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La guerra en Ucrania y el alza del precio de las materias primas amenazan una economía mundial que todavía no se recuperó de la crisis del covid-19 y representan un jarro de agua fría a principios de 2022.
«La guerra llegó en un momento en que Europa y Estados Unidos se aprovechaban de una excelente recuperación», apunta Jacob Kirkegaard, del centro de reflexión German Marshall Fund.
En solo dos semanas, la invasión rusa «aumentó considerablemente» los riesgos, reconoció el jueves la presidenta del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde.
La institución monetaria redujo medio punto su previsión de crecimiento de la zona euro en 2022, a 3,7%. El Fondo Monetario Internacional (FMI) también avisó que rebajará las suyas.
La agencia de notación S&P Global pronosticó un retroceso de 0,7 puntos del crecimiento mundial hasta 3,4%, por la previsible caída del PIB ruso y por los precios de la energía.
La guerra en Ucrania podría costar a la Unión Europea (UE) 175.000 millones de euros (192.000 millones de dólares) por los precios de la energía, la acogida de refugiados y el apoyo presupuestario, según Jean-Pisani Ferry, economista del instituto Bruegel.
Pero Kirkegaard no teme grandes recesiones, sino más bien una estanflación, un fenómeno que aúna un estancamiento del crecimiento con una inflación elevada.
Esta inflación es persistente desde hace un año. Inicialmente estaba vinculada a la ruptura de las cadenas de suministro, pero ahora se debe al alza del precio de las materias primas, que tensa los costos de producción de las empresas y el poder adquisitivo de los hogares.
«Nos enfrentamos a una crisis del petróleo, a la que se suma una crisis del gas y una crisis de la electricidad. Esta coincidencia nunca se ha visto», constata Thomas Pellerin-Carlin, del instituto europeo Jacques Delors.
El presidente de la Reserva Federal estadounidense (Fed), Jerome Powell, indicó que cada aumento en 10 dólares del petróleo representa 0,1 puntos menos de crecimiento y 0,2 más de inflación. Su país registró un 7,9% de inflación en febrero.
Más allá de los hidrocarburos, los precios del aluminio, el níquel, el trigo y el maíz, entre otros, también se dispararon.
El presidente ruso, Vladimir Putin, advirtió incluso contra el efecto bumerán de las sanciones occidentales contra su país.
La mayoría de sectores se ven afectados por el aumento de precios.
Por ejemplo, en España ya se han cerrado plantas siderúrgicas y, en general, la calefacción, los viajes y la alimentación son cada vez más caros.
En Egipto, primer importador de trigo del mundo, «el precio del pan aumentó enormemente», aseguró a la AFP Omar Azzam, un habitante de El Cairo de 31 años. Desde la invasión en Ucrania, aumentó un 50%.
En general, Europa y África se van a ver «profundamente desestabilizadas en el plano alimentario» en los próximos doce a dieciocho meses, advirtió el viernes el presidente francés Emmanuel Macron durante la cumbre europea en Versalles, en concreto, por los problemas de las cosechas en Ucrania, sobre todo de trigo.
Por su parte, los países del G7 pidieron el viernes a la comunidad internacional que evite tomar medidas para evitar la exportación de productos alimentarios.
La expresión «whatever it takes» (cueste lo que cueste), popularizada en 2012 por el entonces jefe del BCE Mario Draghi, se tradujo en 2020 en un histórico plan de recuperación de la UE, acompañado de emisión de deuda común.
Estados Unidos adoptó varios planes masivos de apoyo a la economía, al igual que Japón.
Pero en un contexto de finanzas públicas degradadas, las ayudas en esta ocasión deben ser más selectivas y destinarse a las víctimas de la inflación.
En cuanto a las empresas, los inversores no prevén impagos, sino un «ligero estrés», apunta Christophe Barraud, economista de la compañía de inversiones MarketSecurities.
En cambio, los países emergentes, más vulnerables a la inflación, podrían ver debilitarse su situación, incluso su estabilidad política.
China, la fábrica del mundo, sigue luchando contra el coronavirus y acaba de reconfinar a nueve millones de habitantes, aunque podría ir más allá.
«Si esto ocurre, la economía se desacelerará de manera drástica. Cerrarán todo lo que puedan cerrar. Esta incertidumbre es al menos tan grande como la guerra», alerta Kirkegaard.
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