La cifra de venezolanos que han salido los últimos años del país, en busca de una mejor calidad de vida no se precisa, asociaciones señalan que se trata de más de 8 millones de personas, sin embargo no se confirma, estos hombres y mujeres aparte de distanciarse de su territorio y desprenderse de sus familiares y seres queridos deben enfrentarse a un “poderoso mal”, definido como Xenofobia.
La Xenofobia es un sentimiento de odio, repugnancia y hostilidad hacia lo extranjero.
Se manifiesta a través de creencias, actitudes y comportamientos hostiles hacia las personas de origen distinto al propio, como el desprecio, la discriminación, y las agresiones físicas o verbales.
Aunque conceptualmente es diferente al racismo, en la práctica este sistema ideológico y el sentimiento xenófobo suelen ir acompañados.
En los últimos tiempos se ha venido registrando un abanico bastante variado de actos de xenofobia y discriminación en contra de los migrantes de nacionalidad venezolana, impactando negativamente en sus derechos humanos. Recordemos lo ocurrido en el municipio brasileño de Pacaraima, en el estado de Roraima, en 2018, cuando un grupo de manifestantes obligó a unas mil doscientas personas venezolanas a cruzar la frontera de regreso a Venezuela, además de quemar sus pertenencias y destruir el campamento donde se alojaban, debido a supuestos hechos delictivos cometidos por venezolanos. Aquí ya no estamos ante opiniones inofensivas, sino ante verdaderas amenazas a la vida y la integridad personal de migrantes.
Asimismo, hemos podido ver que, en algunos países de la región, los servicios de salud les han sido negados a migrantes de origen venezolano, incluso en tiempos de pandemia, o que al menos no han recibido el mismo trato que los nacionales del país de destino, lo que constituye actos de discriminación y xenofobia. Hemos también registrado un fenómeno más grave y son los feminicidios de venezolanas en una buena parte de los países de América Latina, lo cual podría dar lugar también a la categoría de feminicidios xenofóbicos.
Alarman, asimismo, las recientes manifestaciones de xenofobia y discriminación contra la población venezolana en Perú, como la marcha xenófoba que un grupo de personas realizó en febrero contra de los inmigrantes venezolanos, transmitida en vivo a través de plataformas digitales. Asimismo, la sede de la Embajada de Venezuela fue atacada con objetos contundentes, rompiendo ventanales y causando daños materiales en sus instalaciones (incendio de la señalética consular, entre otros).
Para concluir, podemos decir que el control de la xenofobia recae de forma sustancial en las autoridades de todo nivel en cualquier país. Sería un error tachar a los pueblos de intrínsecamente xenófobos. Más bien, existe un andamiaje institucional que debe ser ajustado, fundamentalmente mediante la plena vigencia de las leyes y tratados internacionales sobre derechos humanos, suscritos y ratificados por la mayoría de los países del continente americano, y reducir el ámbito de aplicación de la discrecionalidad en el tratamiento de personas migrantes.
Ante la xenofobia, el liderazgo político debe saber orientar procesos para lograr que las comunidades de acogida aprecien en su justa medida los beneficios que conlleva una migración dispuesta a trabajar y con cierto nivel de formación que pudiera ser de provecho para su país. Se trata, en síntesis, de una labor con cierto contenido pedagógico, responsable y respetuosa de los derechos humanos, que ciertamente debieran estar garantizados para toda persona humana, incluidos los migrantes venezolanos.
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