
Por Dr. Trino J. Gascón G.
Psicólogo Clínico, de la Salud y Hospitalario
Hablar de suicidio sigue siendo, para muchos, un tema incómodo, doloroso, y a veces, hasta tabú. Sin embargo, mirar hacia otro lado no lo hace desaparecer. Al contrario: el silencio y la falta de comprensión son aliados invisibles del sufrimiento emocional que muchas personas, incluso dentro de nuestras propias casas, pueden estar viviendo en soledad.
El suicidio no ocurre de un momento a otro. Es un proceso que, en la mayoría de los casos, está acompañado de señales, de pequeños gritos de ayuda que, si somos sensibles y atentos, podemos identificar. Y es precisamente el núcleo familiar, ese primer espacio donde aprendemos a ser vistos, escuchados y amados, el que tiene una oportunidad invaluable de ser un refugio de prevención.
¿Cómo saber si un ser querido está sufriendo en silencio?
Las señales pueden ser sutiles. No siempre quien está en riesgo habla explícitamente de querer morir. A veces, el lenguaje del dolor se disfraza de cambios de humor, de distanciamiento, de gestos que parecen contradictorios.
Algunas manifestaciones que deben ponernos en alerta incluyen:
Estos cambios no deben ser minimizados o atribuidos simplemente a «etapas» o «rebeldías». Cada señal es un llamado que merece ser escuchado desde la empatía, no desde el juicio.
El poder de la familia en la prevención
Muchas veces, las personas que atraviesan pensamientos suicidas no desean morir en sí mismas. Lo que desean es poner fin al dolor que sienten, un dolor que perciben como interminable y sin solución.
Por eso, el primer paso para prevenir es crear un espacio emocional seguro en casa. Un hogar donde se pueda hablar del malestar sin ser etiquetados como «exagerados», «dramáticos» o «malagradecidos». Un hogar donde el llanto no incomode, donde el enojo sea validado, donde el silencio sea una invitación a acercarse y no a alejarse.
Preguntar cómo se sienten, sin presionar. Escuchar más que hablar. Validar emociones, aunque no las entendamos del todo. Acompañar en el dolor, sin intentar minimizarlo o resolverlo inmediatamente. Son acciones pequeñas en apariencia, pero gigantes en su impacto.
Qué hacer si detectamos señales de riesgo
Si reconocemos alguno de estos signos en un ser querido, es fundamental actuar con sensibilidad y responsabilidad:
Hablar de suicidio no «provoca» suicidio
Existe un mito dañino que afirma que hablar del suicidio puede «incitar» a que alguien lo intente. Nada más alejado de la realidad. Hablar, desde el respeto y la escucha, permite a quienes sufren sentir que no están solos, que su dolor importa, y que hay opciones de ayuda.
Por eso, animar a nuestros hijos, hermanos, padres o amigos a compartir lo que sienten, preguntar directamente si han pensado en hacerse daño, no solo es seguro, sino necesario. La conversación puede ser la puerta que salve una vida.
Redactado: Por Dr. Trino J. Gascón G.
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