La Vigilia Pascual es una celebración religiosa cristiana que se lleva a cabo durante la noche del Sábado Santo o de Gloria, en la que se conmemora la resurrección de Jesucristo.
Es una de las celebraciones más importantes del calendario litúrgico cristiano y marca el final de la Semana Santa.
El Sábado es el día en que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: «nosotros esperábamos…», decían los discípulos de Emaús.
El Sábado está en el corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte del Viernes y la resurrección del Domingo nos detenemos en el sepulcro. Un día puente, pero con personalidad. Son tres aspectos -no tanto momentos cronológicos- de un mismo y único misterio, el misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado:
«…se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo… se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, es decir conociese el estado de muerte, el estado de separación entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en que Él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres, que establece en la paz al universo entero».
Durante la Vigilia Pascual del Sábado de Gloria se realizan diferentes ceremonias y rituales, entre los que destacan:
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