estudios, de sus materias en la universidad o de cuando vivía en la casa de su mamá. Otras veces simplemente se queda mirando fijo hacia un lugar.
Su historia es una de tantas que se esconden a plena vista, en medio de la ciudad. Allí en la Plaza El Estudiante, María resiste con sus libros, su silencio y sus sueños intactos de volver a estudiar, recuperar su estabilidad mental, su familia y ayuda de corazones buenos.
Foto: Pasante Santiago Hernández
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