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Escribí sobre lecturas asombrosas, descubiertas recientemente. Hoy, lo hago con perspectiva diferente.
Explico: la ancianidad no es fácil. Obliga a una manera de ver y sentir cada uno de los momentos que recorremos, con visión distinta. Conscientes de que nuestro ciclo vital está por concluir. Adquirimos instrumentos y herramientas para resolver cuestiones tecnológicas existentes. Algunas las aceptamos; otras aprendemos a usarlas o, no lo logramos. Esto es así para nosotras, ancianas. Hay quien no quiere saber de tecnología. Comprensible. Se trata de leer novedades por diferentes vías: libros en PDF, Kindle, Amazon, computadoras, celulares, grupos, plataformas de todo tipo, entre otras. Ser capaces -es el reto- de leer obras a través de estos medios. La lectura es vital en estos años, imprescindible, más bien.
Hay un placer solo, para quienes nos gusta la lectura: acariciar un libro, verlo en la vidriera de la librería o en el estante. Encontrarlo en manos de un lector amigo, o en su biblioteca, resulta maravilloso. También, el momento del reencuentro: un libro al que le habíamos perdido la pista en nuestra propia biblioteca. Cierto, desorden-ordenado, (“yo se donde está todo”, no necesariamente, es verdad) de repente, ¡qué alegría! encontramos de esos libros favoritos, que nunca nos cansamos de volver a leer: somos lectoras apasionadas.
Al leer, disfruto, lo comenté, de libros interesantes, divertidos, educativos, entre otros. Colegas y amigos, saben que me gusta leer. Así conversando, con un viejo amigo y colega, Jorge Valoz, le dije: “me falta mucho por aprender y estudiar”. A lo qué él de inmediato respondió: “más nosotros, que perdimos tanto tiempo leyendo sobre el marxismo y demás pamplinas”.
Me envía un libro. Su lectura me pone los pelos de punta. Se trata de “La digitalización y la crisis de la democracia: la Infocracia”. El autor es un extraordinario filósofo de Corea del Sur, cercano a los alemanes: Byung-Chul-Han.
No pretendo explicar aquí el contenido del texto, pero si alertar a los amables seguidores y contradictorios lectores, que no dejen escapar los textos del mencionado autor. Hay varios: Sobre el poder. Otro Las no cosas, también: La expulsión de lo distinto; mucho material para analizar y comprender. Sin embargo, a mi lo que me puso definitivamente en estado de ansiedad, fue la tesis que, a grandes rasgos comento aquí: según el autor, estamos en la “Era de la Información”. Recordemos: ha habido polémica al respecto. No fue unánime la designación entre muchos filósofos y pensadores. El español Manuel Castells, utilizó dicho nombre para la época. Así denominó, La Era de la Información, a su libro. Hubo debates. No fue aceptada, globalmente, tal denominación; mientras Han, enfáticamente, afirma, “¡Es la era de la información!”
Preocupa la denominación: Infocracia. Pretende el autor que se vea a la infocracia, como régimen de la información, que derivaría en un capitalismo de la información. Según creo y pienso debería ser info-democracia. No. El autor lo que intenta demostrar y se aproxima bastante: la democracia está en riesgo por culpa de la información. O mejor dicho de la desinformación, las “fake news”, los bots, los trolls, y toda suerte de mecanismos que logran poner la verdad en duda. ¿Lo logran? Surge la post verdad y las mentiras empiezan a ocupar todo lo posible en el ámbito de la discusión de las ideas, en medio del debate y el diálogo. Anuncia el fin de la era de las masas, y pronostica, que esta nueva época “aísla al individuo”. Han cree que, el problema por enfrentar es que: “la acción comunicativa ha entrado en crisis.” ¿Por qué? Por cuanto, los procesos tecnológicos desarrollados a partir de los algoritmos, de alguna manera, aíslan a los individuos, lo robotizan, hace que se olvide el “otro”. No habrá más diálogo (¿¡) Menos, intercambio entre unos y otros. Es decir, que el “proceso relacional” que es la comunicación, en sus dimensiones diferentes: bidimensional y tridimensional, (con los otros, o, con los otros a través de un medio, en un contexto dado) tiende, inexorablemente, a desaparecer, según este autor.
Una reflexión pesimista en mi opinión. Confío y espero: no se logrará imponer ese pensamiento. Han surgido maneras de enfrentarlo.
Cada vez que la humanidad tiene un gran cambio, hay quién logra ponernos en ascuas ante las posibilidades perversas que se podrían producir, a partir del desarrollo y de las perspectivas novedosas que se enfrentarán.
Tengo Fe: nada de ese terrible pronóstico se cumplirá. Creo en la democracia: bondades y dificultades. En la comunicación, democrática, en sí misma. La supra vigilancia, que es parte de lo que anuncia, como un gran terror, de alguna manera será superada. ¿Permitiremos, los humanos, que se pierdan los momentos gloriosos y especiales de la relación comunicacional? ¡No lo creo posible! Insisto en el tema.
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