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El huracán Ian estuvo apenas unas horas sobre el suroeste de Florida.
Tomará meses limpiar los daños. Tal vez más tiempo. Y parte de la destrucción ni siquiera podrá retirarse.
Desde los árboles arrancados de raíz hasta los letreros destruido, los semáforos tendidos sobre los caminos y algunos edificios simplemente en ruinas, el impacto se podía ver en todos lados y nada se salvó. La única diferencia entre un lugar y otro era la magnitud de los daños.
“Saldremos de esto”, dijo el vicealcalde de Sanibel, Florida, Richard Johnson. “Y saldremos más fuertes de lo que estábamos”.
Tal vez, pero se requerirá de una enorme transformación que va desde lo cosmético hasta lo vital.
Fort Myers Beach está simplemente destruida. Los negocios ya no están. Obviamente, ya no hay empleos, al menos temporalmente. Las labores de limpieza tomarán semanas y casi sin lugar a dudas tendrán que preceder a cualquier esfuerzo de reconstrucción.
“Todo nuestro personal está a salvo y aunque el restaurante sufrió increíbles daños, la estructura del edificio está intacta”, dijeron los propietarios de Nervous Nellie’s, un restaurante de mariscos en la playa. “Esperamos salir de esta y volver más fuertes que nunca”.
En toda la región — Naples, Fort Myers, Sanibel — la magnitud de los daños es imposible de ignorar. A lo largo de la carretera federal 41, la principal autopista de la región, incontables letreros fuera de los establecimientos están dañados, rotos o simplemente ya no están. Los postes de las calles están doblados, sin oponer resistencia a los vientos y la fuerza de Ian. Las puertas en las unidades de almacenaje quedaron torcidas, y las pertenencias en su interior quedaron esparcidas por todos lados. La mayoría de los semáforos no sirven, y en algunos casos los cables quedaron colgando sobre las calles.
En un caso, un letrero vial que daba instrucciones hacia la autopista interestatal 75 quedó aplastado un letrero electrónico que advertía a los conductores sobre un carril cerrado.
“He visto algunas cosas”, dijo Clark Manchin, un director de proyectos de construcción, mientras evaluaba los daños. “Pero nunca había visto algo así”.
La paciencia se agotaba rápidamente. Una empleada de 7-Eleven les pedía a los compradores que llenaron su tienda. Por favor, nada de billetes de 20 dólares. Sólo billetes chicos. “Si me quedo sin cambio tendremos que cerrar». No había gasolina ni agua caliente, y al no haber agua corriente, tampoco había café o baños.
En la Universidad de la Costa del Golfo de Florida, unas gradas, que alguna vez se ubicaban a un costado de una cancha de fútbol, quedaron a mitad del terreno, aplastando una de las porterías.
Otros daños fueron mucho peores. En un parque de casas rodantes en Fort Myers, los escombros de un carro de golf destruido flotaban en agua encharcada el jueves, mucho después de que había pasado la tormenta. Los cables eléctricos y los postes que los sujetaban bloqueaban la entrada al lugar. En esa misma calle, un edificio que estaba siendo construido pero colapsó, dejando el suelo repleto de madera destruida.
La evaluación de los daños y la limpieza apenas comienzan.
«Debemos ser pacientes», dijo el concejal de Sanibel, John Henshaw. “Debemos empezar a ver dónde nos vamos a quedar y a vivir por un buen rato. No sé cuánto tiempo sea. Sabremos más a medida que el proceso avanza”.
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