Heather Barr es codirectora de la división de Derechos de la Mujer en Human Rights Watch (HRW), organización a la que se unió en 2011 como investigadora en Afganistán tras trabajar para Naciones Unidas en el país.
Para esta abogada defensora de los derechos humanos «la mayor emergencia es solucionar el terrible desastre en el que se ha convertido poder abandonar el país. Nadie podía imaginar este lío, que pasasen los días y nadie haga nada. Hay gente con pasajes y todos los papeles en regla para irse que simplemente no pueden acceder al aeropuerto.
Manifiesta que algunas mujeres se han ido, otras se quieren ir, otras están escondidas, otras retan a los talibanes… «No hay una postura correcta, depende mucho de las situaciones familiares. La mayoría no quieren irse para siempre, pero sí de forma inmediata hasta ver cómo evoluciona la situación, ver si pueden continuar con su trabajo, si pueden criar a sus hijos. En este momento solo quieren estar seguras. Es el caos. Hay violencia en la calle, algunas están recibiendo amenazas. Muchas se han escondido. Pero si eres un objetivo y te escondes, irán a por tu familia. Es terrorífico. Muchas quieren salir al menos durante unas semanas, ver cómo evoluciona. Esperan que los talibanes no permanezcan en el poder, que la comunidad internacional haga algo. Tienen esperanza a pesar de todo».
Para ella la comunidad internacional no tiene muchas armas para hacer nada ni tampoco la voluntad política. Han salido de allí humillados, derrotados, no sé si eso es compatible con volver para ayudarlas.
Esta defensora de los derechos humanos pensó que la vida podría mejorar para las mujeres, pero no fue así; las mujeres hablan de que la situación para ellas ya estaba lejos de ser ideal antes de la toma de los talibanes.
«Las afganas están más preocupadas por la educación o la sanidad que por lo que llevan puesto o en la cabeza. Nunca ha habido una época de igualdad real para las mujeres afganas, ni siquiera en los últimos tiempos y especialmente en las zonas rurales. Pero aun así, las diferencias eran brutales con lo anterior. Hemos pasado diez años criticando las promesas fallidas del Gobierno afgano y las vulneraciones de los derechos de la mujer, pero eso no significa que fuese igual que bajo los talibanes. Los talibanes impusieron un apartheid de género, un nivel de opresión sin parangón, que aplastaba a las mujeres convirtiéndolas en prisioneras. Podemos criticar las deficiencias de los últimos 20 años, pero aun así la situación era un millón de veces mejor que en 2001. Las mujeres han hecho avances increíbles. Me conmueven las mujeres que han salido a protestar, son pocas, pero una sola mujer diciendo que esto es inaceptable hace que el mundo no pueda mirar hacia otro lado. Deben prestarles atención», explica.
Indica que los abusos contra las mujeres cometidos por los talibanes de 1996 a 2001 fueron espeluznantes, pero en 2021 lo son aún más.
«A las mujeres aún nos falta terreno por ganar, pero hemos ganado mucho. Hoy, en el mundo, esto es intolerable», asegura.
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