Con o sin corona, Amanda Dudamel, la actual Miss Venezuela, es una reina de la diplomacia. En entrevista con EFE, habló sin miedo sobre el feminismo, la igualdad de género, la violencia machista, el aborto y otros temas espinosos que aborda sin estridencias y fiel a su pacifismo.
A una semana para entregar su corona, la joven de 23 años sigue sonriente como la típica reina de belleza, de esas que quieren la paz mundial, un deseo que luce menos cursi en la realidad actual y en el que ella cree.
Como una auténtica diplomática, Amanda es una políglota que vivió en seis países, con culturas y maneras de ver el mundo diversas, una ventaja para el rol que ha desempeñado el último año, el de ser «embajadora» de la belleza nacional, sobre todo de cara al Miss Universo 2022, a celebrarse en enero de 2023, cuando espera conquistar la octava corona para Venezuela.
«Me considero una mujer con voz. No me considero feminista en el sentido (…) de tener que escandalizar para que mi voz pueda ser escuchada», dice la diseñadora consciente de sus privilegios, que no la salvan del machismo y de ser desestimada por motivos de género, incluso en el país que la considera la «mujer más bella».
«Siento que es algo que culturalmente aún está presente, prefiero enfocarme en lo que podemos hacer para superarlo (…) pero sin duda alguna (el machismo) se siente todavía», prosigue.
Considera que las mujeres, aun cuando han roto barreras de género, tienen «un largo camino por recorrer» que incluye «reiterar esa capacidad» de superar obstáculos y «perder ese temor» de ser escuchadas o de exigir igualdad.
«Tenemos que hacer más, tenemos que ser más quienes nos atrevamos y nos sintamos capaces, y que quienes lo hayamos logrado motivemos también a todas las mujeres que todavía sienten ese temor», subraya, reconociendo sus miedos y celebrando los ejemplos que le sirvieron para superarlos.
Amanda reina en una república cuyos índices de violencia machista se dispararon en el último quinquenio, cuando se registraron mil feminicidios, una realidad que le duele y contra la que usa su voz con llamamientos a invertir en más y mejor educación «para evitar ese tipo de actos».
Hay que «partir de que el respeto tiene que ser clave en la formación de absolutamente todos», apostilla.
Sobre la lucha por la despenalización del aborto en un país que lo prohíbe hasta en casos de abusos sexuales, dice: «Me enfoco sobre todo en el derecho que debe tener siempre la mujer de decidir sobre su cuerpo. No debe ser una entidad ajena a la mujer quien decida sobre su propio estado físico».
Y una vez más, se posiciona. Lo hace al hablar de la exclusión que viven las personas transexuales en Venezuela, donde no pueden cambiar su nombre legalmente, una prohibición que deja fuera de los concursos de belleza a las mujeres transgénero.
«Yo respaldo los derechos de las personas de la comunidad LGBT que quieren llegar a ese punto donde legalmente sean reconocidos», dice. También ve necesario apoyar a este colectivo «para que las entidades públicas o gubernamentales puedan entender» la situación de las personas trans, y estas «sigan ese camino que es natural».
Amanda ha transformado sus dos mundos más frívolos, la moda y la belleza, en un proyecto ecológico que arrancó al titularse como diseñadora, cuando creó una colección confeccionada con desechos reciclados y de uso versátil con el propósito de reducir el impacto ambiental a través de prendas sostenibles y amigables con el planeta.
«La industria de la moda es la segunda más contaminante, entonces me siento responsable también, como parte de esta industria, de tener que trabajar en pro de que ese impacto sea mucho menor», señala la modelo que, asegura, toma decisiones «muy conscientes» a la hora de vestir, sobre el tipo de materiales.
La Miss Venezuela creó su propio espacio de entrevistas en redes sociales, donde ha conversado con numerosas competidoras de Miss Universo, siendo la más reciente invitada Viktoria Apanasenko, la representante de Ucrania, quien tuvo que retrasar la conversación por apagones y problemas de conectividad en medio de la guerra.
Amanda, que se sabe escuchada en un país fanático de los concursos de belleza y con un Gobierno socio de Rusia, prefiere no posicionarse en este conflicto, pero su respuesta la define: «Soy defensora de los derechos humanos (…) cualquier cosa que vaya en contra de ellos y ataque a una persona violentamente no va a ser de mi parecer».
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