El último gran estudio sobre la conexión entre cambio climático y salud pública -The Lancet Countdown- lo dice claro y meridiano. Acelerar la transición hacia dietas más equilibradas y basadas en vegetales no solo reduciría un 55 % de las emisiones del sector agrícola procedentes de la producción de carne roja y leche. Además evitaría hasta 11,5 millones de muertes anuales relacionadas con los hábitos alimenticios y reduciría el riesgo de enfermedades transmisibles entre animales y humanos.
En el mismo estudio también hablan de combustibles fósiles y otras cosas que quedan fuera del negociado comidista, pero si de esta te decides a incorporar más alimentos de origen vegetal a tu dieta, podemos ayudarte. Porque los consejos generalistas como dejar de pensar en la proteína de origen animal como protagonista de los platos están muy bien, pero los pequeños cambios concretos son los que hacen mella en nuestro día a día: aquí van unos cuantos para poner más verde en tus comidas (sin dejar de comer rico).
“No estoy pidiendo la extinción de los potajes o guisos de lentejas, garbanzos o alubias, que son sanísimos y muy sostenibles si eliminamos o reducimos la presencia de embutidazos o salazones de carne en ellos”, afirma el director de todo esto Mikel López Iturriaga. “Hablo de ser conscientes de que las legumbres, supernutritivas y de bajo impacto medioambiental, pueden ser consumidas de muchas otras formas”. En untables -véase hummus y sus mil variantes- son facilonas y perfectas para el aperitivo, y no hay que despreciarlas como ingrediente principal en cremas: hace algún tiempo hicimos una de alubias con aires mexicanos, una turca de lentejas y otra de garbanzos con tocino crujiente.
“También funcionan a la perfección en ensaladas como éstas, donde son perfectamente intercambiables, lentejas por ejemplo hasta puedes hacer tortillas con judías blancas o garbanzos .El secreto está en las proporciones.
Cambia la carne picada de los guisos, salsas y rellenos por soja texturizada o proteína de guisante
Seguramente es la preparación en la que menos se aprecian el sabor y la textura de la carne, a no ser que la uses para preparar una hamburguesa o alguna preparación en la que se vaya a cocinar poco. La soya se ha generalizado, se comercializa en diferentes tamaños, desde muy fina -como la carne picada dos veces- hasta en tamaño filete; si combinas una muy fina con otra un poco más gruesa conseguirán un juego de texturas interesante.
Si cuando piensas en ensaladas en tu cabeza aparece automáticamente la lechuga, te estás perdiendo un montón de posibilidades. Además de todo tipo de legumbres puedes usar como base -para una ensalada que funcione como plato único- pasta o arroz integrales, quinua, cereales cocidos en grano de todo tipo, patata, calabaza o boniato. Añade una buena porción de verduras de temporada, crudas siempre que sea posible, aunque puedes combinarlas con otras asadas o cocidas para crear juegos de textura y sabor.
Una proteína de calidad -legumbres aparte- como un par de huevos cocidos, queso fresco, tofu, pescado -puede ser en conserva-, pechuga de pollo, frutos secos que también podemos poner en forma de mantequilla y darán como resultado una vinagreta muy cremosa o un aliño con base de yogur.
Nutricionalmente una crema de verduras está a años luz de un caldo con pasta, e incluso este puedes enriquecerlo con verduras y legumbres . El huevo puede convertirse en una comida completa. Añade vegetales en todos los escenarios
Una parte nada desdeñable de lo que comemos a diario no viene en plato hondo ni llano, sino en forma de desayuno, meriendas. Unas rodajas de pepino, tomate o escalivada en la tostada mañanera, plátano, mandarinas, manzana, uvas, pera o cualquier otra fruta fácil de transportar y comer a media mañana o media tarde y un recipiente pequeño que podemos ir rellenando con nueces, avellanas, orejones, anacardos, cacahuetes o pasas para picar.
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