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Harris conoce esta trama interna y ayer se puso al teléfono 10 horas seguidas para evitar que la presión interna ejercida por Obama, Schumer, Jeffries y Pelosi arrastre su candidatura apoyada -en un comienzo- por Biden, Bill Clinton y Hillary Clinton.
La vicepresidente logró un triunfo en esta etapa de la contienda: obtuvo el apoyo de gobernadores, senadores, representantes, dirigentes sindicales y activistas de derechos civiles, además de recaudar casi 50 millones de dólares y sacar de carrera al secretario de Transporte, Pete Buttigieg, y a Gavin Newsom, gobernador de California, que finalmente apoyaron su candidatura.
Harris ya tiene todo el aparato electoral que manejaba Biden, y hoy estrenará su candidatura en la Casa Blanca. A las 11.30 (hora del Este), aparecerá en el Jardín Sur para homenajear al equipo campeón de basquet femenino de Estados Unidos. Biden, que tiene COVID, escuchará el discurso de Harris en su casa de vacaciones de Rehoboth Beach (Delaware).
Con la primera etapa concluida -evitar la atomización interna y manejar el aparato partidario-, Harris se lanzó a definir su posible candidato a la vicepresidencia. No es un hecho de la burocracia política: el compañero de fórmula debe completar al candidato presidencial en la búsqueda de votos independientes que pueden definir la elección en los estados más disputados.
Harris busca un candidato que seduzca a la clase media trabajadora, a los hispanos y afroamericanos, y a los jóvenes, que se alejaron del partido Demócrata por el apoyo de Biden a Israel en la guerra contra Hamas.
Asimismo, ese nombre en el ticket tiene que garantizar muchísimos votos en estados como Michigan, Pensilvania y Wisconsin. La elección se puede jugar en estos distritos, y Harris elegirá un candidato que le permita derrotar a Trump en esos estados que cambian de mano cada cuatro años.
Trump tiene a J.D Vance. Un abogado de Ohio, de clase media baja, que empatiza con los trabajadores que buscan ascender. Su libro Hillbilly fue best seller: allí describe que el futuro pertenece a cada persona y que es posible llegar a Yale desde un pequeño pueblo americano.
Harris es afroamericana, pertenece al ala izquierda del partido Demócrata, y es resistida por el voto hispano tras su fracaso en la ejecución de un proyecto diseñado por Biden para controlar la inmigración indocumentada que ingresa a los Estados Unidos. En este contexto, la candidata tiene que elegir a un compañero de fórmula que compense sus debilidades electorales.
En la lista corta de Harris aparecen: la gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, y el gobernador de Pensilvania, Josh Shapiro. Los dos garantizan votos en distritos claves, pero es poco probable que la fórmula esté integrada por dos candidatas. El género, al momento de una elección, puede traccionar o expeler votos. Y si la fórmula está compensada, esa posibilidad se reduce a la mínima expresión.
La Convención Demócrata en Chicago será el 19 de agosto, y para los comicios presidenciales quedan 106 días. Harris ya controla un fondo electoral de 96 millones de dólares y aguarda el próximo movimiento político de Obama y sus aliados parlamentarios.
Si finalmente es nominada en la convención, y le toca enfrentar a Trump en un debate presidencial, Harris tiene un argumento inesperado para restar votos al líder republicano: en 2011 y 2013, cuando presentó su candidatura como Fiscal General de California, Trump le donó 12.000 dólares -en total- para sostener su campaña. Harris ganó la elección.
Fuente: Alberto News
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