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Un año después de suceder a Isabel II, Carlos III ha ido imprimiendo su sello en la monarquía británica, en un reinado a menudo visto como una transición al de su hijo Guillermo.
Luto nacional, grandiosa coronación, nuevo primer ministro, compromisos oficiales y escándalo familiar: el primer año del monarca de 74 años alternó entre momentos históricos y una agenda más tradicional para este jefe de Estado de 15 naciones, con una función esencialmente protocolaria.
Cuando era príncipe de Gales, era conocido por sus posturas firmes en temas como el medioambiente, la agricultura ecológica o la educación.
«La transición ha sido mucho más suave de lo que algunos anticiparon y se sorprendieron de que Carlos pareciera adaptarse bien», analiza Pauline Maclaran, profesora de la Universidad Royal Holloway.
No hay acto público previsto para marcar el aniversario del ascenso del soberano, quien actualmente se encuentra en Balmoral, el castillo escocés donde Isabel II murió el 8 de septiembre de 2022, a los 96 años, tras un reinado récord de siete décadas.
La fastuosa coronación de Carlos y Camila, el 6 de mayo en la abadía de Westminster ante miles de invitados, reflejó el respeto por una larga tradición, así como el deseo de hacer evolucionar una monarquía que muchos británicos consideran obsoleta.
Habrá «pequeños cambios, pero más bien preparará el terreno para (su hijo y heredero) Guillermo, quien podría ser el verdadero modernizador de la monarquía», señala Maclaran.
Si bien es menos querido que la difunta reina o que Guillermo, de 41 años, la popularidad de Carlos ha crecido.
Según un sondeo de Yougov, 55% de los británicos tienen una opinión positiva de él, frente a 44% un año atrás.
Su primer mensaje de Navidad, una tradición en el país, fue seguido por 10,6 millones de telespectadores, un récord.
En sus numerosos viajes, Carlos III, a menudo acompañado de su esposa Camila, se ha mostrado en general accesible y cálido, lejos del carácter reservado de Isabel II.
«Incluso las fotos oficiales que publicaron son más relajadas hay un poco más de humanidad», apunta Jonathan Spangler, historiador de la Universidad de Mánchester.
Ha sabido mostrarse «humilde y abordable» en un período económico difícil para los británicos, en plena crisis sobre la carestía de la vida, insiste Maclaran.
En su opinión, su único error de comunicación hasta la fecha fue el episodio en que le dieron una pluma defectuosa para firmar un documento y reaccionó con impaciencia.
No obstante, el movimiento antimonárquico se ha visto impulsado desde la muerte de Isabel II y, en muchas ocasiones, Carlos ha sido recibido entre abucheos y pancartas de protesta.
Hasta ahora el reinado de este soberano que despierta poco fervor no ha tenido un «momento decisivo», afirma la historiadora Anna Whitelock.
«Cuestiones importantes siguen en suspenso», como su respuesta a los llamados de disculpa por la herencia colonial británica o sus ventajas fiscales, señala.
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