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La representación de la vida, obra, pasión, muerte y resurrección del Salvador del mundo cobra atención durante la semana santa.
Quizás sea la época en la que la fe cobra mayor fuerza por aquello de “los misterios del Señor” minutos antes de entregar su vida por amor.
Los viacrucis vivientes son la expresión popular durante los siete días que dura la también llamada “semana mayor”, y en Venezuela son el punto focal durante el miércoles y viernes santo.
En el estado Monagas los poblados de Caripe (al Norte) y Caripito (al Este), han hecho de estas fechas algo más que una tradición para los residentes, es un estilo de vida, sin embargo; para los turistas y visitantes es una oportunidad para revivir la fe.
La Semana Santa en Caripito no es una fecha cualquiera, tiene un sentido muy especial, el orgullo por representar la vida de Jesús, el amor con que realizan cada escena y las ganas por ofrecer lo mejor no tiene explicación en sus habitantes.
Miles de metros de tela son usados para elaborar los vestuarios alusivos de la época. La “Semana Santa en Vivo” evolucionó de tradición familiar a un espectáculo que aflora la fe en aquel que amó hasta el extremo.
Más de 300 actores recrean cada uno de los personajes, sin contar con la participación de miles de estudiantes de las instituciones educativas que realizan el viacrucis y “La Monumental” procesión hasta la imagen de El Nazareno, en la entrada del poblado.
La asistencia de miles de personas provenientes de todos los rincones del país es impresionante, es una fiesta religiosa de fe y regocijo.
Durante 10 días, los habitantes de Caripito ofrecen lo mejor, saben que su Semana Santa no tiene comparación con otras escenificaciones del territorio.
En el pueblo, el orgullo invade a todos el domingo, cuando con la resurrección del maestro resucitan en una fe viva que se mantiene durante el año y es renovada en la próxima Semana Santa.
En Caripito se vive una verdadera fiesta pascual donde el sufrimiento da paso a la muerte que recuerda que si Cristo no hubiera muerto, vana seria la fe.
Desde hace más de 50 años en el poblado que se ha ganado el nombre de “La Jerusalén de Venezuela”, se escenifican los pasajes narrados en la biblia que recuerdan momentos claves de Jesús.
Fue en el año 1967 cuando el presbítero Rafael Pérez Madueño inició con la tradición y la participación de jóvenes, señoras de la iglesia y colaboradores de la Guardia Nacional.
En la tierra del Guácharo, los cuadros vivientes son una tradición muy arraigada, cada año la comunidad se reúne para representar los pasajes más importantes de la pasión, muerte y resurrección.
La escogencia de los actores no se hace al azar o por cumplir con la tradición, se lleva a cabo de forma meticulosa, detallada y con cuidado; los seleccionados deben tener habilidades y profundo arraigo con la religión.
Si hay un elemento fundamental en la realización de los cuadros, esa es la iluminación. La misma debe ser adecuada para cada escena y así lograr reflejar la emoción que se busca trasmitir.
Los Cuadros Vivos cumplen un orden específico, se inicia con la entrada triunfal de Jesús en Nazaret y termina con su resurrección.
Una de las escenas más emotivas es la crucifixión, donde los actores representan con gran realismo el dolor y sufrimiento que Jesús experimentó en la cruz.
Los cuadros Vivos de Caripe son una experiencia única para quienes tienen la oportunidad de presenciarlos. Aquellos que han vivido el momento, lo describen como algo fuera de lo común, cargado de emotividad y de fe.
En el poblado no se espera el acercamiento de la fecha para echar manos la obra, saben que el éxito está en trabajar todo el año para cuidar el mínimo detalle y que la presentación sea lo más auténtica y real posible.
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