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Especial para El Periódico de Monagas
JR Amundaray
En 1936, con ocasión de los Juegos Olímpicos de Berlín, dos fieles seguidores de la filosofía de Pierre de Coubertin; el griego Jean Ketzeas y el alemán Karl Diem, lideraron todo el proceso de hacer visible la manifestación del fuego olímpico, al transportarlo mediante el uso de una antorcha que fue llevada por cinco mil atletas, hasta encender el pebetero olímpico, el 1 de agosto de ese año.
A partir de entonces, el fuego deportivo está presente en las grandes competencias, más allá de los Juegos Olímpicos. Observar la antorcha encendida es de por si emocionante, pero el hecho de entender el significado del fuego en las justas deportivas, resulta aún más sublime.
Importante destacar que este ritual ha tenido gran importancia desde la antigüedad hasta la edad moderna. Representa la leyenda de Prometeo, cuando les robo la llama a los dioses del olimpo, para entregársela a la humanidad, luego de una competencia sin descanso.
Le velocista maturinesa Glenys Báez tuvo el honor de encender el pebetero de los III Juegos Deportivos Nacionales 1982 celebrados en nuestra ciudad capital, luego que el fuego patrio llegó procedente de Ciudad Bolívar, sede de la justa anterior.
En aquel día de junio, un nutrido grupo de atletas monaguenses espero la antorcha a la entrada sur de la ciudad, en predios del Parque Andrés Eloy Blanco, para desde allí emprender recorrido por las principales calles y avenidas de la entonces bien arborizada y apacible Sultana del Guarapiche, hasta llegar a la Plaza Bolívar, primera parada del recorrido.
Entre los atletas que participaron en ese recorrido, se recuerdan los nombres de: Orlando Granados, Gustavo Rodríguez. José Conde, Neptaly Ponce, entre muchos otros.
En el día inaugural de los juegos correspondió a Glenys Báez conducir la antorcha, desde la Plaza Bolívar hasta el Estadio de Atlétismo Manuel Gómez, donde la simbólica llama permanecería encendida durante toda la competencia.
La cita de Maturín 1982, significó para Glenys Báez sus terceros juegos consecutivos, dado que en la primera edición de San Crístobal 1978, había hecho su debut, evento en el que obtuvo la medalla de plata en la final de los 100 metros planos, en aguerrida final con la zuliana Elsa Antunez.
Para los siguientes juegos, en Bolívar 1980, Báez supero a su rival zuliana, adjudicándose la medalla dorada, en la velocidad de 100 y 200 metros. De allí emprendió un largo recorrido por eventos internacionales, estableciendo un récord en el Campeonato Suramericano de Atlétismo de Chile, con 11.60 mts, siendo esta su primera aparición internacional y lo hizo de la mano de su entonces joven entrenador Roberto Lanz Milano,
Tras permanecer siete años activa en competencias de atletismo, la oriunda del sector Las Brisas de Maturín, se retito luego de participar en los Juegos Deportivos Panamericanos de Caracas 1983, donde llegó a disputar la final de la velocidad. Posteriormente se licenció en Educación (Universidad Simón Rodríguez) y cumplir una dilatada trayectoria de 26 años en el campo de la docencia.
La vuelta de la magna justa deportiva nacional a la capital monaguense, permitirá a Glenys Báez rememorar aquel imborrable momento de su momento cumbre como atleta (JR).
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