“Tengo pensamientos negativos todo el rato y lo único que me ayuda a sentirme mejor es la comida. Mientras como no pienso en nada, los problemas desaparecen y eso me da algo de respiro. Es como si durante esos 15 minutos sintiese paz. Me doy cuenta de que me reconforta el haber comido, incluso no teniendo hambre. A veces intento aguantar el fuerte deseo de comer tras una situación que me produce ansiedad, tristeza o simplemente malestar, pero una vez que empiezo a comer lo hago cada vez más deprisa, engullo la comida casi de manera automática y en ese momento sé que he perdido el control. Luego me siento mal y aparecen los remordimientos y los sentimientos de vergüenza y culpa. ¿Si no tengo hambre porque me tengo que pegar atracones? Todo empezó cuando yo tenía 10 años y mis padres alcohólicos pasaban gran parte de su tiempo en el bar de enfrente de casa. Descubrí que la comida anestesiaba mi malestar y desde entonces se convirtió en mi mayor secreto”.
Así comenzaba la declaración real de una persona que acudió a una profesional de psicología ante una situación de inestabilidad y atracones constantes. Ahora estos han aumentado tras el confinamiento.
Son varias las señales que pueden indicar que nos estamos pegando atracones. Como características fundamentales encontraríamos la cantidad excesiva de alimentos consumidos y la sensación de pérdida de control. Esta percepción puede aparecer antes de empezar a comer; gradualmente, a medida que se empiezan a ingerir los primeros alimentos; o tras considerar que han comido en exceso.
Además, comienza con un fuerte deseo de tomar, sobre todo, alimentos con alto contenido calórico. Debido a esto, conseguir comida adquiere una importancia extrema. La velocidad de la ingesta durante los atracones es más rápida y se engulle la comida sin apenas masticarla. También es frecuente pasear o moverse de manera inquieta mientras se come de manera compulsiva.
En un primer momento, las emociones son placenteras, pero poco después empiezan a aparecer los sentimientos de malestar. Algunas personas describen los atracones como la inmersión en un trance. Es decir, como si no fueran ellos los que comen. Y hay quienes utilizan distracciones para evitar pensar en lo que están haciendo.
Además de esto, los atracones suelen desencadenarlos emociones negativas como la soledad, tristeza, ira, aburrimiento o ansiedad. Son conductas que se mantienen en secreto.
Siguiendo el DSM-5, uno de los manuales de diagnóstico clínico más aceptados internacionalmente, los principales trastornos de la alimentación son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón.
Recientemente, se ha calculado que afectan a 15 % de la población mundial y su incidencia continua en aumento. Los atracones pueden darse en las tres manifestaciones de trastorno alimentario. Sin embargo, en el trastorno por atracón no se producen conductas compensatorias posteriores como es el caso de los vómitos autoinducidos y uso de enemas o laxantes. Esto si puede suceder en la anorexia nerviosa y bulimia nerviosa.
Además, el DMS-5 señala que los atracones deben producirse al menos una vez a la semana durante tres meses para considerar la presencia de un trastorno por atracón.
A pesar de su etiología multifactorial, se ha comprobado que las experiencias traumáticas contribuyen al desarrollo de los trastornos alimentarios, especialmente de los atracones. Un estudio reciente encontró que 91,5 % de las personas que experimentaban atracones informaban de una historia de trauma.
Los atracones se consideran una modalidad de comunicación no verbal de los aspectos dolorosos que son difíciles de verbalizar. Proporcionan beneficios secundarios a corto plazo que derivan en su manteniendo a lo largo del tiempo.
Se describen como “una estrategia que fue empleada en una ocasión con resultados ‘positivos’ y que siguió utilizándose cada vez más hasta ‘apropiarse’ de la identidad de la persona y sus circuitos relacionales”.
Las experiencias traumáticas (como fallecimientos, divorcios, conflictos parentales, distancia emocional parental, violencia física, psicológica o sexual) podrían producir una gran agitación emocional en las personas.
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