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Salud

Pensamiento obsesivo y su implicación con la salud mental Por: Dr. Trino J. Gascón G.

Estas obsesiones no solo son angustiantes, sino que pueden convertirse en un factor determinante en el deterioro de la salud mental si no se abordan de forma adecuada

Jhoan Gutierrez
Redactado por: Jhoan Gutierrez
Publicado:14 mayo, 20253:24 pm
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Pensamiento obsesivo y su implicación con la salud mental Por: Dr. Trino J. Gascón G.

En el transcurso de la vida cotidiana, todos experimentamos pensamientos intrusivos: ideas que surgen de forma inesperada, a veces incómodas, incluso absurdas. Son parte del funcionamiento normal de la mente. Sin embargo, cuando estos pensamientos se tornan persistentes, repetitivos, involuntarios y difíciles de controlar, estamos ante lo que conocemos como pensamientos obsesivos. Estas obsesiones no solo son angustiantes, sino que pueden convertirse en un factor determinante en el deterioro de la salud mental si no se abordan de forma adecuada.

Desde una perspectiva clínica, el pensamiento obsesivo puede definirse como una idea, imagen o impulso que irrumpe en la conciencia de manera persistente y que genera una notable ansiedad o malestar. Estas ideas suelen tener un contenido que la persona reconoce como irracional, excesivo o incongruente con sus valores. Sin embargo, a pesar de ese reconocimiento, no logra desprenderse de ellas ni controlar su aparición.

No es lo mismo preocuparse por una deuda, un examen o una situación laboral —preocupaciones propias de la vida— que sentir, por ejemplo, que si no se repite mentalmente una oración determinada, algo terrible ocurrirá a un ser querido. O que si no se ordenan los objetos de cierta forma, se estará incumpliendo un mandato interno cuyo origen no se logra identificar, pero que se siente imperativo. Este tipo de pensamiento, con una carga emocional intensa y desconectado de una lógica adaptativa, puede interferir significativamente en la funcionalidad de quien lo padece.

El círculo vicioso de la obsesión

Lo que convierte a un pensamiento obsesivo en un problema no es solo su aparición, sino el modo en que se responde a él. Muchas personas intentan neutralizarlo mediante conductas repetitivas o rituales mentales: revisar una y otra vez si la puerta está cerrada, lavarse las manos de manera compulsiva, repetir frases en silencio, o buscar constantemente seguridad en los demás. Estas conductas son intentos de reducir la ansiedad que produce la obsesión, pero lejos de aliviarla de manera duradera, refuerzan su presencia. Así se configura un círculo vicioso entre obsesión, malestar, compulsión o evitación, y un alivio momentáneo que perpetúa el problema.

Este patrón es característico del Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC), una condición psicológica que va más allá de la organización meticulosa o de los estándares perfeccionistas con los que a veces erróneamente se caricaturiza. El TOC puede llegar a ser profundamente incapacitante. Personas brillantes, sensibles, profundamente reflexivas, pueden quedar atrapadas en pensamientos que no desean tener y que llegan a consumir horas de su día, afectando su desempeño laboral, sus relaciones y su bienestar emocional.

Más allá del TOC: obsesiones cotidianas que generan sufrimiento

No obstante, el pensamiento obsesivo no es exclusivo del diagnóstico de TOC. Muchas personas, sin cumplir criterios clínicos de este trastorno, experimentan formas leves o moderadas de pensamiento obsesivo que afectan su calidad de vida. Por ejemplo, la rumiación excesiva sobre errores del pasado, las dudas existenciales sin resolución, o la autoobservación constante sobre el propio estado emocional (“¿Estoy feliz?”, “¿Estoy triste?”, “¿Estoy sintiendo lo que debería sentir?”). Estas formas de pensamiento también pueden ser agotadoras y están relacionadas con trastornos como la depresión, la ansiedad generalizada y ciertos trastornos de la personalidad.

En el fondo, los pensamientos obsesivos tienen una cualidad común: intentan ofrecer certeza absoluta en un mundo lleno de incertidumbres. El problema es que esa certeza total rara vez es alcanzable. La mente, en su intento de controlar lo incontrolable, cae en una trampa lógica que se retroalimenta. La persona no solo sufre por el contenido del pensamiento, sino por el hecho mismo de no poder dejar de pensarlo. Aparece entonces la culpa, la vergüenza, el miedo al juicio de los demás y, en muchos casos, el silencio.

El sufrimiento invisible

Uno de los desafíos más grandes para quienes viven con pensamientos obsesivos es que su malestar suele ser invisible. Desde fuera, todo puede parecer normal. No hay una herida visible, no hay una conducta llamativa, y a menudo las personas logran mantener ciertas apariencias funcionales. Pero por dentro, hay un desgaste mental constante, una lucha silenciosa que puede llevar a la fatiga emocional, al aislamiento y, en los casos más graves, a la desesperanza.

Como psicólogos, sabemos que una de las claves del tratamiento es romper el silencio. Hablar de lo que se piensa, sin miedo al juicio, sin vergüenza, es un primer paso liberador. La psicoeducación cumple aquí un rol fundamental: entender que no se es “raro” ni “peligroso” por tener pensamientos intrusivos; que la mente humana, incluso en su complejidad, tiene patrones que pueden entenderse y tratarse; que no todo lo que se piensa es verdad ni merece atención.

Tratamiento y acompañamiento terapéutico

El abordaje terapéutico del pensamiento obsesivo requiere sensibilidad, conocimiento y una estrategia adaptada a cada caso. Las terapias cognitivo-conductuales, especialmente aquellas que utilizan la exposición con prevención de respuesta, han demostrado gran eficacia en el tratamiento del TOC. También, enfoques como la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) ayudan a cambiar la relación con los pensamientos, enseñando a convivir con la incertidumbre sin intentar eliminarla, y a centrar la vida en los valores más allá del contenido obsesivo.

Es fundamental destacar que buscar ayuda profesional no es señal de debilidad, sino de valentía. Vivimos en una época donde se promueve la salud física, pero aún hay mucho estigma cuando se trata de salud mental. Sin embargo, comprender el funcionamiento del pensamiento, saber cuándo pedir ayuda, y permitirnos vivir con mayor flexibilidad psicológica, son pilares de una vida más plena.

Una invitación a mirar hacia adentro

Como psicólogo, no dejo de admirar la complejidad del ser humano. Nuestros pensamientos nos construyen, nos inspiran, nos protegen… pero también pueden atraparnos si no aprendemos a gestionarlos. El pensamiento obsesivo es un ejemplo de cómo algo tan íntimo y aparentemente inofensivo puede convertirse en un obstáculo para el bienestar.

Esta columna no pretende alarmar, sino invitar a la reflexión. Si usted, lector, se ha visto identificado con alguna de estas descripciones, sepa que no está solo. Hay herramientas, hay tratamientos efectivos, y sobre todo, hay esperanza. La salud mental no debe ser un privilegio ni un tema tabú, sino un derecho y una prioridad.

Hablar, compartir, comprender… es el inicio de cualquier transformación profunda. Que esta columna sea un punto de partida.

Por: Dr. Trino J. Gascón G.

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