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Salud

Cuando el dolor no se dice: prevención y señales de alerta

Hablar, desde el respeto y la escucha, permite a quienes sufren sentir que no están solos, que su dolor importa, y que hay opciones de ayuda

Jhoan Gutierrez
Redactado por: Jhoan Gutierrez
Publicado:29 abril, 20254:00 pm
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Cuando el dolor no se dice: prevención y señales de alerta

Por Dr. Trino J. Gascón G.

Psicólogo Clínico, de la Salud y Hospitalario

Hablar de suicidio sigue siendo, para muchos, un tema incómodo, doloroso, y a veces, hasta tabú. Sin embargo, mirar hacia otro lado no lo hace desaparecer. Al contrario: el silencio y la falta de comprensión son aliados invisibles del sufrimiento emocional que muchas personas, incluso dentro de nuestras propias casas, pueden estar viviendo en soledad.

El suicidio no ocurre de un momento a otro. Es un proceso que, en la mayoría de los casos, está acompañado de señales, de pequeños gritos de ayuda que, si somos sensibles y atentos, podemos identificar. Y es precisamente el núcleo familiar, ese primer espacio donde aprendemos a ser vistos, escuchados y amados, el que tiene una oportunidad invaluable de ser un refugio de prevención.

¿Cómo saber si un ser querido está sufriendo en silencio?

Las señales pueden ser sutiles. No siempre quien está en riesgo habla explícitamente de querer morir. A veces, el lenguaje del dolor se disfraza de cambios de humor, de distanciamiento, de gestos que parecen contradictorios.

Algunas manifestaciones que deben ponernos en alerta incluyen:

  • Cambios drásticos en la personalidad: Un joven alegre que de repente se vuelve apático, una madre cariñosa que ahora parece indiferente, un amigo conversador que elige el silencio.
  • Aislamiento progresivo: Dejan de querer salir, de compartir, de celebrar. Prefieren encerrarse en su cuarto, desconectarse del mundo exterior.
  • Expresiones verbales sobre la muerte: Comentarios como «ya no aguanto más», «sería mejor si no estuviera aquí», o «pronto todo terminará», aunque sean dichos en tono de broma, deben ser tomados con seriedad.
  • Regalar objetos significativos: Entregar a otros cosas de valor emocional propio, como una forma de despedida anticipada.
  • Cambios en los hábitos de sueño y alimentación: Insomnio, exceso de sueño, pérdida o aumento considerable de peso.
  • Desesperanza persistente: Creer que el dolor es eterno, que nada mejorará, que no hay futuro.

Estos cambios no deben ser minimizados o atribuidos simplemente a «etapas» o «rebeldías». Cada señal es un llamado que merece ser escuchado desde la empatía, no desde el juicio.

El poder de la familia en la prevención

Muchas veces, las personas que atraviesan pensamientos suicidas no desean morir en sí mismas. Lo que desean es poner fin al dolor que sienten, un dolor que perciben como interminable y sin solución.

Por eso, el primer paso para prevenir es crear un espacio emocional seguro en casa. Un hogar donde se pueda hablar del malestar sin ser etiquetados como «exagerados», «dramáticos» o «malagradecidos». Un hogar donde el llanto no incomode, donde el enojo sea validado, donde el silencio sea una invitación a acercarse y no a alejarse.

Preguntar cómo se sienten, sin presionar. Escuchar más que hablar. Validar emociones, aunque no las entendamos del todo. Acompañar en el dolor, sin intentar minimizarlo o resolverlo inmediatamente. Son acciones pequeñas en apariencia, pero gigantes en su impacto.

Qué hacer si detectamos señales de riesgo

Si reconocemos alguno de estos signos en un ser querido, es fundamental actuar con sensibilidad y responsabilidad:

  • No dejar solos a quienes estén en riesgo: Acompañarlos, incluso en silencio. La simple presencia puede salvar vidas.
  • Tomar en serio sus palabras: Nunca minimizar un comentario relacionado con la muerte o el cansancio vital.
  • Buscar ayuda profesional inmediata: Psicólogos, psiquiatras y otros profesionales de la salud mental están preparados para intervenir, evaluar el riesgo y brindar tratamiento adecuado.
  • Eliminar medios potenciales de autolesión: Alejar medicamentos, objetos peligrosos, o cualquier elemento que pueda ser usado para hacer daño.
  • Involucrar a la red de apoyo: No cargar solos con la preocupación. Familiares, amigos, maestros, todos pueden formar parte de un círculo de contención.

Hablar de suicidio no «provoca» suicidio

Existe un mito dañino que afirma que hablar del suicidio puede «incitar» a que alguien lo intente. Nada más alejado de la realidad. Hablar, desde el respeto y la escucha, permite a quienes sufren sentir que no están solos, que su dolor importa, y que hay opciones de ayuda.

Por eso, animar a nuestros hijos, hermanos, padres o amigos a compartir lo que sienten, preguntar directamente si han pensado en hacerse daño, no solo es seguro, sino necesario. La conversación puede ser la puerta que salve una vida.

Redactado: Por Dr. Trino J. Gascón G.

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