Desde marzo de 2020, miles de millones de personas en el planeta hemos limitado nuestros contactos y actividad social en un esfuerzo mundial para intentar contener la progresión del coronavirus. Estas medidas, de vital importancia para frenar su transmisión, impactan la esencia de lo humano: nuestra capacidad para relacionarnos, para conectar con otras personas, para compartir espacios cercanos y experiencias vitales.
El impacto de la actual pandemia en la salud de las personas es innegable, como también lo son su impacto económico y social. Esta dimensión social es, quizás, la menos estudiada por la complejidad que conlleva, pero no por ello la menos importante.
En un estudio reciente, analizamos la que probablemente es la mayor fuente de datos de aislamiento social en España durante la pandemia, a través de más de 32.000 respuestas anónimas a la encuesta ciudadana COVID19ImpactSurvey, recogidas entre junio y diciembre de 2021. Esta encuesta, con 31 preguntas, se ha convertido en un valioso instrumento para entender el impacto de la pandemia en la vida de las personas y su percepción sobre la misma.
Ausencia relativa de relaciones
¿Pero qué es el aislamiento social? Brevemente se puede definir como la “ausencia relativa de relaciones sociales”. Entender el nivel de aislamiento de una población es más importante de lo que parece a primera vista. Entre otras cosas porque está vinculado con un mayor riesgo de muerte prematura, principalmente por causas cardiovasculares o de salud mental, con un efecto similar al de la obesidad, el abuso de sustancias, el sedentarismo o el tabaco.
Nuestra encuesta ciudadana incluía 6 preguntas del cuestionario de Lubben para estimar el aislamiento social de las personas, medido a través de dos componentes: la red de apoyo social familiar y la red de amigos.
Las personas más aisladas rondan los cincuenta años
Los resultados del análisis son estremecedores. Encontramos que más de una cuarta parte de la población reporta estar aislada socialmente, siendo, para nuestra sorpresa, las personas de edad media (40-59 años), las más aisladas.
Estos niveles de aislamiento no tienen precedentes. Por eso desconocemos el impacto social que tendrán a medio y largo plazo. La curva de aislamiento según la edad tiene forma de “U” invertida, guardando gran similitud con la curva (invertida) de la felicidad según la edad. O lo que es lo mismo, es en el ecuador de nuestras vidas cuando reportamos los menores niveles de felicidad y también los mayores niveles de aislamiento social.
Antes de la pandemia (y también durante), se pensaba que el grupo demográfico con mayor aislamiento social eran las personas mayores. Por eso, históricamente, la inmensa mayoría de estudios sobre el aislamiento se han centrado en este grupo social. Quizás haya que replanteárselo ante los nuevos resultados, que ilustran el impacto (infraestimado) de las medidas de confinamiento en las personas de edad mediana.
Sin amigos se vive peor
Como era de esperar, cuanto menor es la renta y menor es el número de habitantes de la población, mayor es la probabilidad de aislamiento social. Es decir, además de la edad, la capacidad económica y el lugar de residencia son factores determinantes de nuestro aislamiento. La España vaciada es una España aislada, como lo es la España que vive sumida en la pobreza.
Encontramos que las personas –y especialmente las mujeres– cuya situación económica se ha visto deteriorada por la pandemia tienen una probabilidad muy superior de estar aisladas que aquellas que no han sufrido un impacto económico.
Más de la mitad de las personas de más de sesenta años con impacto económico severo reportan estar aisladas. ¿Por qué? Parece que la escasez de amigos juega en su contra.
Analizando el papel que juega la familia en comparación con los amigos en el apoyo social de las personas, encontramos que aquellos con impacto económico severo tienen redes de apoyo de amigos mucho más débiles que los que no reportan haber tenido impacto económico. Los amigos son importantes y constituyen un elemento clave de nuestro capital social.
El impacto psicológico de la pandemia también juega un papel importante como un factor de riesgo del aislamiento, de manera que a mayor impacto psicológico, mayor riesgo de aislamiento.
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